Felices los que lloran porque reirán

domingo, 9 de octubre de 2011
image_pdfimage_print
                                        Felices los que lloran porque reirán

Las bienaventuranzas, sin duda no son un código muerto que la iglesia debe recibir y transmitir lo más fielmente posible. Toda una fuente de inspiración para siempre, porque aquel que las ha proclamado, ha resucitado y está vivo. A Él se aplica aquello que el poeta Charles de Guy, dice de todas las palabras de Cristo, Jesús no nos ha dado palabras muertas, que nosotros debemos encerrar en pequeñas cajas y conservar en aceite rancio. Nos ha dado palabras vivas, para nutrir. Las palabras de vida no se pueden conservar más que vivas. Estando llamados a nutrir la palabra del hijo de Dios a nosotros, nos pertenece, de nosotros depende hacerla entender por los siglos de los siglos, hacerla razonar. ¿Cómo y de qué manera? Haciéndonos uno con Jesús y descubrir que la fuerza de la verdad existencial que esconde el mensaje de Cristo, viene a tomar la vida toda en cada una de sus instancias, en los mínimos momentos y en las máximas exigencias. Si nos dejamos tomar por esta palabra, por este “Felices los que lloran porque reirán”, entonces sin duda en el momento del llanto, el dolor sereno expresado en el llanto, por alguna circunstancia donde es la única o una de las maneras de expresar lo que nos ocurre, nosotros podemos abrir con las lágrimas, un camino de esperanza. En esto yo creo que hemos recibido testimonio y tal vez nosotros seamos testigos de cómo aquello que dice el salmo, es verdad. El que siembra llorando, cosecha cantando.

¿Cuántas veces en tu vida las cosas te fueron de una profunda pena, dolor, sacrificio, entrega, hasta las lágrimas se te cayeron cuando tuviste que enfrentar situaciones en donde no veías sino la misma dificultad que afrontabas pero caminaste en la esperanza de encontrar una ruta y de repente ese caminar penoso y lacrimógeno, por así decirlo, fue como que en él mismo regabas la tierra que iba a fecundar lo mismo que en ese momento te hacía padecer? Es más de una experiencia en este sentido. Yo pongo la que nos regala el Señor en este lugar que compartimos y lo sé de tantos a los que nos ha costado y mucho poner en marcha, sostener y acompañar y hoy nos sigue costando este proyecto de maravilla que Dios nos ha regalado, donde el primero que lo sembró con su sangre, no con lágrimas y con lágrimas y con su humillación y su entrega fue Jesús y en comunión con Él, su Madre, y nosotros entendíamos que también, por allí valía la pena apostar a este lugar y lo que costó tanta entrega y sacrificio, dolor, esfuerzo, vida, hoy es un jardín florecido en toda la República Argentina y con el aroma de María, tantos reconocen la vida que se esconde detrás de esta obra suya.

Vos también serás testigo en tu familia, en tu historia, en tu camino, en tu búsqueda, en tu proceso de madurez, de esto, que de verdad que para sacarle fruto a la tierra hace falta que caiga el sudor de la frente.

 

