12/04/2018 Este jueves en el ciclo de la pastoral carcelaria compartimos el testimonio del P. Juan Carlos Caligaris, sacerdote de la Diócesis de San justo y subdelegado de la región metropolitana de la pastoral carcelaria.
El P. Juan Carlos inició su labor en la pastoral como seminarista y su primera experiencia fue la misión en las comisarías: “esta diócesis no tenía cárcel, entonces comenzaron a trabajar en el mundo de las comisarias. Llegamos a tener hasta 1900 presos por día en las comisarías, había más allí que en los penales”.
De los recuerdos de ese tiempo y que aún persisten en sus vivencias diarias permanece fiel a una invitación: “Lo que más me impactó de la cárcel fue que el Señor me dio la gracia de descubrir su rostro detrás de las rejas. Detrás de cada reja iba el abrazo con Cristo, eso me cambió la vida y la mirada; yo siento que voy a ver a Jesús”.
Uno de los puntos centrales del diálogo con él, fue la relación parroquia y cárcel, desde un vínculo de relación y permanencia en el acompañamiento de quienes una vez terminado el plazo buscan insertarse nuevamente en la sociedad, en la comunidad grande:
“Cada preso pertenece a una parroquia y a una Diócesis, la parroquias tienen que tomar conciencia de que hay hermanos que están presos y privados de su libertad, tenemos que tener el gesto de misericordia para todos desde la asistencia espiritual y materia. La parroquia no puede negar esa realidad ni desconocerla, no son parias en la iglesia, son miembros en la iglesia y se debe acompañar este momento histórico de este hermano y hermana que están presos”.
Esta misión en el ámbito de la iglesia local, de las parroquias se vuelve un imperativo en el proceso de inserción social: “Donde está el espíritu de la caridad, verdadera caridad evangélica, este es el hermano concreto, el que salió del penal y quiere integrarse en el mundo. Qué todas las parroquias abran sus puertas, reciban a los hermanos privados de la libertad, recen por ellos, por sus familias, por los religiosos. La iglesia es una, somos uno en cristo”.
“La cárcel es un santuario”, expresó el sacerdote desde la sacralidad del espacio para su experiencia personal y comunitaria. Como aprendizaje pero también como desafío este sacerdote cuya experiencia lleva ya 37 años, compartió: “Yo acá dentro le robo almas al diablo para llevárselas a Dios”, expresión e invitación que para él conjuga tarea, el don y la misión.
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