Un hambre inmensa de Dios – Madre Teresa de Calcuta

jueves, 15 de junio de 2017

Eucaristia

“Mientras comían, tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomen, éste es mi cuerpo”
(Mc 14, 22)

El significado de esta Eucaristía es la comprensión del amor. Cristo comprendió, comprendió que teníamos un hambre inmensa de Dios. Comprendió que habíamos sido creados para ser amados, y así Él se convirtió en el Pan de Vida, diciendo: “A no ser que coman Mi Carne y beban Mi Sangre, no podrán vivir, no podrán amar, no podrán servir”.Tenemos que comer este Pan y la bondad del amor de Cristo, para compartir su comprensivo amor.

Él también quiere darnos la oportunidad de trasformar nuestro amor por Él en acción viva, Él se convierte en el hambriento, no sólo de pan sino de amor. El se convierte en el desnudo, no sólo por un manto que lo abrigue, sino por ese amor, por esa dignidad humana. El se convierte en el que no tiene hogar, no sólo por ese lugar en un pequeño cuarto, sino por ese sincero y profundo amor hacia el prójimo, que es la Eucaristía. Este es Jesús, el Pan Vivo. El que ha venido a compartir su divinidad con nosotros.

La Santa Misa es nuestra oración cotidiana, en la cual nos ofrecemos con Cristo para ser partidos y distribuidos a los más pobres. La Eucaristía es nuestra gloria y alegría, y encierra el misterio de nuestra unión con Cristo.

Necesitamos a Jesús para llevárselo a los demás. La Iglesia nos ha encomendado el gran apostolado de llevar a Cristo al corazón de nuestra gente. Tenemos que acercarles a Jesús. Pero mientras no lo poseamos, no lo podemos dar. Es por eso que necesitamos de la Eucaristía. Es cierto que nuestra forma de vida es difícil. Pero no puede ser de otra forma. No se trata sólo de la pobreza material, sino de la pobreza de vivir permanentemente rodeado de gente que sufre, de moribundos. Sólo la Eucaristía, sólo Jesús, puede darnos la alegría suficiente como para realizar nuestra tarea con una sonrisa.

El mundo está hambriento de Dios, y cuando Jesús llegó al mundo, quiso satisfacer esa hambre. Se convirtió en el Pan de Vida, tan pequeño, tan frágil, tan desvalido; y como si esto no fuese suficiente, se reencarnó en el hambriento, en el desnudo, en el hombre sin hogar, para que pudiésemos satisfacer su hambre de amor, de nuestro amor humano… no de algo extraordinario, sino simplemente de nuestro amor humano.

Cuando miras la cruz, comprendes cuanto te amó, cuando miras la Eucaristía, comprendes cuanto te ama.

 

                                                                                                Santa Teresa de Calcuta