10/05/2022 – En “Pensar la fe en el cambio de época”, el padre Gerardo Ramos, de los Padres del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram, presentó una antropología interdisciplinar de la vocación cristiana, haciendo el camino de lo idolátrico a lo icónico. “Vamos a trabajar con el autor Luis Rulla, sacerdote jesuita italiano con formación teológica, psicológica y filosófica, que desarrolla su actividad académica e investigativa en la Universidad Gregoriana de Roma. Rulla plantea que hay dos clases de motivaciones que movilizan a quien ha decidido iniciar y crecer en el camino de la fe: la de “lo importante en sí” y la de “lo importante para mí”. La primera está asociada a los valores evangélicos, la segunda a los valores naturales o a las necesidades personales. La primera se desenvuelve en el marco del yo que se trasciende y orienta hacia una autotrascendencia teocéntrica; la segunda se vincula al yo trascendido y orienta, en el mejor de los casos, hacia una realización meramente humana. Dicho esto, resulta evidente que la tensión entre “lo importante en sí” y “lo importante para mí” le generarán al discípulo de Jesucristo ciertas tensiones o incluso posibles conflictos: es por esto que Rulla habla de una dialéctica de base. Con esta expresión intenta reflejar ese drama original que subyace a toda peregrinación creyente, y del cual el hombre o la mujer de fe nunca terminan de liberarse del todo en esta vida, y que consiste en ese tironeo más o menos significativo, arraigado en la propia constitución y dinamismo antropológicos, entre el bien que se quisiera vivir y hacer en diferentes dimensiones de la persona, y las actitudes que de hecho se acaban expresando o prevaleciendo”, subrayó el sacerdodote.
“Según Rulla, esta dialéctica de base se expresa en tres dimensiones de la persona. En la primera, la de la “santidad”, la dialéctica se concentra en la polaridad virtud-pecado. Es la zona libre y consciente de la persona, en la que el sujeto decide responsablemente acerca de lo que va haciendo de su vida con plena libertad afectiva-efectiva. Por esto mismo, en esta dimensión las opciones ético-espirituales son sumamente claras y decisivas en lo atinente a responsabilidad y consecuencias morales”, manifestó Ramos.
“En contrapartida, la dialéctica de la tercera dimensión, la de la “salud”, se expresa en la polaridad normalidad-patología, y en ella pueden llegar a prevalecer los conflictos inconscientes. Así la libertad afectiva-efectiva puede verse notoriamente limitada, hasta llegar a convertir a la persona, en el pensamiento de Freud, en un “ser impulsado”, absolutamente des-responsabilizado. En su teoría interdisciplinar de la vocación cristiana, y por sus connotaciones estrictamente psicológicas, Rulla no se detiene demasiado en esta dimensión, limitándose más bien a enunciarla. En cambio, el autor ahonda preferentemente el análisis de la segunda dimensión, la de la “madurez”. Este tratamiento constituye, en realidad, la notable originalidad de su teoría. Aquí la dialéctica de base se establece entre el bien real y el bien aparente. En la misma línea que las normas para el discernimiento de la Segunda Semana en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, el autor supone que nuestras verdaderas motivaciones pueden verse por momentos confundidas u opacadas: ya sea a causa del “mal espíritu” o de oscuros mecanismos inconscientes, creemos que nos moviliza una determinada motivación y en realidad lo que prevalece es otra”, sostuvo el padre Gerardo.