Encontrarnos con Jesús

martes, 17 de abril de 2007
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No te extrañes de que te haya dicho: “Necesitan nacer de nuevo desde arriba”. El viento sopla donde quiere, y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu.”

Nicodemo volvió a preguntarle: “¿Cómo puede ser eso?” Respondió Jesús: “Tú eres maestro en Israel, y ¿no sabes estas cosas?

En verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si ustedes no creen cuando les hablo de cosas de la tierra, ¿cómo van a creer si les hablo de cosas del Cielo? Sin embargo, nadie ha subido al Cielo sino sólo el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre.

Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, y entonces todo el que crea en él tendrá vida eterna.

Juan 3, 7 – 15

Jesús no tiene preferencias por algunos, Él puede manifestar una dilección o una preferencia por aquellos que son capaces de ser pobres de corazón, de saber que son necesitados, sobre todo aquellos que saben pedir ayuda, Jesús no tiene una predilección por lo exacto, Jesús solo necesita la disponibilidad del corazón.

Qué le habrá pasado al joven rico cuando se encontró con Jesús, un joven con tanta disponibilidad, fidelidad, culto, honestidad, rectitud y en el momento de pegar el salto a la fe qué le pasó, no le alcanzó todo eso para llegar a una vida nueva.

Que difícil es para muchos cristianos cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuenta aquel cuento el Señor de aquel gran empleador del Evangelio que sale a la mañana a buscar empleados, a media mañana encuentra a otros en la plaza, al medio día, a la tarde, y nadie los convocó, y les dice vengan a trabajar a mi viña y a media tarde sale y encuentra a otros y al ratito se termina la jornada y a los últimos les paga primero y les paga lo mismo que a los que empezaron a la mañana. Quién puede entender esto, que difícil es este proceder del Señor, no podemos ir a Dios con tantos esquemas, con tantas cosas supuestas, simplemente hay que ir.

Hay enfoques educativos que hemos recibido que nos han alejado de Dios, nos han puesto distantes, somos como la pobre mujer de la vida frente al concepto judío, debe morir apedreada, necesitamos despertar no solo en este encuentro con el Señor no solo a un corazón que se deje amar sino a una mente, una inteligencia que se deje iluminar.

Este descubrimiento de lo que es el encuentro con el Señor es la misericordia, la ternura del corazón de Cristo, es la única razón que nos ha de poder hacer cambiar un esquema, un criterio, una modalidad, una concepción determinada de la religión, existe Jesús y la relación con Él sino no hay religión. Que lastima que tantos fundemos nuestra vida de fe en la religión y no en Jesús, Jesús sigue esperando a la puerta de los corazones, en el Apocalipsis nos ha dicho “Estoy a la puerta y llamo, si alguno quiere abrir entraré y cenaremos juntos” con esta humildad del Señor, con esta paciencia, con este respete de cada uno.

Siguiendo con el interrogante con el joven rico que dice yo he cumplido los mandamientos, pero si quieres ser perfecto… le dice el Señor, este es el misterio de la fe que miedo tenemos a los límites, a los sometimientos, nuestra cultura de hoy a la que el Papa Juan Pablo II llamó cultura de la muerte porque proponía una escala de valores en la que Dios es solo una idea necesaria, pero una idea, no el ser fundante, no la relación fundamental e indispensable para que sea posible la vida, para que florezca la persona, para que se descubra desde su origen, su identidad, su dignidad y su destino, para que comprenda que tiene que hacer un camino y que tiene que hacerlo con una fuerza que es un regalo que viene de Dios, la cultura de la muerte desconoce todo esto, por eso la propuesta de Radio María es una propuesta profética que hace presente en el misterio de la comunión de los corazones este anuncio del Evangelio para que Jesús siga siendo la razón, Dios siga siendo no una idea sino un gran acontecimiento.

