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Hacia un camino de purificación
miércoles, 5 de marzo de 2008
Moisés dijo al Señor: “ tu mismo me ordenaste: “conduce a éste pueblo”, pero no me dijiste a quien enviarías en mi ayuda y eso que tu me habías dicho: “ eres mi hombre de confianza y gozas de mi protección”. Pues bien, si gozo de tu protección descúbreme por favor tus proyectos así te reconoceré y seguiré gozando de tu protección. Considera además que esta nación es tu pueblo”.
El Señor le respondió: “yo mismo te guiaré y te daré un lugar de descanso”.
Insistió Moisés: “si no vienes con nosotros no nos hagas salir de aquí porque como voy a estar seguro de que gozamos de tu protección yo y tu pueblo si tu no vienes con nosotros. Pero si vienes se verá que yo y tu pueblo somos diferentes entre todos los pueblos de la tierra”.
Y el Señor contestó a Moisés: “haré lo que pides porque gozas de mi protección y eres mi hombre de confianza”.
Y Moisés entonces pidió al Señor: “muéstrame tu gloria”.
El Señor le respondió: “yo mismo te haré ver toda mi gloria y en tu presencia pronunciaré el nombre del Señor. Yo protegeré a quien quiera y tendré compasión de quien me parezca sin embargo no podrás ver mi cara porque quien la ve no sigue vivo”.
Y el Señor continuó: “Ahí tienes un sitio junto a mi, puedes ponerte sobre la roca. Cuando pase mi gloria te meteré en una grieta de la roca y te cubriré con la palma de mi mano hasta que yo haya pasado y cuando retire mi mano me verás de espaldas porque de frente nadie me puede ver”.
Éxodo 33, 12 – 23
Al iniciar este camino de la Cuaresma he tomado un texto de la Palabra de Dios del libro del Éxodo en el capítulo 33 porque es un texto muy interesante que tiene que ver en todo ese camino del pueblo de Dios y Moisés justamente en ese paso, esa transformación que fue el paso de la esclavitud a la libertad con esa conducción de éste caudillo espiritual que era Moisés, éste gran amigo del Señor y la Palabra nos ayuda a comprender como debe ser nuestro camino, nuestro proceso. Ha de ser conducido por Dios nuestro proceso.
El Señor me llama en un proceso de purificación a alcanzar una meta muy especial. Pensar que Dios ha preparado ésta Pascua para un pueblo como cada año y éste año la ha preparado para mi. Cada uno puede, lo invito, a que se considere mirado personalmente por el Señor en éste camino. Quizá esté sufriendo grandes tentaciones, dudas, miedos, sensaciones de impotencia. Esa gran paz alegría y consuelo. Dios, no olvidar, cuando visita al hombre tiembla l a humanidad de cada uno. Cuando el Señor viene a la presencia nuestra entonces quedamos o llenos de gozo o llenos de incertidumbre.
De dos maneras visita Dios al ama que ama dirá Kempis con el consuelo y también con la prueba. No tener miedo, no asustarnos ni pensar tan rápido que si estamos en el momento del consuelo. Dios está demasiado seguro de nosotros. Ni tampoco estar tristes si estamos visitados por la prueba y la sensación de vacío y soledad pensando que Dios nos abandona y que no tiene sentido seguir adelante en el camino de la fe. Muchas personas en el camino de la vida espiritual abandonan los procesos de fe, de crecimiento en los momentos claves porque son los momentos que quizás están visitados por la prueba. Por una purificación especial. Que es necesario que esa persona, esa alma, ese corazón humano tenga que vivir para identificarse más con Jesús.
Muchos abandonan el camino en el momento de la prueba porque consideran que ya Dios no los escucha. No olvidemos la enseñanza de Kempis: Dios visita a las almas que ama con el gozo y también con la prueba. Si estamos probados, estamos llenos de satisfacción y de gozo en éste camino de Jesús, de la oración, de la apertura a la voluntad de Dios y el deseo ardiente de seguir el proyecto de Dios sobre nuestra vida, de cualquiera de lasa dos maneras el Señor está diciéndonos algo y está haciendo algo en nosotros.
