¿Envidioso yo?

lunes, 6 de junio de 2022

06/06/22- Ya hemos dicho que el trabajo de duelo es el reciclaje de nuestros sufrimientos. Todo aquello que nos quita la paz y la felicidad nos hace personas heridas, dolientes, sufrientes; y frente a esa adversidad, ese dolor o ese sufrimiento tenemos que hacer un buen trabajo de duelo. Los pecados capitales provocan un gran sufrimiento, por ese motivo y, en consecuencia, también estamos invitados a realizar un buen proceso de duelo.

Iniciamos un nuevo ciclo junto al Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, Máster en Pastoral de la Salud y Doctor en Teología Moral y Espiritual, sobre los siete pecados capitales y de qué manera sanar las heridas que éstos provocan.

 

 

La envidia en el Antiguo Testamento

Son muchos los pasajes evangélicos donde aparece el vicio capital de la envidia. En el Génesis, por envidia, Caín mata a su hermano Abel. También en el Génesis, los hermanos meten a José a un pozo, lo venden como esclavo; aquí vemos como la envidia se cuela también en la propia sangre, en la familia. En el libro el Éxodo vemos la envidia de los hermanos de Moisés: Miriam y Aarón; envidiosos de los favores que Dios dirigía Moisés. En el periodo de los Reyes, el Rey Saúl tenía envidia de David y lo llegó a perseguir a muerte. Pero hay que decir que el personaje más importante de la envidia es el demonio.

 

¿Cómo definimos la envidia?

Muchos definen a la envidia como un mero sentimiento o un mero pensamiento. Pero es mucho más que eso. Hay que definir y trabajar la envidia desde las seis dimensiones de la persona: física, mental, emocional, vincular, valórica y espiritual. En su etimología, la palabra envidia viene del latín: invidia, in-videre; quiere decir “ver hacia dentro”. La persona tiene una mirada hacia el interior particular. La envidia tiene que ver con el complejo de inferioridad, con la insatisfacción proyectada, con la poca valoración interior, tiene que ver con una solapada venganza.

 

¿Cómo afecta la envidia al ser humano?

En la dimensión física la envidia se nota en la mirada. La envidia toma corporeidad, incluso se asocia al “mal de ojos”. La persona envidiosa adelgaza de envidia, se enferma de envidia y se llega a morir de envidia. Cuando tenemos la envidia, nos carcome por dentro, nos quita la salud. Las personas envidiosas padecen muchas enfermedades psicosomáticas. La envidia también rompe el biorritmo del sueño, nos trastorna. Unamuno define a la envidia como una gangrena, porque es insaciable.

En la dimensión emocional la envidia se asocia a la tristeza. La persona que es envidiosa es mustia, no tiene ánimo. Es una persona amarga por dentro. Es una persona que tiene veneno en el corazón. La envidia es una mala raíz que se mete en nuestra vida psicoafectiva. El problema del envidioso es que no disfruta lo que tiene ni lo que es. El envidioso no tiene paz ni serenidad.

En el mundo mental el envidioso no tiene claridad. La envidia enturbia la claridad de pensamiento. La envidia es un cáncer mental, es una esclavitud mental. La persona se siente arrastrada por morirse por lo que el otro tiene, es o disfruta.

En la dimensión relacional hay que decir que la envidia es tóxica. La envidia emite ondas. La envidia desprecia a los demás. La persona envidiosa es urania, retorcida y unida a la hipocresía. Las personas envidiosas no son comunitarias, son islas. A la persona envidiosa le falta la comunicación, no puede hablar bien del otro.

En la dimensión valórica, la envidia corta de raíz todos los valores. La envidia es carcoma de las virtudes. La persona envidiosa es infantil en el mundo de los valores.

En la dimensión espiritual la persona envidiosa es ciega al amor de Dios y de los demás.

 

No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.