Gozo en el Espíritu Santo

jueves, 21 de octubre de 2021
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21/10/2021 – Donde el Espíritu actúa provoca un gozo diferente. Los discípulos “se llenaban de gozo y del Espíritu Santo” (Hch 13, 52). San Pablo habla de “gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14, 17).

Los creyentes abrazaron la fe “con el gozo del Espíritu Santo” (1 Tes 1, 6). Jesús mismo “se llenó de alegría en el Espíritu Santo” (Lc 10, 21). ¿Cómo no va a ser gozo si es el amor? Porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo” (Rom 5, 5). Así se cierra el círculo infinito: “Ves la Trinidad si ves el amor”. Decimos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19) y así expresamos la igualdad de los tres como Dios. Los tres son Dios, el único Dios, con la misma perfección. Pero son tres Personas que lo comparten todo, y se relacionan entre sí poseyendo la misma y única naturaleza divina. Aunque en el Nuevo Testamento se suele usar la palabra “Dios” para referirse al Padre, por ser el origen de las otras dos Personas, sin embargo el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Por eso los tres son igualmente adorados, los tres son infinitos, los tres son todopoderosos, los tres son eternos.

Decía san Pablo VI que en las tres Personas divinas “la vida y la felicidad del Dios único sobreabunda y se consuma en grado máximo”. Por eso contemplemos gozosos a la Trinidad como una fiesta infinita de amor, donde “el Padre ama al Hijo” (Jn 3, 35). Jesús mismo dice: “El Padre me ama” (Jn 10, 17). Y agrega: “Yo amo al Padre” (Jn 14, 31). Y el Espíritu Santo es el amor (Rom 5, 5) que los une como Personas distintas. Santo Tomás enseña que “el goce por el que el Padre y el Hijo disfrutan el uno del otro concuerda con el Espíritu Santo en cuanto que es amor” (ST I, 39, 8c).

Y dice san Agustín que el Espíritu Santo es “abrazo inefable del Padre y de su Imagen, donde no faltan regodeo, amor y gozo… que en la Trinidad es el Espíritu Santo, suavidad ingenerada del que genera y del generado” (De Trin VI, 10, 11). Contemplémoslo, gocémoslo, entremos en ese mar lleno de vida, de dinamismo, de luz y de amor infinito de las tres Personas que comparten todo, que se donan todo entre sí y que gozan en un maravilloso baile de amor. Adoremos, alabemos.

La beata Isabel de la Trinidad quiso que toda su vida fuera una alabanza a la gloria de la Trinidad, y nos dejó hermosas palabras de adoración: “En el cielo, cada alma es una alabanza de gloria al Padre, al Verbo, al Espíritu Santo, porque cada alma está fijada en el puro amor y no vive ya de su vida propia, sino de la vida de Dios. Una alabanza de gloria es un alma en silencio que permanece como una lira bajo la pulsación misteriosa del Espíritu Santo, para hacerle producir armonías divinas. Sabe que el sufrimiento es una cuerda que produce sonidos más hermosos aun, por eso quiere tenerla en su instrumento para remover más delicadamente el corazón de su Dios.

Una alabanza de gloria es estar siempre en acción de gracias: cada uno de sus actos, de sus movimientos, de sus pensamientos, cada una de sus aspiraciones, la arraigan más profundamente en el amor y al mismo tiempo son un eco del Santo eterno. En el cielo de la gloria los bienaventurados no tienen descanso, ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, Santo. En el cielo de nuestra alma seamos alabanza de gloria de la Santísima Trinidad”.