De la queja a la gratitud: ¿con qué anteojos miramos lo que nos pasa?

lunes, 17 de noviembre de 2025

17/11/2025 – En un nuevo «Reflexiones para la Semana» nos acompañó la hermana Mónica Cordero, desde la Diócesis de Río Gallegos, en la Patagonia Argentina. En esta ocasión nos animó a hacer conscientes nuestras miradas y a detenernos a pensar cómo enfrentamos lo que nos pasa. En síntesis, intentar responder en qué medida está presenta la queja en nuestra vida.

En general, tenemos una tendencia a la queja, mencionó la hermana, y lo graficó con la famosa expresión de «mirar el vaso medio lleno o medio vacío». Solemos perdernos en una opción o la otra y siempre olvidamos reconocer que tenemos vaso. «Si tenemos para agradecer o tenemos para quejarnos es porque primero tenemos vaso”, recordó Moni, y agregó que es el primer paso para afinar la mirada y no quedar atrapados en una percepción oscurecida.

Relató también una escena que la marcó: al probar unos anteojos de soldador, descubrió que, aun en pleno mediodía, todo se volvía oscuro. Solo una chispa potente lograba atravesar ese filtro. Esa imagen le permitió explicar cómo funciona el corazón cuando se instala en la queja: se va oscureciendo, necesita contagiar su desánimo y produce un ambiente sin soluciones. La neurociencia —explicó— confirma este efecto, porque “cuando sumas una queja, sumas otra, sumas otra… terminamos liberando la hormona del cortisol”, lo que incrementa el estrés y nubla la mirada.

Frente a esto, la hermana Moni propuso una chispa capaz de romper ese circuito: la gratitud. Inspirada en episodios del Evangelio, recordó que Jesús no se mueve desde la queja sino desde una mirada lúcida y confiada. De allí surge una clave transformadora: “La chispa que rompe la ceguera de la queja es la gratitud”.

Cultivar la gratitud —aunque el contexto sea adverso— permite iniciar el día con otra luz, reconocer lo que se tiene y recuperar la serenidad. Incluso en situaciones difíciles, enfatizó, siempre queda la posibilidad de elegir con qué “gafas” mirar la realidad: las que oscurecen o las que permiten ver con claridad.

Así, practicar la gratitud cambia no solo la perspectiva, sino también la disposición interior. Agradecer no implica negar las dificultades, sino reconocer —incluso en medio de ellas— los pequeños gestos, cuidados y signos de presencia que suelen pasar inadvertidos. La gratitud es un ejercicio cotidiano que entrena el corazón para ver con mayor nitidez, porque “cuando uno agradece, algo se ordena adentro y aparece la luz”. Este gesto sencillo pero constante funciona como un reequilibrio que devuelve calma, despierta confianza y abre caminos donde antes solo se percibían obstáculos.

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