01/02/2023 -Una vez más compartimos el ciclo acerca de las virtudes cristianas, junto al padre Héctor Espósito, párroco de Nuestra Señora del Rosario, en Villa del Rosario, en Córdoba.
Como siempre, partimos de un texto de la Palabra de Dios, en este caso fue el de San Juan capítulo 15, versículos 16 en adelante. Sobre este texto del Evangelio el padre Héctor expresó que “nos inspira para compartir el tema de la castidad, tan delicado, profundo y especial”.
“El tema de la castidad, de la modestia, el pudor, la virginidad es un tema odiado con sutileza, es excluido porque no quiero sentir, ni que me digan nada, porque tiene una razón profunda que es la de la voluntad, la inteligencia y la libertad, tres potencias que hacen pensar”, puntualizó el padre Espósito.
“Castidad es una virtud que regula mi templanza y que hace vivir en mi corazón la limpieza y la pureza del alma. Es un signo vivo de lo que es el cuerpo: templo y sagrario de Dios . Es la virtud que robustece la voluntad”.
“Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad. Por ese dominio, la persona es capaz de integrar la sexualidad en una sana personalidad, en la que la persona usa su sexualidad para el propósito para el cual Dios nos la dio: sana equilibrada y madura, preparándola para el amor”.
“La castidad es la virtud que robustece la voluntad para resistir las concupiscencias desordenadas muy vehementes y, por medio de la castidad, la persona adquiere dominio de su sexualidad, integrándola a una personalidad sana, equilibrada y madura y la prepara para el amor”.
“La castidad no es la negación de lo sexual sino el dominio de sí, de la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo al desarrollo de la persona. Supone un esfuerzo que fortalece el carácter y la voluntad”. La castidad es acompañada por las virtudes de la modestia y del pudor.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2520: “El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue:
– mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso;
– mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con una mirada limpia el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf Rm 12, 2; Col 1, 10);
– mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: ‘la vista despierta la pasión de los insensatos’ (Sb 15, 5);
– mediante la oración: ‘Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sentía en mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado’ (S. Agustín, conf. 6, 11, 20)”.
El p. Hector Espósito nos acompaña cada semana en este espacio de reflexión
Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota