Jesús cura a la suegra de Pedro y te cura a vos
02/09/2015 – Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Lc 4,38-44
¡Bienvenidos a la Catequesis! Hoy te invitamos a compartir, ¿cómo vivís tu vida cotidiana en clave de servicio? ¿en qué acciones concretas y cotidianas te ponés al servicio?
Posted by Radio María Argentina on Miércoles, 2 de septiembre de 2015
La casa de Simón, es como si fuera, la primera casa parroquial. Hay dos palabras que se repiten infinidad de veces en el libro de los hechos, casa y servidor. La casa de Pedro era esa casa donde el Señor entraba y salía, descansaba y se reunía con los suyos. Que lindo poder sentir y descubrir que Dios me pide mi casa. Quiere venir a estar en ella, para descansar, desde donde quiere salir y anunciar. Que importante descubrir que nuestras parroquias tienen que parecerse a una casa y no una oficina ni mucho menos una aduana.
La casa tiene calor de hogar. Tiene padres, hijos y hermanos. No hay un patrón ni un dueño de estancia, es un lugar de compartir. ¿Cómo vivo yo mi realidad eclesial? ¿Nuestras comunidades parroquiales tienen ese sabor casero? ¿Mostramos al Dios familia o nos falta calidez?
En esa casa, dice el texto, estaba la suegra de Simón con mucha fiebre. El evangelio de Marcos, que es muy parecido al de Lucas, dice que estaba postrada con fiebre. No sabemos la enfermedad, pero la fiebre es síntoma de cansancio, de debilidad. Se sentía mal de cuerpo y de alma. Ahí es que le piden a Jesús que haga algo por ella. En el evangelio de Marcos aparecen 3 verbos «se acercó, la tomó de la mano y la levantó». En el de Lucas, aparece otra linda expresión «Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció.». Jesús se agachó, como cuando lavó los pies a los discípulos.
Nos dice Dolores Aleixander:
«Hoy en este evangelio somos invitados a ver la jornada de Jesús. Una mujer anónima, a la que sólo conocemos referida a su yerno y poseída por la fiebre, fue introducida en la fiesta comunitaria del servicio fraterno por la mano liberadora de Jesús. Al comienzo del texto de Marcos, por tanto, es alguien en posición horizontal que es la de los muertos, separada de la comunidad y dominada por la fiebre. Al final del relato la encontramos en pie, curada y prestando servicio. Ha empezado a «tener parte con Jesús» (Jn 13,8)»
En la casa de Pedro, la Iglesia comprende que el modo de seguir a Jesús es servirlo. Cuando somos sanados por Él, inmediatamente el Señor nos invita a que nos levantemos y nos pongamos a servir. En un mundo donde la lógica es ejercer la autoridad del fuerte sobre el débil, del rico sobre el pobre, el evangelio nos propone lo contrario. Si has sido sanado por Jesús, levantate y vos inclinate para servir a otros. Levantate y hacé presente una Iglesia que ama y quiere a los más pobres. Muchas de nuestras dificultades de hoy es no entender que el modo de ejercer toda autoridad y presencia, siempre tendrá que ser en clave de servicio.
Esta mujer es la primera dentro de una gran multitud que entenderá que el encuentro con el Señor sólo será pleno si se pone a servir. Es una suegra y por ende madre, y quizás también abuela. Cuántos voluntarios y servidores llegan por éstas madres de la tercera edad, que siguen regalando a la Iglesia esa fragancia de servicio que no se acaba. El mismo Señor que te ayudó a levantarte te de la gracia de poder ser servidor de todos por amor a Jesús.
«En seguida ella se levantó y se puso a servirlos» dice el texto. El servicio tiene decisión, supone decidir hacerlo. El servicio es un bálsamo que perfuma la vida. Quizás la fiebre más grande que tenemos en este tiempo es el del poder. Fiebre de idolatría, de olvido de Dios, de falta de memoria de nuestros antepasados. Una de las maneras de sanarnos del Señor es a través del sacramento de la reconciliación. Allí el Señor nos dice «yo te condeno, vete en paz». Es un gran espacio de restauración del corazón, donde el Señor nos pone de pie y nos salva.
Jesús tiene una particular atención por los enfermos y esto también nos cuestiona. ¿Cómo somos frente a los enfermos? Quizás hoy un modo concreto de servicio sea pensar si tengo algún hermano, miembro de la comunidad o familiar, hacerle una visita, enviarle un watsapp o llamarlo por teléfono. Dice el texto de hoy, que «a cada uno le imponía las manos». El enfermo necesita detalles, no la masividad.
Las manos de Jesús se acercan sanando, son manos llagadas que conocen del dolor y aún resucitado las conserva. Esas son las manos que nos acarician y nos acompañan. Ponernos en las manos del Señor es dejarnos abrazar por Él, que es como un irse preparando para en algún momento descansar totalmente nuestras vidas en Él. El Señor muchas veces, hasta que llegue ese momento, nos dice «yo necesito tus manos acá en la tierra, necesito de tu dolor y no me quiero bajar de la cruz, porque ahí mismo sigo salvando al mundo». Incluso a quienes están postrados en cama, también pueden ejercer el servicio desde la oración de intercesión por todos nosotros.
Estar a solas con Dios
A primeras horas de la mañana, cuando todavía reina la oscuridad y los demás duermen, Jesús se levanta, va a un lugar desierto y se pone a orar. Allí aparece el centro del misterio de Jesús. ¿Qué busca? ¿Por qué esas necesidad de silencio y de encuentro con su Padre? Él nos muestra cómo todo vínculo real con Dios requiere ese encuentro a solas con Dios. Jesús le habla al Padre, también de nosotros, y de alguna manera nosotros somos parte de ese diálogo entrando misteriosamente en ese encuentro de amor misterioso entre las tres personas de la Trinidad. Jesús habla con el Padre… allí está el centro de toda su actividad, que le permitirá desplegarse con sus hermanos sin cansarse. Ya llegará el tiempo de las curaciones, del servicio, de los milagros, de gastarse y desgastarse sirviendo. Nos hace bien a todos recordar la oración de Jesús, la del silencio. Todos podemos caer en el activismo y pensar que lo podemos hacer presente a Dios sin estar a solas con Él.
Vivimos en una ciudad demasiado ruidosa, hiper conectados, pero tantas veces vacíos. No nos olvidemos que las tres primeras peticiones del Padrenuestro se refiere a éstos pedidos: que el Señor sea santificado, que venga el reino de Dios y que se haga su voluntad. No nos cansemos de hacer el bien, ni de servir. Servicio es realizar tu trabajo con alegría, ser el mejor de los empleados en tu oficina, descomprimir cuando el vinagre de la crítica aparece… Por eso antes de salir a la calle miramos a Dios, hacemos silencio y le pedimos al Espíritu Santo que nos haga descubrir que el Señor se ha querido venir a meter en puntas de pie en nuestro corazón.
Padre Alejandro Puiggari
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