Hoy nos ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor

lunes, 25 de diciembre de 2006
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Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.  José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.  Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.  Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: 
La Virgen concebirá
y dará a luz un hijo a quien pondrán
el nombre de Emmanuel,
que traducido significa: "Dios con nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.

Mateo 1; 18 – 25

Hoy es Navidad, que el Niño Jesús que ha llegado para nacer en el medio de nosotros llene nuestros corazones de alegría, de paz, que la celebración navideña familiar de anoche siga con sus ecos despertando en nuestro corazón el anhelo de un tiempo nuevo para nosotros y nuestras familias, que no sea solo un paso de Dios sino un quedarse del Señor en medio nuestro, en este tiempo de Navidad que se prolonga por ocho días para que podamos degustar de la riqueza con la que Dios se ha instalado en medio de nosotros en el nacimiento del Niño Jesús.

Feliz navidad para todos y que el Señor siga creciendo con su gracia en medio de nosotros y de nuestras familias.  Que el Señor nos bendiga.

Navidad es paz, navidad es presencia de Dios en la pequeñez de un niño que envuelto en pañales nos deja un mensaje nuevo, que habrá que aprender a interpretar desenvolviendo los regalos que Dios nos ha hecho en este fin de año como gracia que nos queda por recorrer en el tiempo de gracia que se abre delante de nosotros.  Que sea realmente una sorpresa constante el encuentro con el Señor, particularmente en el vínculo con nuestros hermanos que confirme el don de esta navidad.

Jesús viene a nacer cada día, como anoche, a un tiempo nuevo en la navidad constante con la que Él se quiere quedar en medio nuestro.  Pidámosle al Señor que el Señor venga con su gracia a quedarse en medio nuestro, en el anuncio de la Palabra y en la celebración de esta Navidad.

Los acontecimientos a partir de la anunciación del Ángel a María y el anuncio que José recibe en sueños se van transcurriendo uno tras otro en la vida de estos hermanos nuestros bendecidos por Dios con la maternidad y la paternidad del Hijo de Dios con una sucesión de hechos que los van sorprendiendo cada vez mas.

Ellos van como siendo educados por Dios en aquello que su hijo, ya adulto, va a predicar:  “Para entrar en el Reino de los Cielos hace falta tener el corazón de niño”, que es justamente tener ese corazón abierto constantemente a la sorpresa con la que Dios nos bendice en la persona de Jesús.

María y José adquieren con el paso del tiempo, y porque Dios en su pedagogía así los va formando, esa capacidad de asombrarse ante el misterio que Dios les ha confiado.

En el camino que va hacia Belén todos en realidad son sorprendidos por un Dios que conduce al encuentro con el Niño, ellos mismos, María y José, que, podríamos decirlo así, se encuentran providencialmente en la tierra de David, donde Miqueas había profetizado que nacería el Mesías. 

Ellos son conducidos por un edicto del emperador Cesar Augusto, que había indicado un tiempo de censo.  José, descendiente de David, debía ir hasta Belén, donde David había nacido.

“Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel”, esta profecía se hace realidad de un modo increíblemente sorprendente, como van a ser todos los acontecimientos, que comienzan a despertar a partir de la llegada de aquél que el Padre ha decidido darnos, su propio Hijo, para que nos rescate de nuestras sombras, de nuestros pecados, de nuestras fragilidades.

No solamente ellos son sorprendidos por Dios y conducidos al lugar del nacimiento como está profetizado, también los pastores son conducidos por Dios a través de los ángeles, con la indicación de un signo que va a acompañar aquel hecho prodigioso:  “ha nacido un salvador, el Mesías, el esperado de los tiempos, ustedes lo van a reconocer, porque van a encontrar en un pesebre a un niño recostado con su madre, envuelto en pañales”.

Este sencillo signo, este simple signo, esta indicación, será suficiente para que los ángeles que muestran el camino a los pastores, los conduzcan al lugar del encuentro.

Y no solo los pastores, María y José, sino también los sabios que llegan desde Oriente se encuentran conducidos por la Gracia de Dios hacia el encuentro con el Redentor, ellos ven en el cielo algo distinto, leen en el firmamento un movimiento estelar que les indica que en aquel lugar donde titila y brilla una estrella de una manera especial, ha nacido un Redentor, ha nacido un Rey, dicen ellos, guiados por esa estrella llegan hasta Belén, y allí adoran al niño.

No se puede llegar a la Navidad sin ser conducidos, sin ser guiados, sin dejarse llevar por un Dios que tiene planes y caminos distintos para cada uno de nosotros, para María y para José un edicto de Cesar Augusto, para los pastores que acompañan unos animales en el campo, una indicación que llega desde los ángeles de Dios, que cantan la Gloria del Señor y la paz a los hombres que Dios ama, para los magos que llegan desde Oriente, sencillamente la lectura que surge de contemplar el cielo y descubrir que hay una estrella que indica algo distinto.

Nosotros también somos en esta mañana y en este tiempo de Navidad conducidos por Dios al encuentro con el Niño.  Navidad son ocho días, hay una octava navideña, que comenzamos a celebrar en la tarde-noche de ayer, buena.

Para terminar de recorrer ese camino dejemos que interiormente Dios nos vaya conduciendo, nos vaya guiando, nos vaya llevando hacia el pesebre, hacia Belén, allí donde para ingresar necesitamos volver a recuperar el corazón de niños, ese que tal vez hayamos perdido, y que es necesario recuperar para entender lo que allí pasa.

Sorpresa, admiración, agradecimiento, humildad, sencillez, la de los pastores, la de los magos, la de María y de José, también para nosotros, para que realmente podamos llegar a Navidad conducidos por Dios.

De hecho, uno puede estar celebrando estas fiestas sin estar en la Navidad realmente, puede estar de suyo en estos días en un hermoso fin de año compartido entre familia, con buenas comidas distintas, algunos regalos, un encuentro amigable, fraterno, pero no estar en navidad, estar en una reunión de amigos, de hermanos, de parientes, en una reunión que tiene un color distinto, con algunos fuegos de artificio que flotan en el cielo, celebrando lo que puede tener significaciones distintas según sea donde uno se ubique para decir “Feliz Navidad”.

Nosotros queremos dejarnos conducir al acontecimiento genuino de la navidad, desde donde se da verdadero sentido a lo que celebramos, que es eso:  “Natividad”, nacimiento de Dios que si hizo uno de nosotros para quedarse entre nosotros, de Dios que nació en un portal en Belén, en la intimidad del amor y del calor de María y de José, de los pastores que los ángeles conducen hacia aquel lugar y de los magos que llegan desde Oriente.

Si hemos perdido el camino de la Navidad y otros acontecimientos genuinos de celebración nos han venido como a robar el sentido pleno de la celebración navideña, entonces pongámonos en disposición para ser conducidos hacia la Navidad, porque de eso se trata, de contemplar los acontecimientos navideños, de mirar a María , a José, al Niño, de ver que harán los pastores de lejos, de contemplar a los magos que caminan buscando los rumbos que llevan hacia el lugar donde brilla la estrella y nosotros también, por el mensaje que nos trae el cielo, guiados por el mensaje que Dios nos pone en el corazón, ir hacia ese lugar que se identifica claramente como un lugar distinto por la paz, por la alegría, por la serenidad, por el gozo, por la fiesta, por la armonía.

Navidad es todo eso, navidad es armonía, es paz, es fiesta, es gozo, es alegría, es el corazón que se despierta a la adoración de Dios.  Navidad es un lugar de adoración, y por eso es un lugar de silencio interior y de contemplación, navidad es eso, y más todavía, es reconocer que los caminos transitados merecen ser caminados de una manera distinta.

Los magos cuando llegan desde Oriente y se encuentran con el Niño, han recorrido un largo camino, después de haberle avisado al rey Herodes que estaba naciendo un Rey, y de descubrir que el rey lo estaba buscando al Niño para matarlo, dice la Palabra de Dios:  “ellos volvieron a su casa por otro camino”, y este otro camino por donde volvieron ellos podemos entenderlo literalmente, haciendo referencia a que no podían volver por el camino ya recorrido porque Herodes podría interferir su caminar y preguntarles donde estaba el Niño.  Herodes había dicho:  “vayan y vean donde está ese Niño, porque yo también quiero ir a saludarlo”.  Ellos también podemos entender que vuelven por otro camino porque después del encuentro con el Hijo de Dios nacido del vientre de María uno no puede quedar igual, y necesita de verdad ante este mensaje de luz, de gozo, de paz, de alegría, de armonía, de interioridad, de adoración, necesita caminar caminos distintos.

Volver entonces a lo nuestro, a nuestra casa, después de la celebración navideña, es decir, después del encuentro con el Niño que ha nacido, por los caminos donde Dios nos quiere hacer transitar, caminos de paz.

La navidad es para iniciar un camino nuevo, para empezar a transitar otros caminos.  Dejémonos conducir hacia la navidad, y desde la navidad comencemos a transitar esos otros caminos que Dios quiere regalarnos como caminos de  conversión, porque son otros los caminos de Dios.  Pidámosle a Dios que nos haga ir por esos caminos por los que Él nos quiere conducir.

Ayer, cuando estaba en oración, a la tarde, con mi hermano sacerdote Francisco, con quien compartimos aquí la casa, estábamos orando, preparándonos de corazón para la celebración navideña de la tarde-noche, para darnos nuestros regalitos que nos habíamos hecho, porque después a la noche cada cual iba con su familia, en oración le pedíamos al Señor que nos dé una Palabra que marcara el camino navideño, que Él nos condujera hacia su navidad, y nos sorprendió Dios con este texto de la 2º Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios, en el Capítulo 12:  “¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del Señor.  Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce años —no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!— fue arrebatado al tercer cielo. Y sé que este hombre —no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!— fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre es incapaz de repetir. De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades.  Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que ve o me oye decir.  Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.  Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Que importante, pensaba yo ayer a la tarde, ser conducidos por Dios a la Navidad a través de esta Palabra, te invito a que vengas conmigo al encuentro con el Señor desde este lugar de debilidad, de fragilidad, de pobreza, desde este lugar de vulnerabilidad, de aquel lugar tuyo menos querible, mas difícil de aceptar, mas duro de entender.

Hoy los invito a hacer un camino navideño desde nuestra pobreza, para poder emparentarnos con los pastores, como hemos compartido en las catequesis de estos días siguiendo la enseñanza de Martín Descalzo, que eran gente despreciable, era un oficio no querido, eran poco considerados en el tiempo de Jesús, el oficio de ser pastor era un oficio de última, para que de verdad lo que la Palabra de Dios, como lo dice el Apóstol San Pablo, en la 1º de Corintios, en el Capítulo 3, cuando él se pregunta:  “¿Quiénes son los elegidos de Dios?”,  ¿quiénes son realmente los hermanos que han sido llamados?.

Dice Pablo en 1º Corintios 1; 26 – 31:  “Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados:  no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.  La contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios, lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes, lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale.  Así nadie podrá gloriarse delante de Dios.  Por Él. Ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito:  “El que se gloría, que se gloríe en el Señor” ”.

Llegamos al encuentro con el Señor desde nuestra pobreza, nuestras preguntas, nuestras búsquedas, desde lo incomprensible del misterio de nuestra vida, desde el reconocimiento de que Dios estuvo presente en nuestra historia, aún cuando haya habido torcidos caminos en nuestro peregrinar y en nuestro andar, Dios realmente en nuestra vida ha escrito derechísimo en renglones no tan parejos.

Como no es parejo, de hecho, el camino que conduce por la montaña al lugar donde se encuentra el Niño que ha nacido, por eso navidad es un camino de libertad, es un camino para andar dejándose llevar sin preguntarse demasiado, sin retener demasiado bajo esquemas fijos lo que debería ser para que sea realmente una verdadera navidad.

También sabiendo ser lo suficientemente prudentes para no llamar navidad a cualquier tipo de reunión, que nos congrega como familia o en amistad para compartir una buena comida, o hacernos unos lindos regalos. 

Desde la interioridad demos rienda suelta a esta búsqueda de este Dios que conduce por caminos incomprensibles al encuentro con Él, como lo hizo con los pastores, como lo hizo con los magos de Oriente, con María y con José, así lo hace con cada uno de nosotros, cuando reconocemos con Pablo que allí donde está nuestra debilidad está la posibilidad de que Dios manifieste su poder, como lo hizo en el Niño recién nacido, frágil, débil. 

En ese que no habla, la Palabra ha venido con su jadeo a decir que Dios está cerca de su Pueblo.

La celebración navideña tiende a llevarnos a un lugar, los caminos que Dios nos quiere hacer recorrer en estos ocho días de Navidad es para ponernos en un nuevo lugar del corazón, los nuevos caminos que Dios nos quiere hacer transitar, nacen desde un lugar desde donde Dios nos lleva en la navidad.

Es el lugar del silencio y de la escucha de la Palabra de Dios, es el lugar de la contemplación silenciosa de la Palabra de Dios, es la Palabra recibida en el silencio, rumiada y trabajada interiormente, que ilumina el camino y te muestra el nuevo rumbo.

Para saber si vamos en ese rumbo tendremos que confrontar todos los días, desde la Palabra, para descubrir si en el encuentro con ella las decisiones tomadas, por donde ir y adonde ir en nuestras vidas de aquí en adelante tienen aquel sabor pacífico, aquel sabor luminoso, aquel sabor armonioso que ha surgido y nacido envuelto en pañales en la navidad.

Cuando decimos envuelto en pañales, decimos pequeño, decimos frágil, para que esto crezca en nosotros debemos cuidarlo, la navidad no puede pasar como una fecha mas para después volvewr a lo nuestro como si nada hubiera pasado.

En realidad navidad será verdaderamente navidad cuando vivamos dejándonos llevar por Dios, cayendo de rodillas como los que llegaron antes que nosotros, caer nosotros también en adoración, en escucha, en contemplación, en confrontar la vida desde la Palabra de Dios, y en ese encuentro dirigir los caminos, y para que verdaderamente sean los que Dios quiere que transitemos debemos registrarlos interiormente como caminos de luz, de paz, de armonía y de serenidad.

La oración serena, sencilla, la oración de contemplación, la oración de escucha de la Palabra, la oración que se hace lugar de transformación, es el lugar al que Dios nos quiere conducir, hacia donde Dios nos lleva en esta navidad, como los llevó a ellos antes, como también quiere atraer a otros con nosotros, para que muchos seamos los que estemos adelante del misterio de Dios escuchando su mensaje, escuchando su Palabra, animándonos en nosotros, a nacer a una vida nueva.

Dios tomó la iniciativa de hacer nacer a su Hijo en medio nuestro, invitándonos a nosotros desde este nacimiento, a nacer a la vida de Dios de una manera distinta.

Darle un sentido nuevo a nuestra existencia, no porque hayamos hecho un acto de voluntad firme que podamos sostener en el tiempo, sino simplemente porque le dejamos a Dios actuar en nuestra historia y hacerse presente en nuestro camino.

Abramos todos los sentidos, los externos y los internos, abramos el corazón, abramos la historia a este tiempo navideño, y dejemos que Dios se haga cargo de lo nuestro, como de hecho ha venido a hacerlo el Niño que nace, asumiendo toda nuestra condición humana para que nosotros podamos ser Dios en Él.  Ha venido Dios a deidificarnos, a hacernos de su misma familia, ha venido a incorporarnos a su misterio.

Feliz navidad porque hemos sido guiados y conducidos por Dios, hacia aquel lugar donde antes han ido María y José, los pastores y los magos de oriente y tantos hermanos nuestros, que a lo largo de dos mil años han descubierto el mensaje y el poder de Dios en la sencillez y en la simpleza de un Niño envuelto en pañales.