La Natividad en la iconografía: cuando la imagen se vuelve oración

lunes, 29 de diciembre de 2025

29/12/2025 – En el tercer encuentro de “Adviento en Imágenes y Palabra” nos acompañó Fray Pablo Ureta, fraile Carmelita Descalzo, integrante de la Escuela de Iconografía “San Lucas” de la ciudad de Córdoba.

En esta ocasión nos reunimos en torno al icono de la Natividad de Cristo, una imagen antigua —datada en el siglo XIV— que no se limita a representar el nacimiento de Jesús, sino que comunica el corazón mismo de la fe cristiana: el misterio de la encarnación. Se trata de un lenguaje simbólico que busca ir más allá de lo descriptivo para abrir una contemplación profunda del acontecimiento de Belén.

“El icono de la Natividad no es simplemente una ilustración del acontecimiento de la noche de Belén, sino que intenta comunicar el sentido profundo de la fe en la encarnación del Hijo de Dios”, explica fray Pablo. Esta clave atraviesa toda la lectura de la imagen. Inspirado en los relatos de Mateo y Lucas, pero también en el prólogo del Evangelio de Juan y en antiguas profecías, el icono expresa que en el nacimiento de Cristo el cielo y la tierra se unen: Dios desciende y pone su morada entre los hombres.

Uno de los elementos centrales es el monte, símbolo bíblico del lugar del encuentro con Dios. Sin embargo, aquí se revela una novedad decisiva: “Dios ya no está en la cumbre. Dios ha descendido”. La montaña, con sus dos picos unidos, representa a Cristo mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, espacio donde lo divino y lo humano se encuentran sin confundirse. Desde esta clave, toda la creación aparece tocada y santificada por la encarnación, de modo que ya no hay un límite claro entre lo sagrado y lo profano.

En el centro del icono, la cueva oscura y el Niño pequeño condensan el sentido salvífico de la Navidad. La oscuridad simboliza las tinieblas del mundo, allí donde Dios elige hacerse presente como luz. El Niño, envuelto en sudarios y recostado en un pesebre que evoca también la tumba, une desde el comienzo el nacimiento con la Pascua. En este icono, como en la obra de Dios, “lo más pequeño y lo que parece insignificante, es lo más importante”, comenta Pablo.

La contemplación del icono no busca agotar el misterio con explicaciones, sino abrir el corazón. “Lo más importante cuando uno se pone frente a la Palabra o frente a un icono es abrirse con el corazón desde la fe y dejar que vaya suscitando vida”. Así, la Natividad se revela como un mapa de esperanza: Dios presente en la fragilidad humana, habitando incluso las noches más oscuras, para hacer de toda la historia un lugar de encuentro y salvación.

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