Jesús es un acontecimiento salvífico, el cristiano es un acontecimiento sacramentado, ser pueblo de Dios, ser portador del Espíritu, ser ungido desde nuestro bautismo significa que nosotros somos un acontecimiento salvífico, somos una muy buena noticia para nuestro tiempo, una noticia necesaria que no puede ser callada, por eso oramos, trabajamos, nos abrimos a la escucha, por eso dejamos que Dios trabaje en nuestra vida para que sea posible este anuncio en una comunidad que está viva desde la pequeña fidelidad de cada uno al llamado que el Señor le hace.

Podemos preguntarnos cómo fue nuestro encuentro con el Señor, cuándo, qué pasó, cuántos encuentros necesitaste para comenzar a vivir mas a fondo, a pleno y cuántos encuentros hiciste que fueran estériles, que no dieran fruto. Cómo fue el encuentro con Jesús que cambió nuestra vida.

El encuentro del joven rico solo Dios sabe qué fruto dio, hay algunos encuentros que nunca se realizan, hay veces que estamos vidas enteras en las cosas de Dios pero Dios está lejos de nuestros corazones, muchas de las situaciones de la vida, de las comunidades, de la vida de la fe popular, de la comunión entre los hermanos depende de esta manera del encuentro con el Señor si se da o no este encuentro se produce una experiencia de la vida comunitaria, el hombre es un ser esencialmente para la comunión y no existe un encuentro con el Señor sino para un cambio de rumbo, un cambio de vida y empezar a vivir animados por otro espíritu, este encuentro con el Señor es el que hace nacer una vida nueva y siempre es necesaria la inserción en una comunidad, no existe una fe individual, lo individual es esencial porque la respuesta personal es la que hace posible la experiencia de un signo, la pequeña fidelidad de una persona hace posible muchas otras pequeñas fidelidades, el don de Dios siempre tiene un destino comunitario, por eso mi encuentro con el Señor es fundamental.

Por ejemplo el encuentro de Jesús con Zaqueo, que es un hombre que busca a Dios desde su pequeñez, las palabras que usa el Evangelio tienen que ver con una realidad física, era petiso, no lo podía ver en medio de la multitud, y se le salía el corazón por verlo pero era petizo, él se subió al sicómoro, se trepó para alcanzar elevación, se dejó ayudar y así Jesús lo pudo ver porque Jesús ve esa verdad de los corazones, esa sinceridad que hay en la búsqueda, Zaqueo no era un hombre limpio, no era alguien que no había tenido problemas en su vida, era un pecador, se había enriquecido con su oficio, sin embargo el Señor lo eligió así. Mirando desde la fe no es respuesta desde la libertad si no es también llamado de la gracia, no hay una posibilidad de que el hombre busque a Dios para una relación por una necesidad si no es porque Dios sintió la necesidad de buscarlo a él primero, el hombre necesita de este encuentro con Dios, quiere decir que se cumplió el tiempo de la salvación, el Señor ya lo hizo secretamente antes, eso es lo que le pasó a Zaqueo, quizás a vos también te pasó que un día decidiste acercarte a Dios sinceramente y dijiste basta hasta aquí llego, qué sentido tiene seguir así mi vida, nada me llena, tengo todo nada me satisface, qué me pasa, siento una experiencia de vacío y de insatisfacción, hasta he llegado al estado de angustia, qué locura y era simplemente el Señor que pasaba por allí con su gracia.

“No temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre, tu eres mío, si pasas por las aguas yo estoy contigo, si por los ríos no te anegarán, si andas por el fuego no te quemarás, ni la llama prenderá en ti porque yo soy Yahvé, tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador, dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo, no temas que yo estoy contigo”.

