Herreros y orfebres: forjando una fe pura

martes, 19 de noviembre de 2013
 
 
 
Un estudio del trabajo con metales debería principiarse con "Tubal Cain, acicalador de
toda obra de metal y de hierro" (Gén. 4:22). 
El trabajo con metales en Palestina está atestiguado desde 3000 años a.C. 
 
El oficio del herrero toma su simbolismo no sólo de la tarea en sí, sino también de  las herramientas utilizadas.
 Tiene gran relación con el simbolismo del fuego que forja, modela
y purifica. También se relaciona simbólicamente con la dureza de los metales con los cuales trabaja, por
eso se describe como una tarea ardua y fatigosa.
 
Fragua: es el fogón grande donde se mantiene el fuego.
Fraguar: forjar el hierro. Simbólicamente, idear y discurrir, "forjando una idea".
Forjar: dar forma con el martillo a cualquier metal.
Fuelles: necesarios para ventilar el fuego y avivarlo.
Yunque: bloque de hierro de diversa forma encajado en un tajo de madera, y que sirve para labrar a 
martillo los metales. Simbólicamente, persona de gran fuerza y paciencia  o muy perseverante en el 
trabajo.
Crisol: Vaso de barro refractario, porcelana, hierro, o platino, que sirve para fundir o calcinar algunas 
substancias. Parte inferior de los hornos de fundición. Simbólicamente, prueba, "el crisol de la 
experiencia".
 
El tipo primitivo de yunque que se ha usado por siglos es simplemente un cubo de
hierro que se ha insertado en una sección de tronco de encino. El viejo tipo de fuelles que es
accionado con la mano, está hecho de piel, ya sea de cabra o de vaca dejándole el pelo.
 
 
EN LA BIBLIA
 
El libro del Eclesiástico describe minuciosamente la tarea de los que trabajan los metales, y la 
incluye entre las actividades indispensables para la vida de la ciudad:
 
Eclo 38,28  Lo mismo pasa con el herrero, sentado junto al yunque, 
con la atención fija en el hierro que forja:
el vaho del fuego derrite su carne y él se debate con el calor de la fragua;
el ruido del martillo ensordece sus oídos y sus ojos están fijos en el modelo del objeto;
pone todo su empeño en acabar sus obras y se desvela por dejarlas bien terminadas. 
 
 Nehemías menciona la presencia de estos herreros, artesanos y orfebres en la reconstrucción de
Jerusalén a la vuelta del exilio (Neh. 3,8).
 
LOS HERREROS
 
En días del rey Saúl los filisteos pusieron en vigor una prohibición contra los
herreros hebreos. "Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero: porque los Filisteos
habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza" (1 Sam. 13,19). 
Los filisteos  requerían de los hebreos que trajesen sus rejas y sus azadones a la región de Ramla para afilarlos,
y este distrito, en el valle de Ajalón, se distinguió muchos años después como el Valle de los
Forjadores. Pero los herreros judíos estaban muy activos en tiempos de Isaías porque él dijo: "El
herrero tomará la tenaza, obrará en las ascuas, darále forma con los martillos" (Is 44,12)
Isaías también se refiere al yunque del herrero (Is 41,7), y Jeremías hace mención de los fuelles
(Jer. 6,29). 
 
El trabajo de los herreros puede relacionarse tanto con el tiempo de guerra como con el tiempo de paz.
Cuando Nabucodonosor deporta a la dirigencia de Jerusalén, tiene especial cuidado de llevar
" A todos los guerreros –en número de siete mil– a los herreros y cerrajeros –en número de mil– 
todos aptos para la guerra, el rey de Babilonia los llevó deportados a su país". (2 Re 24,16).
Esto, tanto para impedir cualquier sublevación entre los que quedarían en Judá, como también 
para poner a estos artesanos a su servicio en un momento de expansión y campañas militares.
 
En contraposición a la guerra, el profeta Isaías habla de una tarea en la cual las espadas y las armas 
volverán a la fragua para ser convertidas en herramientas de paz: azadas y arados:
 
2 Sucederá al fin de los tiempos,
que la montaña de la Casa del Señor
será afianzada sobre la cumbre de las montañas
y se elevará por encima de las colinas.
Todas las naciones afluirán hacia ella
3 y acudirán pueblos numerosos, que dirán:
“ ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor,
a la Casa del Dios de Jacob!
Él nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas”.
Porque de Sión saldrá la Ley
y de Jerusalén, la palabra del Señor.
4 Él será juez entre las naciones
y árbitro de pueblos numerosos.
Con sus espadas forjarán arados
y podaderas con sus lanzas.
No levantará la espada una nación contra otra
ni se adiestrarán más para la guerra.
5 ¡Ven, casa de Jacob,
y caminemos a la luz del Señor! (Isaías cap. 2)
 
Esta profecía se encuentra también en el profeta Miqueas. Este profeta agrega otra 
imagen que se relaciona con los tiempos de paz: cada cual bajo su parra y bajo su
higuera, es decir, gozando del tiempo en su casa sin ser perturbardo y contando
con recursos económicos para asegurarse fruta y vino.
 
1 Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la Casa del Señor
será afianzada sobre la cumbre de las montañas
y se elevará por encima de las colinas.
Los pueblos afluirán hacia ella
2 y acudirán naciones numerosas, que dirán:
“¡Vengan, subamos a la Montaña del Señor
y a la Casa del Dios de Jacob!
Él nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas”.
Porque de Sión saldrá la Ley
y de Jerusalén, la palabra del Señor.
3 Él será juez entre pueblos numerosos
y árbitro de naciones poderosas,
hasta las más lejanas.
Con sus espadas forjarán arados
y podaderas con sus lanzas.
No levantará la espada una nación contra otra
ni se adiestrarán más para la guerra.
4 Cada uno se sentará bajo su parra y bajo su higuera,
sin que nadie lo perturbe,
porque ha hablado la boca del Señor de los ejércitos.  (Miqueas cap. 4)
 
 
Caldereros. 
Moisés describe la tierra de Canaán como "tierra que sus piedras son hierro,
y de sus montes cortarás metal" (Deut. 8,9). A lo largo del Wadi Araba, que llega hasta el Golfo
de Akaba, han sido descubiertos depósitos de hierro y cobre. Se excavaron en Tel el Kheleifeh,
que es el sitio de la antigua Ezión Geber, la ciudad puerto del rey Salomón, ha revelado que las
refinerías de cobre y de hierro de Salomón allí habían sido establecidas. Los edificadores de las
fundiciones en Ezión-Geber alineaban sus hornos hacia el aire que prevalecía, que procedía del
noroeste, aire que continuamente soplaba al través de los hoyos, mantenía el fuego en los hornos
constantemente ardiendo. Así es que en aquellos días se empleaba el mismo principio
esencialmente como el de los hornos de aire de Béssemer en los tiempos modernos. El rey
Salomón debe haber mantenido un magnífico negocio de cobre. Dice la Escritura: "Y todos los
vasos que Hiram hizo al rey Salomón, para la casa de Yavé, de metal acicalado (es decurm  cobre
bruñido)" (1 Reyes 7,45).
 
LOS FABRICANTES DE IDOLOS
 
En la Biblia, el trabajo de quienes moldean los metales cobra un simbolismo singular,
porque puede relacionarse con los fabricantes de ídolos. Los profetas denuncian estas prácticas,
condenadas en el Decálogo:
 
4 No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, 
en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. 
5 No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto; porque yo soy el Señor, tu Dios. (Ex 20)
 
12 El herrero forja la imagen, la trabaja al fuego y la modela con el martillo: 
la trabaja con su brazo robusto. Después siente hambre y decae su fuerza; 
si no bebe agua, queda agotado. 
13 El carpintero toma las medidas con la cuerda, diseña la forma con el estilete, 
la trabaja con el cincel y la dibuja con el compás; 
le da figura de hombre y la belleza de un ser humano, para que habite en una casa. (Is 44)
 