Esta perspectiva de transcendencia en sufrimiento que plantea Lilly Goodman en “Al final”, es la que da sentido a la expresión de la bienaventuranza de Jesús, cuando dice: Felices los que lloran o están afligidos. Los exégetas excluyen hoy casi unánimemente que se trate de los afligidos solo en un sentido objetivo, sociológico, en el que Jesús proclamaría bienaventurada únicamente por el hecho de sufrir y de llorar. El elemento subjetivo, es decir, el motivo del llanto es determinante. El desde dónde la persona se ubica frente al dolor. ¿Cuál es este motivo? Los padres y los autores espirituales antiguos, insistían sobre el motivo penitencial, las lágrimas, el arrepentimiento por los pecados. Los autores modernos, dice Cantalamessa, proponen más bien, un motivo existencial. El llanto de aquellos que se sienten extranjeros sobre la tierra, lejos de la patria, de aquellos que se afligen por el sufrimiento desmedido que hay en el mundo. Un llanto como el del Padre Pío, por ejemplo, que en la Eucaristía entraba tan profunda comunión con Jesús sufriente en la vida de los hermanos que no hacía más que quebrarse ante la sangre derramada, incruentamente sobre el altar de la Eucaristía y cruentamente en tantas angustias de dolor y de búsqueda, de pena y sufrimiento de los que después se cruzaban penitencialmente sobre su confesionario. Un llanto, diríamos cósmico también en la línea de lo que Pablo habla en el texto de Romanos 8,19-23. La creación y los hombres están en pena a la manifestación y a la espera plena de la redención. El llanto de quien está a la espera del tiempo nuevo que vendrá, y pena, sufre, porque no está. Como aquella expresión bonita y siempre elocuente, difícil a veces de entender, pero que en esta línea claramente se comprende la espereza de Jesús. Donde ella claramente dice, vivo y viviré en mi, tal alta avidez pero porque muero, sufro, padezco por el hecho de no estar definitivamente con Dios. En ese sentido quien ha tenido místicamente una experiencia profunda de encuentro con el Señor y ha tocado de alguna manera el cielo con las manos, por así decirlo. Encontrarse en la pena de lo cotidiano hace que su vida transcurra por aquí como en un valle de lágrimas. Es que es condición del ser humano en su conjunto, cuando lo asumimos así, en términos existenciales y dedicar a Dios el hecho de sufrir y padecer. Si subjetivamente asumimos esta condición, la bienaventuranza forma parte de todo ser humano, que en el momento mismo de dar a luz, desde el vientre y del seno materno pega un grito y larga una lágrima. Es como el modo de comenzar a transitar como dice, la antigua expresión mariana, en un valle de lágrimas. La primera lágrima la soltamos cuando salimos del vientre materno, y después todo por la herida que el pecado ha dejado en lo más fondo del corazón, para ser conquistado supone entrega, esfuerzo, dedicación, tiempo, método, constancia. Claro, en un mundo fácil, en un mundo de magia, y a veces en una espiritualidad que queremos encarnar desde lo mágico y lo fácil, esta perspectiva no siempre es bienvenida. Pero es la única que Jesús ha planteado como modo de alcanzar hacia donde Él nos quiere llevar, que es la plenitud. El que quiera seguirme, dice Jesús, el que quiera estar donde yo esté, que sepa que debe cargar mi cruz. La vida toda, lo ha dicho la palabra en el texto del libro de Génesis, para ser conquistada en su plenitud es fruto del esfuerzo y es fruto que caiga de la frente el sudor, que es como otro modo de lágrima con la que nos encontramos todos los días en lo cotidiano, felices los que trabajan, feliz vos que sos mamá y luchas y trabajas por la educación de tus hijos o de tus hijas, feliz vos que penas con la vida adolescente tan convulsionada hoy en una sociedad que da un montón de oportunidades aparentemente, pero que le ofrece un desenfreno de expresiones sin límite y a vos te toca jugar de que sos el papá, que sos la mamá, el malo de la película, esto no hasta acá. Yo y vos sabemos cuanto se sangra por dentro, cuando se combate en ese lugar tan difícil de mantener el equilibrio entre las posibilidades que el mundo ofrece y los límites necesarios para que, si bien todo está bien, se puede en la medida que se puede ir haciendo poco a poco, paso a paso y sin apurarse, mientras sea legítimo, claro.

Feliz el trabajador, feliz el estudiante, el que le saca el jugo a los libros, encontrando las respuestas a las preguntas de su ciencia, subrayando y vinculando concepto con concepto, feliz el trabajador operador de radio, que el cura lo hace penar en búsqueda de la música para el momento que compartimos, feliz quién coordina la programación, todos estamos llamados a vivir en plenitud y felicidad mientras en la vida sentimos que con pena conquistamos eso que nos hace ser plenos y felices.

El se fue pero dejo esta bienaventuranza de la juventud, esta que nos pedían desde Santa Fe aquí la encontramos, bienaventurados los muchachos y las chicas, dice Monseñor Saspe, que hacen de la vida una ofrenda, un deber y una obligación, bienaventurados los muchachos y las chicas que deciden su futuro orando, consultando y reflexionando, bienaventurados los muchachos y las chicas que postergan su noviazgo hasta consolidar su voluntad, madurar su inteligencia, bienaventurados los muchachos y las chicas que optan por una carrera o un oficio para servir mejor a la comunidad, bienaventurada la juventud que se enamora de Cristo y quiere proclamar ese amor, bienaventurada la juventud que sufre cuando la iglesia y el país padecen, se alegran cuando la iglesia y el país triunfan, bienaventurada la juventud que trabaja por la paz y los que tienen sed y hambre de justicia, bienaventurada la juventud que busca primero el Reino de Dios y lo demás lo considera añadidura, bienaventurada la juventud orante, penitente y eucarística, bienaventurada la juventud que prefiera perder el ojo, el brazo, el pie, si ese ojo, pie o brazo es ocasión de pecado, bienaventurada la juventud que es fría o caliente, porque la tibia será vomitada por el Señor, bienaventurada la juventud, que como María, se hace esclava de la palabra del Señor, bienaventurada la iglesia que cuenta con semejante juventud, porque el señor hará grandes cosas con esa muchachada, bienaventurada la patria que cuenta con esa juventud recreada, renovará su cultura, sus valores, sus instituciones, sus cuadros sociales, sus líneas de pensamientos, sus fuentes inspiradoras, sus modelos de vida y recuperará así identidad nacional e identidad cristiana.

