Jesús se compadece y devuelve la vida: el hijo de la viuda de Naín

martes, 16 de septiembre de 2025

16/09/2025 – En Lucas 7,11-17 contemplamos a Jesús frente al dolor de una madre viuda. Su compasión lo lleva a actuar: devuelve la vida al hijo y la esperanza al pueblo.

Jesús iba camino a una ciudad llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: «Joven, a ti te lo digo, levántate». El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo». Y esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda la región y en Judea.

La compasión que nace de las entrañas de Dios

Este relato nos muestra a una mujer en la máxima vulnerabilidad: viuda y sin su único hijo. En aquella época, era sinónimo de abandono total. Sin embargo, Jesús no permanece distante: «Al verla, se compadeció de ella». Raymond Brown señala que aquí no se trata de un sentimiento pasajero, sino de la misma ternura de Dios manifestada en Cristo.

La compasión de Jesús no se queda en palabras: toca, ordena, levanta, devuelve la vida. Así actúa Dios en medio de nuestro dolor.

Una anticipación de la Pascua

Los Padres de la Iglesia vieron en esta escena un anticipo de la resurrección. San Agustín decía que el joven representa a todo pecador que Cristo levanta de la muerte interior para devolverlo a la gracia. San Ambrosio añadía que Jesús no solo resucita al joven, sino que restaura los lazos de amor rotos por la muerte, entregándolo de nuevo a su madre.

La resurrección de Naín es signo de la Pascua: donde parecía reinar la oscuridad, irrumpe la vida de Dios.

Misericordia en acción

El Papa Francisco nos recuerda que la compasión de Jesús es siempre activa: es “misericordia en acción”. No basta sentir lástima, sino estar cerca del dolor, tocar la carne herida de Cristo en los pobres, acompañar las lágrimas y ofrecer gestos que devuelvan dignidad.

La Iglesia está llamada a ser este rostro compasivo de Cristo. Como dice Evangelii Gaudium, cada discípulo misionero toca a Jesús cuando toca al que sufre.

Una Iglesia que acompaña y levanta

La primera carta a Timoteo ilumina este Evangelio al mostrar cómo los ministros y servidores de la Iglesia deben reflejar en su vida la compasión de Cristo. Más que cargos, se trata de actitudes: hospitalidad, sobriedad, fidelidad, cercanía. La verdadera autoridad en la Iglesia se mide en la capacidad de consolar y levantar.

Dos llamadas para nuestra vida cristiana

Este Evangelio nos deja dos invitaciones claras:

1 – Escuchar el llanto de quienes sufren. No pasar de largo, sino detenernos como Jesús y decir con ternura: «No llores».

2 – Ser testigos de la esperanza pascual. Como el pueblo de Naín, también hoy muchos pueden reconocer: «Dios ha visitado a su pueblo» cuando ven cristianos que siembran vida donde hay muerte.

San Juan de la Cruz nos regala una clave para este camino: «Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor». Esa es la misión del discípulo: sembrar resurrección en medio de las pérdidas.