Cómo fue el encuentro de Dios con Abraham, el encuentro de Dios con Abraham un pobre hombre, frustrado, no podía tener hijos, estaba desesperado, muerto de hambre de amor, deseos de ser progenitor y no poder serlo hasta llegar a necesitar de su empleada, hasta su esposa lo alentó a que tuviera un hijo con la sirvienta y el Señor le va a hacer un llamado muy especial, lo ve como tierra reseca y sedienta como dice el Salmo, así estaba Abraham, lleno de pobreza, experimentando las limitaciones, sintiéndose cercenado del plan de Dios, como que la vida lo había castigado, no había peor cosa que no poder tener hijos. El Señor dijo a Abraham: “Deja tus tierras, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te indicaré”. El Señor se le aparece e irrumpe en su vida de una manera extraordinaria, cómo apareció el Señor en tu vida, quizás de una manera categórica, o haciéndote un llamado intenso, algo que te sorprendió y que te cambió el rumbo.

Abraham estaba sin esperanzas, cuántas personas están sin esperanzas en nuestra cultura, cuántos hay que tienen de todo y cuántos que no tienen nada, están tan frustrados por tener todo como tan frustrados por no tener nada, por carecer de muchas cosas que hoy se consideran necesarias, quizá el Señor les está haciendo este llamado a dejar su tierra, no está la vida en lo que tenemos, ni en lo que no tenemos, no es lo que poseemos o aquello de lo que carecemos lo que funda nuestra ilusión o nuestra desilusión, tanta propuesta de poner nuestra ilusión en las cosas pasajeras, es la sociedad de consumo, la cultura de la muerte, tanto poner en el tener, en la imagen, en el aparecer, en el éxito, en el placer y todo tan pasajero, no habrá en esto un Dios que está vivo aguantando el tiempo de la conversión nuestra, no habrá en esto una paciencia enorme del Señor, mientras yo voy llenando mi corazón con los apegos desordenados, con las falsas seguridades, viviendo aquello de la Palabra: “Maldito el hombre que pone su confianza en el hombre y no pone su confianza en el Señor”, mientras voy viviendo mi vida como una experiencia de maldición porque teniendo o no teniendo padezco de profunda frustración, quizá tengas que leer tu frustración, tengas que aceptarla, porque en ella está Dios llamándote.

Lo que vamos experimentando en nuestra experiencia de fe es que Dios hace su obra en medio de nuestra pequeñez, somos pobres y limitados, muchas veces es el orgullo el que nos hace creer que tenemos, que somos, que comprendemos todo, que nos da esa especie de seguridad que en el fondo es una falsa suficiencia, algo que pretende ser sustentado en uno mismo, la gran búsqueda del hombre es sustentarse en sí mismo, qué le puede quedar, salvo que descubra que hay alguien que lo hace nacer a una vida nueva, que se nace de lo alto, salvo que Jesús lo sorprenda y lo derribe de su caballo, cuando el Señor viene al encuentro de la persona se cambian los fundamentos de la persona, se cambian las preocupaciones y los intereses porque se cambia el modo de ser, ya no soy el mismo, el encuentro con Jesús es un encuentro de transformación, puede tener un proceso, lo tienen todas las personas, un largo proceso que a veces lleva toda la vida, quizá hasta el final de nuestro día tengamos que estar diciendo soy pecador, cuándo dejaré de ser pecador, quizás hasta el final de nuestra vida tenga que buscar esa santidad, cuándo llegaré a la santidad, me sorprenderá la muerte anhelando la santidad de vida, el ser como Jesús, cuándo aprenderé a obedecer plenamente a Dios, cuándo voy a aprender a ser misericordioso, se nos pasará la vida y cuando creemos que hemos logrado algo nos encontraremos que estamos llamados a algo mas, nunca se llena el corazón, porque este pequeño mundo, este microcosmos que es la persona de cada uno de nosotros tiene una vocación al encuentro con Dios y este encuentro con Dios es que aquel que no puede ser contenido por nadie, ni por nada se hace capaz de entrar en la estrechez de un corazón, porque qué podrá ser ahí dentro sino intentar dilatarse haciendo esfuerzos posibles aunque el esfuerzo sea la cruz.