Algo que prepara especialmente en éste tiempo. Hoy es el día de la salvación.
Este es el tiempo oportuno
,dirá la Palabra. Este es el tiempo de la Gracia. No hemos de esperar otro tiempo, hemos de vivir éste tiempo y desde la realidad que el Señor nos regale vivir, con las herramientas que nos toque vivir. Es importante que elijamos éste tiempo, que elijamos ésta prueba que el Señor ha querido para nosotros. Que no hemos elegido, que no manejamos, que es importante que nos lleve a ser pequeños en Dios para que el Señor con su Gracia, con su Espíritu pueda ir obrando con más agilidad ese proceso necesario de purificación que tiene el corazón. Dios nos purifica desde el gozo y desde el dolor.
Por eso no hay que decir tan rápido que el sufrimiento anula la condición humana y que las injusticias, las humillaciones anulan la dignidad humana. No hay que apresurarse tanto. San Pablo nos dirá en la Palabra:
a los que aman todo les sirve de para bien.
Como nos ha de servir la vida para bien en lo que estamos viviendo. Haremos que nos sirva para bien o estaremos asustados pensando que el Señor se ha enojado o se ha olvidado de nosotros. Ni en la excesiva seguridad, ni en la excesiva sensación de abandono radica la certeza de la fe. Solo en la aceptación agradecida y en el abandono en Dios puede la Gracia de Dios transformar nuestros corazones y purificarlos. Hemos comenzado un tiempo, en la cuaresma, de purificación.
No puede ser sino con tentaciones y pruebas , aunque también puede ser ante el consuelo. Dios sabe que necesita cada corazón pero ciertamente la purificación y curación ordinaria así de los cuerpos como de las almas se hace poco a poco. El Señor nos va llevando de a poquito, paulatinamente, progresivamente, pasando como decía San Francisco de Sales: vamos haciendo un adelantamiento. Poco a poco vamos adelantando nuestra vida espiritual pero a fuerza de trabajo y de tiempo.
La purificación del corazón es algo que va acompañar el proceso del alma toda la vida. Por eso la Cuaresma es un tiempo de especial entrenamiento, quizás de especiales pruebas y purificaciones pero también es un especial tiempo de Gracia. Por eso la Iglesia le gusta llamarlo tiempo fuerte.
Las verdades y el procedimiento del corazón y la acción de la Gracia si bien es exclusivo para cada persona y en esto se manifiesta grandemente el amor del Señor, el respeto por la persona, no cambia esencialmente sino solo en la modalidad, en el trato personal pero hay el modo de proceder el Señor en el corazón porque el hombre es el mismo. El modo de proceder es similar a lo largo del tiempo de tal manera que cambian los lenguajes pero la acción es la misma.
Los procesos tiene los tiempos diferentes en cada persona pero tienen tiempo y sacrificio. Hay que saber que la vida espiritual no se hace sin lágrimas y suspiros. Como dice la Carta a los Hebreos hablando de Jesús
: que pasó largas noches y días con lágrimas y suspiros dirigiéndose al Padre
. No es diferente el proceso de quien hace el camino a la santidad y no que hay que tener miedo de éstas lágrimas porque si usted elige el camino del pecado tendrá otras lágrimas y otros suspiros y otras noches sin dormir pero serán tremendamente frustrantes que causarán nada más que culpa y exceso de conciencia de responsabilidad que no lo lleven a ningún sentido de libertad, al contrario, al pasar los años lo muestren impotente, insatisfecho, desconfiado, solitario.
En cambio el camino de Jesús pueda ser que nos embrete, que nos haga caminar por un camino angosto con piedras con espinas quizás con un poco de subida más que de bajada. Siempre ascendiendo y con bajadas cuando ascendemos a los cerros vamos con la sensación que nos da un descanso por el cerro pero después hay que seguir trepando porque la meta es llegar allá arriba y eso exige algo que va más allá de nuestro esfuerzo.
Por eso este camino que realizamos entre pruebas es un camino de liberación paulatino. Decía San Francisco de Sales: la curación que se hace despacio es la más segura porque las enfermedades tanto del alma como del cuerpo vienen a caballo y corriendo. Hoy diríamos vienen en avión o viene por internet, apretamos un botón y estamos comunicados.
La curación que se hace despacio es la más segura ya que los males tanto del cuerpo como del alma vienen rápido pero se van a pie y a paso lento. Por lo cual es necesario tener ánimo y paciencia en ésta gran tarea de la purificación del corazón
Todos los espacios se van ganando la luz de un nuevo día. Una aurora va de a poco. No aparece de golpe el sol en el medio del cielo. Se va como elevando. Va ahuyentando nuestras sombras de a poquito.
Así también nuestro proceso de transformación en éste tiempo de la Cuaresma no se cambia de golpe. Uno puede decir ya me convertí. Eso es hacer un primer paso de conversión. Esa es la conversión del pecado a la Gracia. Esa es la primera conversión. El primer encuentro con el Señor del pecado a la Gracia. Dejo la muerte de Espíritu porque me dejo resucitar por Dios. Me animo a dar un paso. Basta de vivir para mi, basta de ser egoísta, basta de ignorar el amor de Dios, quiero volver a la casa del Padre o quiero empezar éste camino. El camino de la fe no lo sabemos nosotros. El camino de la transformación no lo sabemos pero el Señor espera una disponibilidad, un acto de confianza grande. Esto es el comienzo.
El ejercicio de purificación puede ser hasta que se termine nuestra vida Nada de andar imaginando que yo empiezo una vida espiritual y soy un avión. El hecho de dar un si al Señor es como aquel que se va a casar y piensa que ahora que me decidí casar va ser el matrimonio ideal que no vamos a tener roces ni cruces que sobrellevar ni sorpresas que tienes que estar abarajando ni decisiones ni diálogos que uno tiene que enfrentar, diálogos que nos someten mucho.
Todo eso va a suceder. El camino de la transformación. Toda opción es para la transformación y el ser humano avanza o decrece. Nunca está estable. Por ahí uno dice yo ya recé bastante, ya releí la Palabra de Dios, ya cumplí con Dios. Ya tengo misa hasta la muerte dicen algunos que han ido a misa todos los días cuando lo obligaban en el colegio. Ahí hace falta conversión y hay un llamado a la conversión. En la vida espiritual no hay estancamiento. Está retrocediendo.
Está cayendo vertiginosamente. Uno larga una piedrita desde un cerro nevado y al principio cae más lento porque es chiquita, a medida que va cayendo se va enlodando, a medida que va tomando volumen, va tomando velocidad y se va haciendo más vertiginosa su caída. Por eso es importante que si estamos en un momento en el que hemos caído, hemos cometido errores, nos sentimos frustrados porque nos duele, nos humilla nuestro pecado hay que cortar antes que se transforme en una bola de nieve imparable. Cuanto antes podamos salir del pecado.
Esta es nuestra primera conversión. Reconocernos pecadores y hacer una buena confesión. Acercarme a la confesión, al sacramento del perdón. Mucha gente que no vive su fe porque se tiene que confesar. Algunos dicen: yo la vivo a mi manera. A la manera de uno no se vive la fe. Eso es una mentira del demonio.
No se puede hacer el camino ni de purificación sin la Gracia del reconocimiento del pecado y sin pedir el perdón a través del ministerio de la iglesia y del ejercicio de la confesión. Una buena confesión y mucha gente que hace mucho tiempo que está viene luchando por su fe pero está alejada de Dios. Todavía tiene mucho apego. Quiere dejar lo que está mal pero tiene como memoria del mal y tiene deseo como de dejar el mal. Necesitaría hacer una buena confesión general. Mirar el resto de su vida. Hacer un alto en el camino.
