19/01/2021 – En una nueva entrega del ciclo “Ya no te llamarán abandonada”, el padre Matías Jurado Traverso invitó a trabajar el tema del aborto desde la esperanza. “¿Por qué nos animamos a charlar estos temas tan dolorosas? Lo hacemos porque hay esperanza en alcanzar la paz y la sanación. El duelo que hace una mujer que abortó o quien participó del mismo es un duelo silencioso, callado, porque la sociedad no permite que se haga de forma pública. Aparecen frases justificativas de esta condena social como “Si lo busco, no puede quejarse” o hasta quienes aprueban el aborto sostienen que el que murió es un conjunto de células, en definitiva no es nada. Estas cosas atentan contra el duelo que tiene que hacer la persona que pasó por esta dolorosa experiencia. Por eso hay que buscar ayuda, apoyo, contarlo en grupo. Cuando llegan a estos grupos de sanación, las personas sienten que son comprendidas, que hablan el mismo idioma. También les ayuda mucho el encontrarse con un Dios de Misericordia que no las o los juzga”, resaltó el padre Matías.
Luego, el padre Ignacio Laxague, quien acompaña los retiros de El Viñedo de Raquel, sostuvo que “se hace sumamente necesario hacer un camino de sanación. Y uno de los vínculos que hay que sanar es la relación con Dios. Algunos confiesan que se han practicado un aborto en el sacramento de la reconciliación, pero aun así sienten que no les alcanza y lo vuelven a confesar. Esto aunque ya fueron perdonado o perdonadas en la primera confesión se da sucesivas veces por la necesidad de expresarlo o sencillamente porque sienten una culpa muy grande. También ocurre porque existe una imagen equivocada del amor de Dios. Pero hace falta sanar, hacer un proceso interior. Y estas personas sienten que no les alcanza con la confesión para alcanzar la paz. Por eso buscan participar de algún retiro o integrar un grupo con otros pares que hayan pasado por la misma situación. Y el cambio es muy notable. Se les nota en el rostro, pasan de tener un dolor muy fuerte a sentir el alivio desde la Misericordia divina. Es que Jesús realmente ama a cada persona más allá de su historia y lo que haya podido hacer. Nuestro Dios no es rencoroso, no castiga”.
Más adelante, el padre Jurado Traverso indicó: “Muchas veces nos preguntan por qué es tan doloroso este tema. Es que hay un hijo que murió, esa es la esencia. Por eso al dolor hay que ponerle nombre. Hay que ponerle nombre al bebé, a la vida que se perdió. A eso lo llamamos darle existencia. Según nuestra fe donde profesamos la comunión de los santos, creemos que ese hijo está vivo, está con Dios. Es por ello que invitamos a esa madre o a ese padre a que puedan vincularse con el hijo que perdieron. Darle identidad, hablarle o escribirle. También los invitamos a aceptar el vínculo afectivo que hay entre ellos, y a descubrirse perdonada o perdonado por ese hijo. Eso es darle una nueva memoria. Cuando la persona encuentra a su hijo en el Cielo, eso es lo que ocurre. El último recuerdo que tiene esa madre o ese padre fue el aborto. En cambio, al descubrirlos felices en el Cielo, aparece una nueva memoria”.
El padre Ignacio agregó que “las que más participan de estos espacios de sanación son las mujeres, pero también hay varones que se sienten atraídos por encontrar paz ante el drama vivido. Primero los invitamos a trabajar el vínculo con Dios y luego con ese hijo abortado. Y también con uno mismo. Porque lo que más cuesta es perdonarse a uno mismo. Pero es absolutamente necesario. A veces la mujer ni siquiera fue ella la que tomó la decisión, o tal vez no era muy consciente de lo que estaba haciendo. También los invitamos a perdonarse las otras consecuencias que tiene un aborto, por ejemplo, como este perjudica la maternidad posterior. Pero sobre todo, buscamos que la persona deje de autocastigarse. Que sienta que puede darse una nueva oportunidad para ser feliz, buscando ser valorada y querido, teniendo una una pareja que quiera y valore a esa persona.
Finalmente, el padre Matías comentó: “Al varón la sociedad le impone mayor silencio. Los hombres suelen ser de querer resolver los problemas emocionales solos”. Y dejó además estas recomendaciones para los sacerdotes que reciben en confesión a alguien que ha abortado: “Hay que intuir la profundidad de la herida porque muchas veces estas personas no la suelen expresar. También saber que no alcanza con la confesión. Por eso hay que saber derivar a quien se especializa en el tema y no creer en soluciones mágicas. Tampoco hay que cansarse frente a la repetición de alguien que vuelve a confesar lo mismo. No prohibirle que lo vuelva a confesar, sino motivarla o motivarlo a buscar ayuda. El sacerdote debe tener conciencia del privilegio de ver el corazón de esa personas, debe tener delicadeza, sabiduría y humildad aun cuando se reconozca limitado en el tema”. Asimismo, recordó que los grupos que trabajan estos temas están en www.quierosanar.com.ar
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