Francisco de Asís y su aporte a la fraternidad

miércoles, 5 de octubre de 2022
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05/10/2022 – Entre las “Riquezas de la espiritualidad cristiana”, el padre Juan Ignacio Liébana destacó la que surgió de san Francisco de Asís y el aporte que esta espiritualidad hace a la fraternidad. “Francisco invitó a volver a la pureza y radicalidad del Evangelio. Y lo hizo dentro de la Iglesia, para la Iglesia y en comunión con la Iglesia. Francisco es, ante todo, un hijo de su Iglesia. Pone a disposición del Magisterio su carisma, su forma de vida, todos los pasos que siente que debe dar. Se somete libre y humildemente al juicio de sus superiores. Al final de su vida, renueva su obediencia a los superiores de su orden, poniéndose a entera disposición de los mismos, con profunda humildad: quiero firmemente obedecer al ministro general de esta fraternidad y al guardián que le plazca darme. Y de tal modo quiero estar cautivo en sus manos, que no pueda ir o hacer fuera de la obediencia y de su voluntad, porque es mi señor. Esta obediencia nace de una fe humilde y profunda: El Señor me dio, y me sigue dando una fe tan grande en los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia romana, por su ordenación que si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos. Y si tuviese tanta sabiduría cómo la que tuvo Salomón v me encontrase con algunos pobrecillos sacerdotes de este siglo en las parroquias en que habitan, no quiero predicar al margen de su voluntad. Y a estos sacerdotes y a todos los otros quiero temer, amar y honrar como a señores míos. Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores. Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y solos ellos administran a otros”, afirmó Juani.

“La extrema radicalidad que vive Francisco no endurece su corazón, sino que lo ablanda. Los tremendos contrastes entre su forma de vida y la de la jerarquía eclesiástica de su tiempo, no genera odio, desprecio, soberbia en su corazón. Francisco ha descubierto la alegría de vivir en el despojo. La pobreza no debe endurecer el corazón, sino más bien ablandarlo, hacerlo más cercano y compasivo ante la pobreza o el pecado del hermano. Ternura que se hace misericordia, ausencia de rigideces y de juicios condenatorios para los que viven de otra manera. Ternura que se hace alegría de tener a Dios por única riqueza, alegría que se expande, que se contagia y que elimina toda amargura, enojo, crítica y resentimiento. Ternura que se hace humildad, cortando a tiempo todo brote de autosatisfacción, vanagloria, soberbia. Humildad que se hace certeza de que todo es gracia y no conquista personal. Sólo así, la austeridad será auténtica, evangélica y contagiosa. Y así la vivió Francisco y la enseñó a vivir a sus hermanos. Francisco ve el origen de todos los males y la causa del pecado de nuestros primeros padres en el afán desmedido de poder y de dominio. Para Francisco, el pecado original consiste en la apropiación de lo que es de Dios. Adán peca al desobedecer a Dios, cuando se apropia de su voluntad y hace lo que quiere con ella. Por eso, el camino de redención pasará por la actitud contraria: el despojo y la alabanza. La alabanza consiste, justamente, en retribuirle a Dios lo que es de Él, devolverle su gloria. Por eso, el santo vivió el despojo como una de las principales notas de su vida, desapropiándose de todo aquello que el pecado lo iba haciendo apropiar. De hecho, el voto de pobreza en Francisco y en Clara, tomarán la nota del sine proprio, es decir, el sin nada propio. Este despojo lo libera de toda atadura, abriendo su corazón a las creaturas, a los hermanos y al mismo Dios, estableciendo un vínculo nuevo con cada uno de ellos. Dice Francisco: Dichoso el siervo que no se tiene por mejor cuando es engrandecido y enaltecido por los hombres, que cuando es tenido por vil, simple y despreciable, porque cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más. ¡Ay de aquel religioso que ha sido colocado en lo alto por los otros y no quiere abajarse por su voluntad! Y dichoso aquel siervo que no es colocado en lo alto por su voluntad y desea estar siempre a los pies de otros (Adm 19). Ninguno de los hermanos tenga potestad o dominio. Pues, como dice el Señor en el Evangelio, los príncipes de los pueblos se enseñorean de ellos y los que son mayores ejercen el poder en ellos; no será así entre los hermanos; y todo el que quiera hacerse mayor entre ellos, sea su ministro y siervo, y el que es mayor entre ellos, hágase como el menor”, indicó el padre Liébana.

“Dice un autor: Tal fue el sentido profundo de su caminata de pobreza. A fin de cuentas, fue una renuncia a apropiarse lo que es de Dios y Dios mismo. Es una renuncia a la posesión del Altísimo. Francisco se presenta a Dios en la máxima pobreza, la del alma que halla todo su gozo en que sólo Dios es Dios. Por tanto, la pobreza en Francisco no será un fin en sí misma, sino un medio para poder ubicarse en el verdadero lugar que al hombre le corresponde: ser una criatura más en el concierto de la Creación. La pobreza se hace, pues, un camino para poder estar más libre para vivir la fraternidad con los hermanos y con la Naturaleza. La pobreza material abrazada por Francisco fue un camino de humildad para lograr la fraternidad. Pobreza admirada, defendida y venerada, a la que gustaba llamar: Señora Santa Pobreza. El santo de Asís fue un gran conocedor del alma humana y de sus fragilidades, nuestro afán desmedido de vanidad, gloria y autosuficiencia. Por ello, defendió tanto y predicó incansablemente la vida en pobreza, para evitar todo apego a las cosas materiales y a los bienes espirituales. Esta pobreza elegida libremente era inseparable de lo que Francisco llamaba la penitencia. En el santo de Asís, penitencia era sinónimo de conversión. De ahí que siempre invitaba al pueblo y a sus frailes a una vida humilde, de penitencia y arrepentimiento. El mismo Francisco andaba muchas veces por los bosques de Asís, llorando amargamente porque el Amor no era amado, lo que motivó a entender su vida como una misión itinerante de amor, para que el Amor pueda ser amado”, cerró el sacerdote, esta vez, desde Tucumán.