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Instrumentos que ayudan a disipar interiormente las sombras para que el Rostro de Cristo brille en tu interior
viernes, 4 de agosto de 2006
Ahora bien, Dios dijo:”brille la luz en medio de las tinieblas”. Es que el que hizo brillar la luz en medio de nuestros corazones es El, para que irradie y de a conocer la Gloria de Dios como brilla en el rostro de Cristo. Con todo, llevamos este tesoro en vaso de barro, para que su fuerza soberana parezca cosa de Dios y no nuestra.
2 Corintios 4, 6 -7
“
Que brille la luz en medio de las sombras, en medio de las tinieblas
”. El que hizo brillar la luz en nuestros corazones es El para que irradie y dé a conocer la Gloria de Dios. Es el Espíritu Santo que brilla en medio de las sombras y de las tinieblas, que ofrece éste ámbito de batalla en el universo del mundo, en el campo de enfrentamiento entre el Reino de Dios y el reino de las tinieblas, el reino de las sombras. Nuestra vida es eso, un lugar de combate donde la vida del Espíritu viene a abrirse camino. No son tanto de temer, en ésta lucha continuada, las tentaciones abiertas como aquellas que aparecen disimuladas y escondidas.
Como nos enseña San León Magno,
preparemos nuestras almas a las envestidas de las tentaciones sabiendo que cuando más celosos seamos de nuestra salvación tanto más violentamente nos atacarán nuestros adversarios. El que habita en medio de nosotros es más fuerte, “quien lucha contra nosotros” dice San León Magno, nuestra fortaleza viene de El en cuyo poder tenemos puesta toda nuestra confianza. Es el Señor quien hace brillar la luz en medio de las oscuridades y las sombras. “Ha combatido, dice San León Magno, para enseñarnos a combatir también a nosotros con El”. Ha vencido para que seamos también vencedores. No hay virtud, no hay fuerza sin tentación ni Fe sin pruebas, ni combates sin enemigo, ni victoria que no se de en la batalla.
El camino de la vida es eso, es una lucha continua, y el campo donde se desarrolla todo esto es nuestro propio corazón, dónde en cierto modo está sintetizado el universo todo. No es para que nos hagamos nosotros el centro del mundo sino para que entendamos que el mundo vive en nosotros y nosotros vivimos en el mundo al que le pertenecemos. En éste mundo se ha desatado una fuerza de combate entre el Reino de Dios que se abre camino en la luz que Jesús ha venido a encender en medio de la oscuridad y la noche, y las noches de las tentaciones y los embates que quieren apagar la Luz de Cristo.
“
Que brille la luz en medio de las tinieblas
”, éste es el mensaje de hoy, de la Palabra en el Apóstol Pablo en 2, corintios 4 a partir de el verso 6 y para que descubramos que esto lo llevamos nosotros como en vasijas de barro y para que resplandezca la Gloria de Dios que nos muestra el rostro de Cristo, es el Espíritu el que viene en nuestra ayuda a vencer las sombras, las tinieblas, en éste campo de batalla que es nuestro propio corazón. Las tentaciones representan ese ámbito de lucha, de combate, donde el Espíritu se abre camino venciendo en nuestra carne las acechanzas de los ataques que provienen del exterior de nosotros mismos y muchas veces consisten en situaciones que nos sacuden interiormente aunque no es fácil descubrir cómo son las sombras es bueno ir haciendo una catequesis que nos ayude a identificarlas, que en ese lugar le pidamos a Dios que haga brillar el resplandor de su luz y nos revele el rostro de Cristo. En desolaciones no hay que hacer cambios. En desolaciones hay que trabajar contra la tentación. En tiempo de desolación sabemos que tenemos la Gracia para vencer, para crecer en paciencia y discernir la causa de ese estado interior nuestro. Para eso en el tiempo de la tentación, debemos rechazar firmemente el ataque y las sugerencias que la tentación quiere instalar en nuestro corazón. Abrirnos a un camino de discernimiento pastoral y vigilar nuestros puntos más débiles y más flacos. Veamos cada una de estas situaciones que nos enfrentan a las sombras, rechazarlas firmemente al ataque de la tentación y las sugerencias de destrucción. Es propio del enemigo debilitarse, desanimarse, dice San Ignacio retirando sus tentaciones cuando la persona resiste y encara sus ataques. No nos dejemos impresionar por lo que podemos sentir ni dialoguemos con el tentador, somos frágiles, y somos débiles, y cuando nuestro corazón, por falta de espíritu de oración no está atento y vigilante, es agarrado en alguna emboscada por el mal espíritu o atacado bajo nuestra falta de prudencia y de vigilancia, entonces nos gana rápidamente el temor que es fuerte como discurso, que tiene el mal espíritu, y sin darnos cuenta, por fragilidad comenzamos a dialogar con el tentador sin darnos cuenta, o con lo que ha despertado en nosotros de fragilidad, o nos ha asustado en nuestra fragilidad dialogamos con nuestras mismas debilidades y nos quedamos ahí instalados, entonces empieza todo un discurso que nos hunde en el fango, en la sombra y en la oscuridad de la mentira con la que el padre de la mentira busca instalarse en nuestro corazón. Se nos pide a nosotros oración y a partir de la oración, espíritu atento, humilde y vigilante. Para esto tenemos que ser activos y no pasivos. “-
No solamente debemos estar atentos y fijarnos en donde Dios nos conduce y donde el mal puede querer sacarnos del camino sino cuando esto ocurre, dice Ignacio de Loyola, debemos atacar y poner en fuga al enemigo. No solo resistir al adversario, dice San Ignacio, sino vencerlo
. Por ejemplo, podemos hacernos la señal de la cruz o también ordenarle silencio y enviarlo a los pies de Jesús, porque sabemos que es allí donde ha sido derrotado y vencido, y poner enseguida el corazón en profunda alabanza a Dios y decirnos si somos tentados, me persigno, si soy siendo atacado me confío, y si pierdo la paciencia, lo miro a Jesús paciente, esperando el tiempo de la promesa del Padre, desciendo con El, que viene conmigo a estos lugares de infierno, sabiendo que allí el Señor ha vencido para siempre al tentador. “
El adversario, dice San Ignacio, cuando ve la fuerza que surge del interior mismo de nosotros, animados por el Verbo de Dios y reflejando su imagen, se aleja por el Espíritu que habita en nuestro corazón”.
No le tengamos miedo y animémonos a echar fuera de nosotros las sombras que vienen a entristecer nuestra vida, a deprimirnos.
Brilla la Luz de Cristo en la fuerza que nos habita interiormente venciendo las sobras de las tinieblas que acechan nuestro corazón por la fuerza de la tentación cuando rechazamos rápidamente la tentación dejando sin fuerza al tentador mandándolo al pie de la Cruz de Jesús. También disipamos las sombras interiores cuando nos abrimos a un discernimiento pastoral, cuando el enemigo trae su astucia y sugerencia al alma quiere que sean recibidas y tenidas en secreto. Si se descubren a alguna persona espiritual que conozca sus engaños le molesta mucho porque sabe que al haber sido descubierto ya no podrá lograr su objetivo. Por esto, seamos humildes. La providencia quiere ayudarnos a través del hermano, de la hermana, de aquél que Dios puso en nuestro camino para confiarle lo que nos pasa por dentro y abriendo la boca resolvemos rápidamente una parte importante de la fuerza de negatividad con la que la tentación busca enredarnos metiéndonos en aquellos lugares donde somos más frágiles y haciéndonos dialogar con nuestras partes más enfermas con el mismo tentador sin darnos cuenta. Aprovechemos para acrecentar la propia conciencia.
Somos un cuerpo
. La intercesión de los demás es también un arma poderosa. Cuando nosotros sabemos abrirnos rápidamente a confiarle a alguien lo que nos apena, lo que nos entristece, lo que nos angustia, lo que nos deprime, lo que en lo más profundo de nuestro corazón surge como una sombra que lo opaca todo, cuando así actuamos, abriéndonos, estamos encendiendo esa luz en medio de la noche en la que el Señor quiere hacer brillar su rostro.
Además de abrir la boca con quien corresponda y que nos ayude para disipar las sombras que interiormente nos van ganando el corazón y oscurecen nuestro camino, además de denunciar y de enfrentar al enemigo, es bueno vigilar interiormente nuestros puntos débiles. El enemigo, dice La Palabra, ronda buscando a quien devorar. El enemigo rondando examina todas nuestras virtudes, y por donde nos halla más débiles, dice San Ignacio, nos ataca. A medida que crecemos en la Fe, el Espíritu nos va integrando y revelando con su luz sanadora la realidad de nuestro ser, virtudes, defectos, dones, insanidades. Este progresivo conocimiento de nosotros mismos facilita el desarrollo de la caridad y el trabajo en nuestra propia naturaleza. Así como una defensa sólida en y ante la tentación de las sombras, para fortalecer nuestros puntos débiles es de gran ayuda
la confesión frecuente, la oración
, teniendo la protección de quienes en la comunidad tienen a cargo el acompañamiento de pastor, de pastor, puede ser también un hermano una hermana tuya con quien compartís el camino de la Fe, puede ser tu propio esposo, tu esposa, le puede pasar a muchos hombres también que sienten en el otro un punto de apoyo y de acompañamiento en pastoreo donde Jesús, el Buen Pastor, se hace presente.
Debemos temer, dice San Antonio, no sólo a Dios y despreciar a los demonios sino sin tenerles miedo en absoluto y cuando más se dedican a molestarnos, con más fuerza nos dediquemos a la vida de lo nuestro, de todos los días, en las obligaciones que nos toca.
Ascética le llamamos a esto. Una vida bien llevada, recta, por el camino de la Fe es una fuerte arma contra los enemigos que rondan buscando a quien comerse en las sombras de la muerte, de la muerte del corazón, de la muerte de la desesperanza, de la muerte del sinsentido, de la muerte del relativismo: “todo da igual”, de la muerte que viene con el discurso: “nada va a cambiar”, de la muerte que establece su espada en nosotros o busca meternos en el sombrío discurso del determinismo: “las cosas siempre fueron así y no hay respuesta para adelante que cambie la historia”. Frente a todo esto, la
oración
, una vida sencilla, recta, saber
ayunar
, orar, la
mansedumbre
, la
tranquilidad
, el
desapego
al dinero , la
humildad
, el
amor
a los más pobres, la
limosna
, el desterrar de nosotros la ira, y por sobre todas las cosas la búsqueda de estar en
comunión con Dios
en la persona de Cristo. Cuando estamos desprevenidos, los ataques suelen tener las características siguientes: nos producen desolación, instalan miedo, timidez, para que no lo resistamos obstruyen el abrirnos a otro hermano para que no lo desenmascaremos, inducen a descuidar la vigilancia llevándonos en ocasiones también al pecado. Buscan debilitarnos, nos alejan de la Palabra de Dios, de la comunidad, de la Eucaristía.
Dice
San Juan de la Cruz: “en realidad la fuerza del mal en nuestros corazones produce 5 daños en el corazón: inquietan la vida, la enturbian, la ensucian, la debilitan y la oscurecen.
Ahora bien
, Dios dijo: “brille la Luz en medio de las tinieblas
” éste versículo, en la primera parte de 2, Corintios 4, 6 nos ayuda para meternos sobre estos lugares donde el brillo de la luz viene a disipar las sobras del corazón. Nosotros queremos darte instrumentos que te ayuden a disipar interiormente las sombras para que realmente el rostro de Cristo brille en tu interior. Decíamos, rechazar rápidamente la tentación enfrentándola sin temor. Al mismo tiempo abrirnos a un discernimiento pastoral denunciando, diciendo, no solamente echando sino descubriendo y desenmascarando al tentador. Al igual vigilar nuestros puntos débiles allí donde el enemigo busca con su acechanza y su insidia terminar con lo que es nuestra vida. Para eso sabemos que debemos recorrer un camino que no es fácil, que no es sencillo, sin embargo sabemos que Dios viene con nosotros para disipar toda sombra, toda oscuridad, todo discurso de muerte, de determinismo. Los riesgos propios de los que avanzamos en una vida interior siguiéndolo a Jesús son en primer lugar el de la soberbia, que puede tener origen en la experiencia adquirida, la posesión de dones, de carismas del Espíritu, o la confianza merecida. San Pablo dice: -“el que cree estar firme cuídese de no caer”. Por eso cuando uno ha experimentado en carne propia la caída, se ha equivocado, ha pecado, y ha podido reconocer en su caída su propia miseria, su debilidad, lo mejor que le puede pasar son dos cosas, por un lado que esto le mueva a abrir en humildad y en confianza su corazón a Dios para salir de esos lugares de sombra y al mismo tiempo con esa gracia de humildad y de apertura, también reconocer y entender a quienes han caído. Dice León Magno: “les advertimos que ni duden que el diablo, adversario de toda virtud, lleno de envidia, pondrá en juego todos los recursos de su malicia para tender a la piedad lazos sacados de la misma piedad e intentar vencer la gloria a la que no ha podido vencer por ser un pusilánime. El mal de la soberbia está próximo a las buenas obras y el orgullo acecha siempre a las virtudes. Cuando nosotros hemos hecho alguna buena obra, cuando Dios ha actuado a través de nuestra fragilidad y ha instalado en nuestro corazón el vínculo en los hermanos una buena obra, el enemigo rápidamente busca querer apoderarse de esa haciéndonos creer importantes, buenos, sabios, entendidos. Rápidamente busca el enemigo como ponernos por encima de quien es en realidad el Señor y el hacedor de todas las cosas, que nos invita, en todo caso a participar con El de su quehacer y quiere que igualmente tengamos un reconocimiento interior de los méritos que suponen nuestra entrega y nuestro esfuerzo a la Gracia de El que actúa en nosotros. Es un punto sumamente delgado, finito, pero que es bueno irlo trabajando para que de verdad en Dios seamos capaces de crecer y no en aquél lugar dónde nuestro ego, nuestra autoestima que busca abrirse camino de alguna forma por lo mal que nos queremos y que nos tratamos a nosotros mismos rápidamente sale con los pelos crispados y las uñas hacia afuera haciéndose cargo, dueño o dueña de lo que no le toca ni le corresponde. Sólo podemos en El, sin El nada podemos. Tampoco es raro que el enemigo asedie con razones aparentes, sutilezas, asiduas y mentirosas para quitarnos la paz. Por eso dice Pedro, éste texto que hemos citado al comienzo de la catequesis en 1 Pedro 5,8 : “nuestro adversario, el enemigo, el diablo, ronda como un león rugiente buscando a quien devorar.” Frecuentemente aparecen tentaciones contra la vida comunitaria. El enemigo busca dividir a los que son hermanos, dificultades de obediencia, envidias, escándalos, murmuraciones, amor propio, divisiones. Todo esto es caldo de cultivo del que quiere destruir la obra de Dios. Nos fijemos en nuestras familias cuando hay un ámbito, de paz de gozo, de alegría, cuando de repente aparecen esos zarpazos del mal que generan todo lo que acabamos de decir. Hay que estar atentos porque detrás de esos zarpazos seguramente hay alguna gracia escondida que Dios está queriendo regalarle a la familia, al pueblo, a la comunidad, y el mal, justamente está buscando un lugar débil, flaco, frágil para arrebatarnos y sacarnos del lugar de Dios, donde Dios nos pone. Por eso la mejor manera de salir de esas situaciones es reafirmar nuestra confianza y nuestra mirada en el Señor.
El príncipe de este mundo también suele engañar “
transfigurándose, dice Pablo, en ángel de la luz.”
“El modo sutil de engañarnos del enemigo es transfigurándose”
dice Pablo en 2 Corintios 11, 14-15, se muestra como ángel de la luz. Es decir, nos induce a cosas buenas, distractivas, o directamente malas (San Ignacio lo plantea a esto en la regla 2, en 2,4 y 2,5 , en la cuarta y quinta regla de la segunda semana), o al menos nos va como enflaqueciendo, inquietando, turbando el ánimo. A Jesús por ejemplo, lo tentó con la Palabra de Dios, con este procedimiento es frecuente que produzca ilusiones en la voluntad. Bajo la apariencia de comodidad necesaria, de gusto, de honor, o en el entendimiento, llevando incluso a errores contra la Fe, herejías, desobediencias. Hay dos clases de tentaciones, las que directamente nos llevan al mal y las que indirectamente, bajo apariencia de bien nos llevan también al mal. Comúnmente el enemigo tienta más bajo apariencia de bien cuando la persona se ejercita en la vida interior y no tanto en las cosas de todos los días como viviendo sin estar fuertemente arraigado en Dios.
Esta es
nuestra
catequesis de hoy, en medio de las tinieblas hay una luz que brilla, ahora dice Dios, expresa Pablo en 2 Corintios 4,6 “ brille la luz en medio de las sombras”. Es El que hizo brillar la luz en nuestros corazones para que irradie y dé a conocer la Gloria de Dios como brilla en el rostro de Cristo. Es el Espíritu Santo que se abre camino, este es el tesoro que llevamos en vasijas de barro.
Padre Javier Soteras
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