Quizás esta Cuaresma puede ser bueno para que aquellos que no tienen un proceso de entrega decidido a Dios y estén dudando entre la Gracia y el pecado quizás tengan que sacudirlo y tomar una decisión de hacer un análisis de su vida, una mirada desde la fe. Eso si, no una mirada de los errores sino de cómo viví la experiencia de mi vida desde el pecado y también reconocer ese pecado y también reconocer como Dios me aguantó, me acompañó, como Dios estuvo en mi proceso de transformación y como hoy puedo llegar a hacer un reconocimiento de toda mi vida. No tener miedo porque los pecados los cometemos los seres humanos.
No somos ángeles nosotros. Los curas saben que es el pecado. Hasta el sacerdote mismo es un pecador y tiene que ir a arrodillarse y pedir perdón de sus pecados y convertirse y tener propósito de enmendar su comportamiento y de disponerse con verdad a Dios y le duele el alma y a veces le duele la vida tener que hacer esa conversión. Nadie está para juzgar y condenar. Estamos si para recibir al que sintiendo el llamado aunque le cueste no se deje vencer por el temor sino que lleno de confianza se abandone en las manos de Dios.
No tenemos que turbarnos por nuestras imperfecciones porque la imperfección consiste en combatir. Que distinto es la idea de perfección que nos hacemos hablando mundanamente¿ que es lo perfecto? Lo que no tiene defecto, lo logrado, lo alcanzado. Aquello en lo que se reposa ,se goza, y eso es para el cielo, para la vida eterna. Acá abajo vamos de a poco. Se crece?. Si se crece si Dios es generoso. Si lo que Dios más quiere es que seamos hijos suyos Pero vamos de a poco. Por más que Dios quiera metérsenos entero adentro se nos revienta el corazón.
Por eso tomé la Palabra y Moisés le dice al Señor
muéstrame tu gloria y el Señor le responde: yo mismo te haré ver toda mi gloria. Sin embargo no podrás ver mi cara porque el que la ve no sigue vivo .
No podemos soportar a Dios de lleno, de pleno, vamos de a poco. Es un proceso lento paso a paso, día a día. Saber vivir el hoy es muy importante. Parte de nuestra conversión es vivir la realidad, lo que yo soy realmente, aquello que yo tengo que cambiar, que sufrir de mi, no disparar de ello, no asustarme.
Otra gran dificultad es vivir enojado con el pasado en vez de darme cuenta de que en toda esa cruz hay un hondo sentido, un hondo llamado a otra vida más plena que puede transformar todo aquello que hoy para mi motivo de tristeza, Un llamado a la confianza en el hoy de cada día, en lo concreto, lo cotidiano.
La perfección no consiste en el logro total sino en el combate.
He combatido bien mi combate, he luchado por la fe
decía San Pablo. Sería imposible que tuviéramos combate sino hubiera imperfecciones, sino hubiera afectos desordenados, si no hubiera desequilibrios, si no hubiera tendencia al pecado y si no hubiera tentaciones. Como combatir?.
Estaríamos como el Quijote peleando contra los molinos de viento. No, la fe es un combate concreto sobre verdaderas y concretas experiencias de muerte llamadas a la resurrección en cada uno de nosotros. Combatir sin ver no se puede. Tenemos que ver y sentir la experiencia de la subyugación al pecado, la atracción al mal y pero la confianza en Dios hará que vayamos hacia delante.
