Invitados a ir más allá de las fronteras

jueves, 9 de febrero de 2023

09/02/2023 – En el Evangelio de hoy vemos a Jesús que sale de Galilea y se va más allá de las fronteras. El Señor pasó bastante tiempo fuera del territorio de Israel.

 

 “Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.” 

Marcos 7, 24-30

 

Después de una fuerte controversia con los fariseos y los escribas, Jesús salió de Galilea y se fue más allá de sus fronteras, a tierras gentiles en la región de Tiro y de Sidón, en Fenicia, un país que ocupaba el litoral mediterráneo entre los montes del Líbano y el mar.

En las semanas siguientes, el Señor pasó bastante tiempo fuera del territorio de Israel. Primero en Fenicia (Mr 7:24), luego en Decápolis (Mr 7:31), y finalmente en Cesarea de Filipo (Mr 8:27). Este periodo resultó en un ministerio muy fructífero entre sus discípulos, que llegaron a reconocerle como “el Cristo” (Mr 8:29). A partir de ese momento, el Señor tomó el camino que le llevaría hasta Jerusalén y allí a la Cruz.

¿Por qué fue Jesús a la región de Tiro y Sidón?

De su visita a aquellos lugares, Marcos sólo recoge la curación de la hija endemoniada de la mujer sirofenicia, y aunque seguramente el Señor tuvo más oportunidades de mostrar su misericordia y ministrarles la Palabra de Dios, sin embargo, parece que el propósito principal del evangelista es mostrarnos el interés del Señor por atender con calma a la formación de sus discípulos y tener un tiempo de descanso con ellos.

Por otro lado, no debemos olvidar el clima de oposición que se respiraba en Galilea contra Jesús. Hacía tiempo que los líderes religiosos lo habían marcado como pecador y habían decidido destruirlo porque quebrantaba sus tradiciones y no se sujetaba a su autoridad. Tal vez, en medio de estas circunstancias, salir del país era una decisión acertada que evitaría un desenlace precipitado, antes de que sus discípulos hubieran logrado entender quién era realmente Jesús y el significado de su obra en la Cruz.

Pero viendo el contexto anterior, debemos notar también que Jesús se fue a Tiro y Sidón inmediatamente después de haber estado enseñando acerca de la limpieza de todos los alimentos (Mr 7:18-19). Esta distinción entre alimentos limpios e inmundos, era una de las razones fundamentales que impedían el trato entre judíos y gentiles. Cuando en el pasaje anterior Jesús enseñó que todos los alimentos eran limpios, estaba eliminando también las barreras entre judíos y gentiles. Por supuesto, como ya explicamos en la lección anterior, esto no era algo que iba a ocurrir inmediatamente, sino que tendría que esperar a que Cristo realizara la obra de la Cruz y fuera anunciado el evangelio a los judíos. Y más tarde, ante el reiterado rechazo de los judíos a su Mesías, entonces sí que el evangelio sería llevado a los gentiles. Esto tuvo lugar por primera vez en casa de Cornelio (Hch 10), y curiosamente, Dios tuvo que repetir a Pedro ciertas verdades que ya se desprendían claramente de estos pasajes que estudiamos: que Dios había limpiado todos los alimentos (Hch 10:15), y que por lo tanto, también podía entrar en la casa de un extranjero (Hch 10:28). Entonces, podemos decir que otro de los propósitos de Jesús al ir a la región de Tiro y Sidón era el de ilustrar de forma práctica las implicaciones de lo que acababa de decir, preparando así a sus discípulos para su ministerio futuro en relación con los gentiles. Aunque esto sólo podría comenzar una vez que los judíos se hubieran “saciado”, lo que parecía que ya estaba empezando a ocurrir tal como manifestaba el creciente rechazo hacia Jesús.

“Una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo… le rogaba”

El evangelista nos dice que el Señor intentaba pasar desapercibido en aquella región. La razón para que el Señor no quisiera que se supiera de su estancia allí, tendría que ver seguramente con su propósito de descansar e instruir a sus discípulos lejos del agobio constante de las multitudes. Pero también, por que como más adelante va a señalar, no había llegado todavía el tiempo de abrir plenamente la puerta a los gentiles en tanto que los judíos no se hubieran saciado.

Sin embargo, todos sus esfuerzos por esconderse resultaron inútiles, porque su fama se había extendido también incluso en este territorio pagano, y una mujer escuchó de su presencia y fue hasta donde estaba.

Sobre esta mujer no sabemos casi nada, porque como ya nos tiene acostumbrados Marcos, él omite cualquier detalle que no tenga relevancia para el fin que persigue. Sin embargo, sí nos dice que era una mujer griega y sirofenicia de nación, es decir, que era fenicia y que hablaba griego. Por lo tanto, desde el punto de vista judío, era una pagana, o tal como Mateo la describe, “una mujer cananea” (Mt 15:22).

“Y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio”

Otro detalle que Marcos nos proporciona es que tenía una hija endemoniada. Ella vino a Jesús pidiéndole ayuda porque lo que más amaba en el mundo estaba bajo el control del diablo.

Observemos también que la mujer no estaba rogando por sí misma, sino para conseguir una bendición a favor de su hija, dándonos un buen ejemplo de lo que debe ser la obra de intercesión que los padres debemos llevar a cabo por nuestros hijos.

Y percibimos también su insistencia y constancia en sus ruegos. Según Mateo, ella seguía a Jesús y sus discípulos dando voces, lo que llegó a ser del desagrado de los discípulos (Mt 15:23). Pero esta insistencia no surgía únicamente por el dolor y la ansiedad que sentía por el estado de su hija, sino que también manifestaba una fe sólida en el Señor Jesús, y por supuesto, una intercesión tan ferviente no había de quedar sin contestación.

“Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos”

Tenemos por lo tanto a una mujer cananea rogando a Jesús por la liberación de su hija. ¿Qué haría el Señor?

Cualquier judío conocía la historia de Israel y los problemas que los cananeos les habían causado desde los días de Josué. Además, la ley judía separaba a los judíos de los gentiles. En el mismo templo se levantaba un gran muro para evitar que los gentiles entraran en los atrios de los judíos, avisando de la pena de muerte en el caso de que lo hicieran.

¿Derribaría Jesús esta pared de separación intermedia y eliminaría la distancia espiritual que había entre judíos y gentiles? Pablo dijo años después que por medio de su obra en la cruz, Cristo había conseguido precisamente eso (Ef 2:11-22). Ahora veremos que en su trato con esta mujer cananea ya anticipó el deseo del corazón del Señor de bendecir a los gentiles por el Evangelio y recogerlos en un solo redil junto a los judíos (Jn 10:16). Nunca fue el deseo de Dios que sus bendiciones quedaran limitadas sólo a los judíos, y notemos cómo Jesús dejó entreabierta esta puerta cuando le dijo a la mujer “deja primero que se sacien los hijos”.

Pero aunque Jesús era el salvador universal, esta salvación debía producirse sobre la base de un orden riguroso: los judíos primero y después los gentiles. Pablo trató en Romanos la prioridad que concernía a Israel en el plan universal de salvación: “al judío primeramente, y también al griego” (Ro 1:16). Y Cristo, en su ministerio terrenal se limitó principalmente a ser “siervo de la circuncisión, para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres” (Ro 15:8). Y lo mismo mandó a sus discípulos cuando los envió a predicar: (Mt 10:5-6) “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.

Cuando consideramos estos principios establecidos por las Escrituras, podemos entender la contestación del Señor a la mujer, que si bien parecía un tanto dura, definía correctamente la posición de los gentiles frente al Reino de Dios antes de la Cruz.

Como explica el apóstol Pablo a los efesios, “los gentiles estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef 2:12-13).

“No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”

En un principio, la respuesta del Señor podía parecer de los más descorazonadora. Jesús usa una ilustración para explicar la situación a la mujer: Los “hijos”, en referencia a los israelitas, eran los que estaban sentados a la mesa y tenían el privilegio de disfrutar del ministerio terrenal del Señor. Los “perrillos” eran por lo tanto los gentiles, quienes aún no habían sido admitidos al regio festín.

Por lo tanto, Jesús se estaba refiriendo a la “hijita” de esta mujer como un “perrillo”. ¿No podía ser interpretado esto como algo ofensivo? Es cierto que los judíos se referían despectivamente a los gentiles como “perros”. Pero Jesús usó un diminutivo, “perrillos”, seguramente en sentido cariñoso. Y así lo debió entender la mujer, porque no sólo no se sintió ofendida ni desechada por ello, sino que en la forma en que se lo dijo Jesús, encontró fuerzas para seguir haciendo su petición.

“Pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos”

La mujer entendió y aceptó sin quejas ni disputas la posición de precedencia que el pueblo judío tenía frente a los pactos y promesas de Dios. Así que, en lugar de enojarse por las palabras de Cristo, vio en ellas una puerta abierta para volver a presentar su súplica a favor de su hija.

En cualquier caso, no deja de asombrarnos que esta mujer suplicaba por unas migajas de pan, mientras que los judíos rechazaban el verdadero pan que había descendido del cielo (Jn 6:35-36).

En este punto podemos preguntarnos por qué el Señor mostró una aparente falta de disposición para atender a esta mujer inmediatamente. Porque es evidente que en esta ocasión Jesús se hizo de rogar mucho más que en el resto de los casos en que las personas necesitadas venían a él en busca de ayuda.

Lo que podemos apreciar, es que éste fue el medio por el que el Señor sacó a relucir la fe de esta mujer gentil, que contrastaba fuertemente con la maldad de los judíos, que a pesar de la luz que tenían, seguían siendo duros y rebeldes. Pero no sólo de los judíos rebeldes, sino también de los propios discípulos. Notemos que el Señor sigue usando el pan en sus ilustraciones, y en esta ocasión, una mujer pagana logra entender que unas migajas de ese pan pueden satisfacer plenamente todas sus necesidades espirituales. Por contraste, los discípulos, después de haber presenciado cómo el Señor multiplicaba unos pocos panes para dar de comer a una multitud de judíos, todavía no lograban entender el significado de este milagro porque sus corazones estaban endurecidos (Mr 6:52).

Por lo tanto, en medio de todo este contesto, podemos apreciar la fe de esta mujer como una auténtica joya, de hecho, una joya casi única. Sin apenas evidencias, el concepto tan elevado que esta mujer tenía de la provisión de la gracia del Señor, nos deja admirados.

Por la narración de Mateo sabemos que el Señor quedó maravillado ante semejante fe en una mujer gentil:(Mt 15:28) “¡Oh mujer!, ¡grande es tu fe!”. Ella había captado correctamente el corazón de Dios.

“Entonces le dijo: Por esta palabra, vé; el demonio ha salido de tu hija”

El pasaje nos ha mostrado que los gentiles también tenían grandes necesidades espirituales, y que desde lo profundo de sus corazones clamaban a Dios. Por lo tanto, aunque Cristo se dirigía primeramente a los judíos, de ninguna forma les estaba ofreciendo exclusividad.

Fue la fe de la mujer la que logró eliminar todas las barreras para llegar al corazón mismo de Dios. Este es un claro ejemplo del hecho de que ningún alma hambrienta y humilde, que se acerca a la mesa abundante del Señor quedará sin saciar. Pero es necesaria la fe.

El Señor sanó a la niña a distancia, por medio de su palabra. Esto sirvió para que la mujer mostrara nuevamente la calidad de su fe: con una plena confianza en la palabra del Señor, regresó a su casa. Y por supuesto, su fe no fue defraudada, sino que cuando llegó, comprobó que efectivamente una migaja de la mesa del Señor había sido suficiente provisión para su gran necesidad.

Así que, si una mujer pagana usó el poco conocimiento que tenía del Señor con tantos resultados, ¿cuánto más se requiere de nosotros que hemos recibido privilegios mucho mayores.