1 ¡Escuchen, casa de Israel, la palabra que les dirige el Señor! 2 Así habla el Señor:
No imiten las costumbres de los paganos
ni se atemoricen por los signos del cielo,
porque son los paganos
los que temen esas cosas.
3 Sí, el Terror de los pueblos no vale nada:
es una madera que se corta en el bosque,
una obra cincelada por la mano del orfebre;
4 se la embellece con plata y oro,
se la asegura con clavos y martillos,
para que no se tambalee.
5 Ellos son como un espantapájaros,
en un campo de pepinos;
no pueden hablar,
hay que transportarlos, porque no dan ni un paso.
¡No les tengan miedo, no hacen ningún mal,
ni tampoco son capaces de hacer el bien!
6 No hay nadie como tú, Señor:
tú eres grande
y es grande la fuerza de tu Nombre.
7 ¿Quién no sentirá temor de ti,
Rey de las naciones?
Sí, eso es lo que te corresponde,
porque entre todos los sabios de las naciones
y en todos sus reinos,
no hay nadie como tú.
8 Todos ellos, por igual,
son estúpidos y necios:
vana es su enseñanza,
no son más que madera,
9 plata laminada traída de Tarsis
y oro de Ufaz,
obra de un orfebre, de las manos de un fundidor,
con vestiduras de púrpura y carmesí:
¡obra de artesanos es todo eso!
10 Pero el Señor es el Dios verdadero,
él es un Dios viviente y un Rey eterno.
Cuando él se irrita, la tierra tiembla
y las naciones no pueden soportar su enojo. (Jer 10)
 
Con estas profecías, rechazamos toda idolatría y adoración de falsos dioses creados por los 
hombres. 
¿Cómo debemos considerar la fabricación de imágenes religiosas, de Jesús, la 
Virgen o los santos para venerar? Dado que Dios mismo quiso encarnarse y darnos una imagen
suya en Jesús ("quien me ve a mí ve al Padre" Jn 14,9), en el siglo VIII un concilio celebrado en Nicea 
justificó el uso de las imágenes religiosas. "El honor dado a una imagen se remonta al modelo original" 
(San Basilio).
 
La polémica con los fabricantes de ídolos aparece también en el Nuevo Testamento. Cuando San Pablo y 
sus compañeros Gayo y Aristarco evangelizan Efeso, al cabo de dos años de predicación la fe cristiana 
se extendió en la ciudad. Esto puso en peligro el culto a la diosa Artemisa, y la venta de sus imágenes. El 
platero Demetrio hizo un encendido discurso contra los cristianos, porque  atentaban contra la religión del lugar 
y contra su negocio. (Hech 19, 23ss)
 
EL CRISOL – LA PRUEBA
 
3 Hay un crisol para la plata y un horno para el oro, pero el que prueba los corazones es el Señor. 
(Prov 17,3)
 
21 Hay un crisol para la plata y un horno para el oro, pero el hombre es apreciado por su reputación. 
(Prov 27,21)
 
1 Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.
2 Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia.
3 Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido.
4 Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación.
5 Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación.
6 Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él. (Eclesiástico cap. 2)
 
 
El apóstol Pedro usó el trabajo de un orfebre
como una ilustración de la prueba de la fe cristiana. "Para que la prueba de vuestra fe, mucho
más preciosa que el oro, el cual perece. . . sea hallada en alabanza, gloria y honra" (1 Ped. 1,7).
El apóstol describe a los antiguos orfebres que ponen su oro imperfecto en un crisol para
fundirlo. Cuando todas las impurezas salen a la superficie, el oro es desnatado. Cuando el
trabajador puede ver su cara reflejada claramente en la superficie del líquido fundido, lo saca del
fuego, sabiendo que ahora ha quedado solamente el oro puro.
 
Bibliografía: Usos y Costumbres de las tierras bíblicas, F. Wright