18/06/2025 – ¿Alguna vez sentiste que las desilusiones, las agresiones o las falsedades te llevaron perder la confianza en Jesús? ¿Te cuesta creer que, a pesar de tus pecados y dudas, Dios puede mirarte con un amor incondicional y transformador? En el ciclo «Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia», el Padre Javier Soteras nos invita a sumergirnos en el corazón de la encíclica Dilexit nos del Papa Francisco, específicamente desde el punto 37 al punto 40, para descubrir cómo la mirada y la palabra de Jesús nos susurran al oído: «Ten confianza, hijo, ten confianza, hija». Preparate para un encuentro profundo con un amor que derrite el alma y te invita a reemprender la marcha, incluso en la turbulencia de la vida.
El Padre Javier, con su entusiasmo contagioso, nos introduce en este espacio que tanto bien hace a los oyentes. Nos invita a reflexionar sobre la frase del punto 37: «Dado que nos cuesta confiar porque nos lastimaron tantas falsedades, agresiones y desilusiones, él nos susurra al oído: ten confianza, hijo, ten confianza, hija». Esta frase, nos dice, nos confronta con nuestros propios sentimientos de duda, desilusión, desencuentro y herida. Como Pedro, el pescador de Galilea , que se hundía en el agua por su desconfianza, nosotros también nos sentimos a veces perplejos, sin saber dónde hacer pie en la turbulencia de la vida actual. Las noticias, los conflictos, las tensiones, todo parece empujarnos a quedarnos en casa, paralizados por el miedo.
Pero Jesús, como hizo con Pedro, nos tiende la mano y nos devuelve la confianza . Nos alienta a no bajar los brazos ya reemprender la marcha, aunque sintamos que caminamos sobre un territorio desconocido. El Señor nos dice: «Dame la mano, vení conmigo, vamos hacia adelante, no te fijes en la tormenta, poné la mirada en mí». Somos, como iglesia herida en una tierra herida, sanadores heridos , capaces de ofrecer el corazón abierto de Jesús.
El punto 38 nos recuerda que Jesús no nos deja solos. Antes de morir, prometió a sus discípulos: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes». Él siempre encuentra una manera de manifestarse en nuestra vida, a través de señales que debemos aprender a percibir y discernir, llenándonos de su fuerza y levantándonos. Su paternidad, insiste Francisco, incluye a todos, sin excepción .
Luego, el Padre Javier se detiene en el punto 39, centrado en la mirada de Jesús . El Evangelio cuenta que un rico se acercó a Él, lleno de ideales pero sin fuerzas para cambiar. Jesús «lo miró con amor» . ¡Imagínate ese instante! La mirada de Jesús penetra lo más íntimo de nuestro ser, percibe y conoce todo lo que hay en nosotros. Cuando Jesús llama a una misión, primero mira, se detiene, contempla e invita.
Esta mirada es clave. Es el primer movimiento del alma en el encuentro con el Señor, como lo enseñaron San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Jesús: mirar que Dios nos mira y mirarlo como Él nos mira . La mirada confiada de Jesús va más allá de lo que nosotros vemos. ¿Qué vio en Simón, el inestable Pedro, para hacer la «piedra» de su Iglesia? ¿Qué vio en Saulo de Tarso, el perseguidor de cristianos, para transformarlo en Pablo, el Apóstol de los Gentiles? Jesús ve lo que nosotros no vemos, una providencia que nos ofrece una perspectiva esperanzadora en medio del conflicto.
La oración personal, en silencio, nos permite dejarnos mirar por Jesús y cambiar nuestra propia mirada sobre nosotros y la realidad. Incluso cuando nos dormimos en la oración, estamos siendo «acunados» por el amor de Dios, mirados con un amor que obra mucho más allá de nuestra conciencia. La mirada de Jesús derrite el alma , derriba nuestras resistencias y nos enfoca donde nuestros propios ojos no podrían ver.
El Padre Javier nos invita a imaginar esa mirada de Jesús que nos llena de emoción, de congoja, que ya sabe nuestras dudas y durezas. Es una mirada esperanzadora.