10/01/2017 – Terminando el año tuvimos la posibilidad de conocer al Padre Patricio Hileman, el encargado de la fundación de Capillas de Adoración Permanente en toda Latinoamérica. En un un hermoso diálogo, el sacerdote Fundador de los Misioneros de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, contó sobre las capillas de adoración perpetua y lo que ha despertado en distintos pueblos y ciudades Latinoamericanas. “El secreto es que somos misioneros de nuestra Señora, no somos nosotros, es María quien lleva adelante esta obra” comentó.
El Padre Patricio contó cuando en Ciudad Juárez, de las ciudades más peligrosas del mundo con un promedio de 40 muertos al día, el cura párroco lo llamó: “Desde que se fundó la capilla no ha habido ningún muerto en Ciudad Juárez. Hace 2 meses que no muere nadie”. “El obispo nos llamó y nos pidió que nos quedáramos a vivir allí. Hicimos 10 capillitas. En ese entonces se estaba por cerrar el seminario porque sólo había 8 seminaristas y ahora son 88. El obispo me comentó que todos esos nuevos seminaristas habían participado en las Horas Santas”.
“Los milagros más grandes ocurren en la madrugada” contó.
El Padre Patricio Hileman contó de dónde surge su misión y cómo fue que tras conversar con su obispo de lo que venía sintiendo, logró que en la visita que los obispos hacen a Roma le pudieran acercar al Papa Juan Pablo II la moción de su corazón: “Al fin llegó el obispo que la Madre me había prometido” dijo el Papa Juan Pablo II cuando su obispo, Mons Cardenlli, le contó sobre la idea de la fundación de esta congregación. “Quiero que hagan mil capillas en Latinoamérica” le encomendó el Papa en medio de lagrimas. “Y allí volvió mi obispo, me contó y me lo encomendó” cuenta el sacerdote.
El Padre Patricio Hileman fue monje Benedictino, luego ermitaño Eucarístico, vivió en la montaña solo adorando al Santísimo, hasta que Dios le reveló una misión. Conoció la primer Capilla de Adoración Permanente en Argentina, pero la primer Capilla de Adoración Permanente que hizo fue en Jerusalén, la segunda en Roma y la tercera en México. Contó con la bendición especial del entonces Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco.
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