Felices ustedes chicos jóvenes con alma pobre, porque de ustedes es el Reino de los Cielos, felices ustedes jóvenes que ahora sufren porque serán consolados, felices ustedes que ahora son incomprendidos, insultados y hasta odiados por causa del Hijo del Hombre, porque les espera una gran recompensa en el cielo, felices ustedes que proclaman la grandeza del Señor, felices ustedes que se alegran en el Dios Salvador porque a ustedes los miró y los amo aquel que es poderoso, felices porque ha obrado con los jóvenes cosas estupendas, aquel cuyo nombre es santo y cuya misericordia se extiende de generación en generación, a ustedes los colocó Dios en la vanguardia de su nuevo Israel, la iglesia, realizar sus designios misericordiosos como lo había prometido a nuestro Padre y a sus hijos, por siempre amar. Monseñor Saspe Nunciado durante la celebración del Congreso Mariano en Mendoza en el año 1980.

En esto de ir superando los dolores y las penas que la vida nos pone y vivirlo en clave de expectativa de que podamos alcanzar la felicidad, yo quisiera exponer dos de los motivos por los cuales se llora en la biblia y por los cuales ha llorado Jesús, estos me parecen particularmente dignos de meditarse en el momento histórico que están viviendo. En el salmo 41 leemos “son mis lágrimas, mi Padre, me dieron noche, mientras me dicen donde está tu guión. Un quebranto en mis huesos me insultan, todo el día repitiéndome en donde está tu Dios. Nosotros como cualquier hijo de vecino pasamos por la vida desde el momento en que nacemos hasta que nos vamos con el dolor y el llanto como parte constitutiva del ser humano, pero cuando esto que lo compartimos con otro va acompañado de la predicación del Dios de la felicidad el mundo no cree que podamos nosotros mantener la esperanza en la felicidad mientras, en todo caso el mundo cree que es posible mitigar el sufrimiento del lado del placer, pero no sostenido a la espera de una felicidad en plenitud y aquí hay una diferencia, Jesús no propone el placer como modo de ser feliz, si propone que en la felicidad hay mucho placer, por encima del placer está la plenitud, que también puede sumar placer y esa es la gran novedad de la bienaventuranza, por eso la respuesta al dolor no es la mitigación con el placer. La sociedad hedonista ha creado una fantochada de felicidad cuando ha querido sustituir la plenitud con el placer dejándonos instalado en nosotros mismos, sin dejarnos la alternativa de trascender. La gran propuesta del evangelio, de las bienaventuranzas, está justamente en orden a reconocer que es posible una trascendencia mas allá de nosotros mismos, sin perder de vista el aquí y el ahora donde estamos, darle sentido al dolor, esto lo hace la pascua de Cristo.

En estos días celebramos a Jesús en la cruz y a María al pie de la cruz, que ella pueda estar al pie de la cruz es posible porque el hijo sostiene la esperanza frente al dolor y a la desesperación de ir al encuentro de El que no tiene pecado y lo hace justamente testigo de la vida que vendrá. Es en la certeza de que la última palabra la tiene la vida, en todas sus manifestaciones donde el dolor no solamente puede ser mitigado, como es que un mártir como San Esteban o como otros como mas cercano a nosotros Maximiliano Kolbe, Kant en el momento de ser liquidado por los gases que meten dentro de la cámara de gas donde él está con otros, mientras los otros lloran y penan, el reza, canta y alaba, porque tiene la certeza en el interior de su corazón de que la vida es más que la muerte y que no hay dolor que pueda ni sufrimiento con la plenitud de felicidad con la que Dios nos quiere, pidiendo, celebrando y alabando, también en medio de las luchas y las dificultades.

La oportunidad de encontrar en medio de la fragilidad, de la debilidad es la pegunta de todos y la nuestra también, donde está Dios, la respuesta, cuando en El encontramos el apoyo.

Para nosotros como para el salmista, el motivo de tristeza, la impotencia que experimentamos frente al desafío de la pregunta donde está Dios, encuentra su respuesta en el mismo silencio de Dios, Dios llama al creyente a compartir su debilidad, su fracaso, prometiendo solo en estas condiciones la victoria. La debilidad divina más fuerte que la fuerza de los hombres. Allí donde yo soy frágil, allí soy fuerte dice Pablo, tres veces le pedí al Señor que me quitará de la carne esa espina que yo llevaba clavada y tres veces me dijo te basta mi gracia y ahí es donde nos invita el Señor a detenernos y a pararnos cuando en el dolor y en el sufrimiento, sentimos el apuro interior de decir ya basta, hasta aquí, no puedo más, no tengo otras fuerzas que las que puedo poner, son todas las que puse y no tengo otras con las que disponer. Cuando llegó ese momento, entonces es el momento en que Dios te dice ahora si yo soy tu fuerza, ahora si yo soy tu escudo, ahora si yo soy no tu razón de ser, sino que soy yo en vos.

Pablo, el que expresa con total claridad esta debilidad en Dios y esta fuerza de Dios en nuestra debilidad llega a decir después de semejante expresión que la verdad mas profunda de su ser es Cristo, ya no vivo yo, es Cristo y su fuerza, los que viven en mi. Por eso la experiencia de la pena, el dolor y el sufrimiento, del límite del fracaso, la vulnerabilidad como medio de sintetizar todo eso es la gran oportunidad para que Dios obre con poder.

 

                                                                                  Padre Javier Soteras