10/07/23- Todos los lunes por la tarde nos acompaña el Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, para abordar la historia de diversos personajes bíblicos. En esta oportunidad dialogamos sabre el Apóstol Tomás. “Todos los cristianos somos fuertes en el Señor y, a la vez, débiles. No en pocas adversidades, le pedimos una presencia clara y manifiesta, que nos muestre que no está muerto, que ha resucitado, que está cerca. A veces a Dios le pedimos pruebas, evidencias de su existencia. Es allí donde dudamos…”
Para Tomas, Jesús había sido el Maestro, el Predicador pero lo consideraba muerto. No creía ni había interiorizado la Resurrección. No había abierto su fe, su inteligencia espiritual, al don de de la Resurrección. Tomás habla como un auténtico racionalista, positivista. “Si no lo toco o lo veo , no creeré”, lo que dice Tomás es que la única dimensión que existe son los sentidos.Cuántos cristianos piensan que cuando muere un ser querido, que todo se terminó. Hasta el lenguaje que utilizamos: “nos dejó”, “lo perdí”, “Dios se lo llevó”. Y sólo hablamos de la tristeza y no hablamos de la nueva vida de nuestro ser querido en el Señor.
Y Jesús, que no se achica nunca, le dio las pruebas a Tomás. “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás metió su mano en unas heridas no de muerte, sino de vida, y creyó en la resurrección de Jesús y en su divinidad. La adhesión amorosa a Jesús para Tomás no era suficiente, quería pruebas, quería evidencias.
Tomás no hizo una experiencia personal de Jesús, no se sentía hijo. Cuando esto nos pasa a nosotros, cuando viene la prueba en la vida, nos sentiremos probados, castigados a abandonados de Dios. Llana y sencillamente diremos que Dios no existe, lo sacaremos del mapa de nuestra vida.
Cuando nosotros no vivimos en comunidad nos perdemos de muchas cosas. “Yo voy a la iglesia cuando yo lo necesito”, este es un pensamiento más que egoísta. Tomás nos enseña que si no vivimos la fe en comunidad, no oramos en comunidad, no escuchamos la Palabra de Dios, no celebramos los sacramentos, no participamos de la vida parroquial, no tenemos una actividad apostólica y caritativa en comunidad; nos vamos a ir perdiendo poco a poco.
Cuando estemos tentados de la ausencia del Señor, o de su muerte, no dejemos de orar: ¡Señor mío y Dios mío!
No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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