Por eso creo que una de las grandes dimensiones de la fortaleza es la paciencia. Este ejercicio de paciencia viene a permitirnos a hacer el camino con constancia sin dejarnos perturbar ni por caídas ni por fuertes sensaciones de soledad o de ausencia o de dolor. Son momentáneas. Es la purificación del corazón. Recuerde que usted tiene que purificar su corazón y Dios es el que lo va a hacer en usted y usted tiene que acompañar. Pedir a Dios la Gracia de poder ver su gloria para tener esa fortaleza como los discípulos tuvieron que vivir la transfiguración del Señor para no escandalizarse hasta el final en la cruz.
En la Pasión y muerte de nuestro Señor y aún así cayeron. A mi la escritura me ayuda mucho a vivir porque me hace ser realista. Me enseña que no me sienta seguro. Que nadie se sienta seguro, que nadie se crea salvado. Toda la vida he necesitado de purificación. Nuestra victoria no consiste en no sentir tentaciones o dudas o incomodidades interiores. Si no simplemente no consentir en el desánimo ni en el abandono, ni en la sensación de soledad, ni dejarnos atrapar por el pecado. La paciencia tiene que ser una dimensión de la fortaleza que nos debe acompañar en el camino a todos nosotros y para eso es éste tiempo: para el ejercicio de la humildad. Hemos hablado en estos días de la humildad.
Tenemos que hablar muchas veces de hacernos tierra, de hacernos pequeños. San Francisco de Sales en el libro Introducción a la vida devota hablando de la purificación dice: pero no es consentir el que nos incomoden antes bien para el ejercicio de la humildad conviene que alguna vez salgamos heridos en ésta batalla espiritual más nunca quedamos vencidos si no cuando perdemos la vida o el esfuerzo y pues las imperfecciones y pecados veniales no son capaces de quitarnos la vida del alma que solo se pierde por el pecado mortal lo que no resta es impedir que nos quiten el esfuerzo.
Y no quiero ofender a Dios pero tengo muchas imperfecciones, a veces tengo faltas a la caridad, a la paciencia, a veces me enojo un poquito, se me sale la chaveta, por ahí no estoy rezando, por ahí la pereza me gana un poco. En realidad estoy tendido a Dios pero no estoy desafectado del pecado del todo. Entonces la primera conversión. Hemos salido de la muerte del alma, del pecado mortal. Pero perdura en nosotros esa tendencia, eso que llamaban los padres de la Iglesia el fomes pecatis es decir la inclinación al pecado.
Ese es el segundo gran paso de la purificación. El primer paso es una buena confesión. Reconocerme pecador, hacer un análisis de vida en lo personal. No todos necesitan hacer una confesión general pero sobre todo aquellos que hace mucho tiempo están buscando y luchando solos y un día se animan: hagan una confesión general dirigido por un sacerdote, orientados, instruidos y en oración sin temor, con mucha confianza. El pecado debe ser una excusa para sentir el abrazo de Dios. Dios realmente quiere abrazarnos y purificarnos.
Ojalá todos podamos en ésta Cuaresma, en éste camino volver a la casa del Padre.
Conviene, dice Francisco de Sales, que alguna vez salgamos heridos en ésta espiritual batalla más nunca quedamos vencidos sino cuando perdemos la vida o el esfuerzo. No dejar de luchar. Se equivocó, falló, cayó en un pecado, en una limitación, fue egoísta, fue mentiroso, tuvo miedo, se escondió, no quiso hacer el trabajo, se dio cuenta que hay que volver a empezar. Jesús cayó tres veces con la cruz y se levantó. Y se levantó para que sea la Pascua posible.
Este tiempo de la peregrinación es un tiempo de purificación. Es gran ventaja para nosotros ésta lucha, ésta guerra que es la vi8da espiritual el saber que no necesitamos más que pelear para salir siempre vencedores.
Habíamos dicho de ir al sacerdote y pedir una buena confesión, sincera y con un acto de confianza grande en el Señor. Sacamos el pecado de encima. No está hecho el corazón para el pecado. Basura. Eso nos arruina.
Padre Mario Taborda
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