18/01/2023 – Continuamos junto al padre Héctor Espósito en este ciclo acerca de las virtudes cristianas. En esta oportunidad profundizamos en torno a la mansedumbre y, como siempre, la Palabra de Dios nos abre el horizonte a la reflexión desde el Evangelio de San Marcos capítulo 3, 1-6:
“Jesús entró otra vez en la sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada. Algunos lo vigilaban para ver si lo sanaba en sábado, y así acusarlo. Dijo Jesús al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte en medio”. Y les preguntó a ellos: “¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar la vida o dar muerte?” Ellos callaban. Entonces los miró indignado, aunque dolorido por su obstinación y dijo al hombre: “Extiende la mano”. El hombre la extendió y su mano quedó sanada. Los fariseos salieron inmediatamente y deliberaron con los herodianos cómo acabar con Él”.
“La mansedumbre es la virtud que tiene por objetivo moderar la ira según la recta razón”, comenzó diciendo el padre Héctor y agregó: “La mansedumbre no es una opción, sino que está mandado en el evangelio. Es el control sobre sí mismo, es el cómo reaccionamos ante lo que nos violenta o nos irrita”.
“Manso es el que logra interiormente la paz, el que no se irrita gratuitamente, el que se domina, que no se altera en forma desmedida ni se descontrola aunque le sobren motivos para hacerlo.”
Aristóteles decía que la persona mansa se encuentra en medio de dos extremos igualmente viciosos: El colérico (que se enoja por todo y no sabe ni puede medir sus acciones o sus palabras debido al desorden y el desborde de su alma ofendida), y el impasible (el que es incapaz de padecer ni bien ni mal, o todo le da igual).
“Cualquiera puede enojarse. Eso es algo muy sencillo. Pero enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y en el modo correcto, eso ciertamente no resulta tan sencillo” (Aristóteles).
“Comúnmente e asocia a la mansedumbre con la timidez, la debilidad y la falta de carácter, pero la mansedumbre no significa debilidad. La mansedumbre es la virtud de los fuertes que saben dominarse en aras de un bien mayor, los que saben soportar con paciencia las contrariedades y tienen dominio de sí por sobre las pasiones desordenadas y los impulsos violentos. Es una virtud muy importante que lima las asperezas cotidianas y contribuye enormemente a la armonía y a la paz . Tiene mucho de paciencia y de fortaleza interior”.
“Pidamos a Jesús, manso y humilde de corazón que haga mi corazón semejante al suyo”.
Padre Héctor Espósito
Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota