Jesús, el Cordero de Dios

jueves, 13 de enero de 2011
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  “Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, este es aquel de quien yo dije tras de mi viene un hombre que está por delante de mi, porque existía antes que yo, yo no lo conocía pero he salido a bautizar con agua y es para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “he contemplado el espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre Él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo” y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.


                                                                                                         Juan 1, 29-34

   La frase: “Este es el Cordero de Dios” es una frase que la escuchamos en cada eucaristía, lo repite el sacerdote antes de la comunión y tal vez porque precisamente la escuchamos en la misa, tal vez se nos haya hecho costumbre y no nos asusta o no nos llama la atención la grandeza de este misterio, pero el llamar a Cristo, el Cordero de Dios, es una frase que tiene que calar muy hondo en nuestro corazón, nosotros tenemos la dificultad muchas veces de acostumbrarnos demasiado al Misterio, como que ya lo hemos incorporado y termina siendo algo rutinario, si es cierto decimos en teoría, Jesús es el hijo de Dios, en la navidad Jesús nace en nuestros corazones, Jesús nace en el pesebre pero si contempláramos verdaderamente el significado de cada una de estas frases y si hiciéramos carne lo que a veces proclamamos solo de boca, evidentemente que provocaría en nosotros por lo menos una atención muy grande a la presencia de Dios, Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para los judíos en la época de Jesús, estas palabras marcaron un antes y un después, porque algunos creyeron y al creer terminaba la espera del Mesías, una nueva etapa, el cumplimiento de la promesa de Dios, para otros no y recuerden lo del evangelio de ayer, el mundo no lo conoció, vino al mundo y lo suyos no lo conocieron, por eso yo creo que si bien nosotros tenemos la suerte, la gracia, la fuerza de Dios para día a día poder escuchar y hacer carne y pasar por el corazón, este es el Cordero de Dios, creo que también a veces el riesgo está en habernos acostumbrado a esta frase que tiene mucho para meditar, tiene mucho para pasar por el corazón, la invitación es a tener cuidado con la rutina y a no perder jamás esa capacidad de seguir asombrándonos ante la presencia de Dios y en este tiempo, tiempo de navidad, es un tiempo de gran asombro para el cristiano, porque es el comienzo de lo que en la pascua se va a cumplir, pero que Dios se haya hecho hombre, se haya hecho uno de nosotros y ha venido a habitar nuestra realidad es una cosa absolutamente descabellada a los ojos del mundo y desde nuestra razón, como Dios asume nuestra realidad, como Dios puede hacerse uno de nosotros, pues lo hizo por amor, eso tiene que ser materia de gran asombro y de acción de gracias a este Dios que por amor tiene la iniciativa no solamente de conocernos, sino de hacerse uno con nosotros, compartir todo menos el pecado, pero asumir nuestra carne para que ella sea redimida.
Los quiero invitar a profundizar y meditar en esta jornada, las virtudes teologales.
La fe, la esperanza y la caridad son infundidas por Dios en nuestra vida, en el día que fuimos bautizados.
A simple vista parece que las virtudes teologales parecen estar reservadas a pocos, mientras que la mayoría no tiene tal vez ni ocasión de practicarlas ni de conocer a fondo ya que a veces el mundo va a contrapelo de lo que podemos  llamar esto de las virtudes teologales como fe, esperanza y caridad. No es teórico lo que vamos a compartir, porque la vida de fe, de esperanza y la vida de caridad tiene que ser como el hábitat y la atmósfera en que respira el cristiano y que si desde ahí no lo hiciera pude tener como el riesgo de ahogarse en un mundo que falta precisamente ese aire puro que la da la fe, que la da la esperanza y que da la caridad.
Cuando hablamos de virtudes en general, uno puede pensar que lo que tiene que ver con virtud es una disposición habitual del hombre adquirida por un ejercicio repetido, de actuar conciente y libremente en orden a la profesión y el bien, eso es como una definición de lo que podemos entender una virtud. Para que la virtud sea virtud tiene que ser habitual y no un acto esporádico, aislado. El acto virtuoso no es este que yo hago una vez cada tanto puntualmente y luego me olvidé. Eso puede ser un acto de beneficencia.  La virtud es algo que se logra en la medida que exista lo habitual, que sea sistemático. Lo contrario de la virtud puede ser el vicio, que también es un hábito que se adquiere por repetición de actos contrarios al bien. Por lo tanto la virtud en general la podemos definir como la posibilidad que tiene el ser humano para lograr en su acción generar el bien sistemáticamente. Lo opuesto a la virtud puede ser el vicio que también se adquiere y se hace habitual por esa repetición de actos que van contrarios al propio bien. Cuando nos enfrentamos a la realidad de las virtudes teologales, decíamos que son tres, la fe, la esperanza, la caridad, y también decíamos recién que fueron infundidas, colocadas, marcadas por Dios en nuestra vida el día que recibimos el bautismo. Fueron colocadas como semillas porque nuestra vida es precisamente invitación de Dios a hacer crecer con nuestro esfuerzo, con nuestra oración y con nuestro sacrificio las virtudes que en el bautismo fueron colocadas como semillas. Es decir Dios nos da la gracia de poder dar frutos con la semilla que Él puso en nuestro bautismo, pero depende de nuestra acción, de nuestro cuidado, de cómo vamos preparando la tierra, es decir nuestra vida, de cómo vamos en definitiva haciendo todo lo posible para que esa semilla no se termine pudriendo, sino que al morir generen vida en los frutos que podemos ir realizando en nuestra vida a través del esfuerzo, de la oración, del sacrificio.
¿A qué apuntan las virtudes teologales?  Podemos tener muchas definiciones pero lo importante de esto y que quiero subrayar es empezar a convencernos de que Dios nos ha dado estas virtudes para que seamos capaces de actuar a su manera, es decir, como hijos de Dios, y así ganarle a aquellos impulsos que por nuestra propia naturaleza podemos tener que nos inclinan y que nos llevan a lo que es el egoísmo, la comodidad, el buscar el placer, sin tener en cuenta las necesidades de los demás, por lo tanto la semilla que Dios ha puesto en nuestro Bautismo nos ayudan en la medida en que lo hagamos crecer a convertir esas semillas en la acción que hace que ejercitamos nuestro ser hijos de Dios y salir adelante y vencer las tentaciones que lo que pueden provocar es que nos quedemos en el camino y dejemos de mirar a nuestros hermanos. Por eso hay una serie de características de las virtudes teologales que son por un lado dones de Dios, esto es importante a tenerlo en cuenta es decir, no lo conquistamos nosotros, no es fruto de nuestro esfuerzo, ya está la semilla son regalo que Dios nos da a todo cristiano y no obstante requieren, como decíamos hoy, esa colaboración libre y conciente para que esa semilla pueda crecer, es decir, que son regalo de Dios que nos hace y que implica que nosotros, con nuestras actitudes y con nuestra opción libre y conciente digamos voy a aprovechar este regalo que Dios me hizo y la voy a hacer crecer a esta semilla.
Conozco gente que por ahí dice: Sí, porque los otros días me regalaron tal cosa y lo tengo ahí, o me han regalado muchas cosas y nunca las uso, bueno a veces sucede esto con Dios también, Dios nos regala muchísimas cosas, entre ellas las virtudes pero a veces las dejamos allí, lo archivamos, no lo usamos, en el momento decimos que lindo, que bueno, pero después nos olvidamos. El riesgo es precisamente este, transformar lo que puede ser potencialmente hacer presente el Reino de Dios con nuestras actitudes desde las virtudes teologales, desde esa semilla que Dios puso, transformar nuestra realidad, nuestro mundo o dejar que mueran, que queden dormidas y que en definitiva nunca den fruto. Por eso requiere de nuestra colaboración libre y conciente para que se perfeccionen y para que crezca. Otras de las características podríamos decir que no son virtudes teóricas, sino es un modo de ser y de vivir la fe, la esperanza y  la caridad, es modo de vida del cristiano, no es en teoría, no se trata de aprender ni de saber de memoria, sino se trata de hacerlo carne, como vivo mi fe en el día a día, soy testigo de esperanza en mi mundo, como es mi actitud hacia el necesitado, hacia los demás, como es mi caridad, mi amor, mi entrega, son cosas muy realizables, muy palpables y muy evaluables también y otra de las cosas que también son como características de esta virtudes, que esta tres virtudes tienen que ir siempre juntas, fe, esperanza y caridad no pueden estar separadas, sino no tiene sentido, por eso, queridos hermanos me pareció importante para comenzar hacer esta introducción de lo que son las virtudes en general, lo que son las virtudes teologales, cual es el fin de estas virtudes teologales y cuales son las características que podemos mencionar para tener en cuenta este regalo que Dios nos hizo, que es semilla y que el cristiano está llamado a perfeccionarlo y hacerlo crecer en el día a día.
   Vamos a hablar un poquito de lo que es la virtud de la fe, como podemos definir la fe y acá podríamos entrar en un tema que nos puede llevar, no solamente hora sino talvez días, porque definición de fe puede ser muy amplio, pero podríamos decir que es un regalo, es un don que Dios nos hace, que lo que hace y provoca en nosotros, que nos transforma en personas capaces de reconocerlo a el mismo, por medio de la fe somos capaces de encontrarnos con Dios y reconocerlo de ver su mano, de ver su presencia en nuestra vida, de ver las cosas como el las ve, por tanto ya acá partimos de la base de que la fe no es un conocimiento teórico o abstracto o de doctrinas que debemos aprender, sino que en definitiva y esto quiero subrayarlo la fe es la luz para entender las cosas de Dios, esto me parece muy importante, la fe es la luz que nos regala Dios para entender las cosas de Dios y que características podemos encontrar precisamente en este regalo, la fe, primero que nada como característica la fe es un encuentro con Dios, con su designio, con su proyecto, con el sueño que el tiene para nosotros, con el deseo de planificarnos, de salvarnos, es un encuentro con Él y con la fe nosotros podemos responder libremente a ese encuentro estregándonos y aceptando su voluntad con la inteligencia y con nuestra capacidad de decirle que si. Por un lado entonces es un encuentro con Dios y con su proyecto de vida para nosotros y gracias a la fe podemos responder libremente de que estamos dispuestos a aceptar ese proyecto porque sabemos, por medio de la fe, que ese proyecto implica plenitud de vida y felicidad para nosotros. Otra de las características de la fe, podemos decir que la fe es sencilla, que no es una característica de la fe algo que esté hecho con discursos, sino que es definitiva, verdadera adhesión a Dios, como lo hizo María y como lo hicieron siempre nuestros padres en la fe, por lo tanto es sencilla la fe, es ni mas ni menos que adhesión verdadera a Dios, esto es lindo, adherirnos verdaderamente a Dios, pero no solamente de boca, de palabra, de discurso, con nuestra propia vida. Dios es muy común encontrar gente que uno dice, parece mentira lo duro que ha sido la vida con esa persona, como sigue adherido a Dios, como sigue creyendo en Él y como tiene la vida puesta en Él, y es la fe precisamente, es adherirnos a Él, es estar unidos a Él, sobre todo en los momentos de cruces. Cuando todo es color de rosas esta todo bien, es facilísimo, pero cuando la vida nos mueve, nos sacude y hace que en algún momento nos estemos tragando algún sapo, cuando estemos con ese sabor amargo, de dolor, de la perdida, de la desazón, es ahí donde nos tenemos que afianzar a nuestra fe, decir, Señor estoy crucificado contigo. Otra de las características de la fe, la fe vital, es decir, debe cambiar mi vida, debe demostrarse en mi, que soy una persona de fe, por eso tengo que vivir la fe, por eso es vital, no puedo decir yo tengo fe y seguir como si nada, la persona que se encuentra conmigo, debe descubrir por mi sola presencia, pero no por medito mío, sino por el regalo de Dios que soy hombre de fe, que soy hombre que cree, que soy hombre que acepto la voluntad de Dios. Otra característica de la fe podemos decir que es experencial, es un conocimiento de Dios en la intimidad, los que tienen fe gozan de la presencia de Dios, el tener fe nos lleva a tener la necesidad de encontrarnos con Dios, porque queremos estar con Él, porque es nuestro gozo, porque es nuestra dulzura, porque es nuestra ayuda y porque es nuestro alivio, no es un sentimiento, es mas que un sentimiento, es un conocimiento del espíritu que Dios nos concede para imitar a su presencia, para ir a su encuentro, por eso este conocimiento, no es teórico, no es racional, sino que es experimental, es un conocimiento que experimentamos de Dios en donde nos ayuda a manifestarnos en nuestra propia vida, en el sacrificio, en el dolor, en los momentos de prueba, es ahí donde nosotros experimentamos la presencia del Señor, aquel que nos ayuda porque sabe de dolor y porque sabe de sufrimiento. Otra de las características de la fe, la fe es objetiva, es decir, no se queda en un nivel subjetivo, no es yo tengo fe y soy yo y Dios y nadie mas, la fe es la postura y nuestra fuerza puesta en un Dios que se ha revelado y que se revela a través de la palabra que hemos recibido como iglesia, en la iglesia y palabra que es preciso conocer, que es preciso aprender, que es hacer la vida o iglesia como comunidad, por eso la invitación de la iglesia a vivir nuestra fe es una luz en el camino de nuestra relación con Dios, lo ilumina, lo hace seguro, la iglesia nos propone que vayamos por este camino que es seguro camino de encuentro con Dios, por eso es objetiva y no es personal, es decir, soy yo y nadie mas, yo no me relaciono con los demás, Dios esta conmigo y el mundo no existe, vivo en un mundo y pertenezco a la iglesia y la iglesia es la que me alumbra el camino por donde yo seguí a Jesucristo, que es el que me da la plenitud de vida. Otra de las características de la fe es también el compromiso, compromete mi vida, mi vida con Dios en la fidelidad a su proyecto, a su voluntad y en la donación total a Él, compromiso que tengo que asumir también en defenderla, de que manera, con mi palabra, pero también con mi testimonio y el compromiso que tengo de alimentarla con el encuentro con la palabra de Dios, con la meditación de su proyecto y a su vez desde ahí, desde ese encuentro con la palabra, desde esa vida sacramental ir al encuentro de mis hermanos, por lo tanto es compromiso también. Me parecía importante marcarles estas como seis pautas de lo que es la fe, es decir, la fe es un encuentro con Dios, la fe es sencilla, la fe es vital, la fe es experiencia, la fe es objetiva y la fe termina en compromiso, características importantes para meditar y para pasar por el corazón precisamente de lo que significa esta virtud que es la fe, que es un regalo que Dios nos hace, reitero, para poder reconocer a Dios, ver su mano, ver su vida, ver su presencia en nuestra vida y en nuestra comunidad.
¿Cómo debemos reaccionar como cristianos ante los problemas, el mal, las dificultades de la vida? A veces estamos tan bombardeados de una realidad que aparentemente es tan dura, que hace que muchos de los cristianos puedan caer en el desaliento y piensan que ya está, que no hay más nada que hacer, esto es inútil, que no hay nada nuevo bajo el sol, etc. Hay otros que dicen que nuestra esperanza es una especie de ingenuidad, idealismo. Los cristianos hablan de la esperanza pero en realidad eso es algo que nunca se va a lograr, hay gente que dice que la esperanza puede tener un tinte de egoísmo. ¿Por qué no debemos caer en el desaliento y la desesperación?
La esperanza es la virtud teologal por el cual nosotros deseamos a Dios como un bien supremo y confiamos firmemente en alcanzar la felicidad eterna y a su vez en adquirir como gracia los medios para precisamente alcanzar la plenitud de vida. La esperanza es la que mantiene encendida nuestra posibilidad de seguir caminando al encuentro con Dios y a la felicidad plena. ¿Cómo debemos fundamentar la esperanza? Primero que nada el fundamento es que vivo confiado en esa esperanza porque soy conciente de que Dios es fiel. Más allá de mis infidelidades descubro que Dios es fiel y creo que Cristo es Dios, y entonces precisamente en este tiempo de Navidad, es el tiempo en el cual yo también estoy llamado a despertar y hacer crecer la esperanza porque Dios ha asumido mi propia realidad. Ese Dios que es omnipotente y a su vez bondadoso, no falla en sus promesas, es el Dios que viene a mi encuentro, Él en la presencia real de Jesucristo como verdadero Dios y como verdadero hombre. ¿Cuáles son los efectos que podemos tener en función de lo que es la virtud de la esperanza? La esperanza pone en nuestro corazones el deseo del cielo, de poseer a Dios, de que seamos poseídos por Él también, la esperanza pone y nos ayuda a tener esa escala de valores en nuestra vida, sabiendo que el fin último es el encuentro con Dios que nos regala plenitud de vida, porque a través de Jesucristo nos ha demostrado que la vida es plena en la medida que lo sigamos, porque pasando por la cruz, por la muerte sabemos que vamos camino a la resurrección. Otros de los efectos es hacer eficaces nuestras peticiones. La esperanza mantiene y hace eficaz lo que pedimos, lo que deseamos y lo que necesitamos. Nos da el ánimo y la constancia en la lucha asegurándonos el triunfo. Esperamos en el triunfo puesto como el encuentro con Dios, nos proyecta al apostolado, la esperanza nos lanza porque queremos que sean muchos lo que puedan encontrarse con Dios. Por lo tanto cuando yo encaro una actividad pastoral, cuando participo en la parroquia, en el colegio, en la capilla, en el hospital, en dónde sea, cuando participo como voluntario en esta obra de Radio María, lo hago porque tengo la esperanza puesta en Dios de que a través de la obra que realizo puedo llegar a mis hermanos a que ellos también puedan descubrir la importancia de la presencia de Dios en nuestra vida.
¿Cuáles son aquellos obstáculos que podemos tener con respecto a esta virtud en la esperanza que pueden salir a nuestro camino?, y lo sabemos lo que puede ser la presunción, es decir un obstáculo es esperar de Dios el cielo y las gracias necesarias para llegar a Él sin poner por nuestras partes los medios necesarios, es decir acá en mi país tenemos un dicho que dice “A Dios rogando y con el maso dando”, yo me puedo sentar y me cruzo de brazos y digo  Dios dame todo lo que yo necesito y me acuesto a dormir. Bueno, eso es un obstáculo para la esperanza, es decir en realidad no espero nada, porque lo que Dios me está diciendo es,  perfecto, lo conseguiremos lo que de plenitud de vida, pero hay que arremangarse. Lo que decíamos hoy, son semillas a las cuales yo tengo que trabajar la tierra, mi tierra, la tierra de la comunidad para que crezca, eso es un obstáculo esperar todo de Él, que todo lo haga como si fuera un mago. Él es Dios no es un mago, es mucho más que eso, es alguien que está en nuestra vida, nos ama tanto que tiene la iniciativa de venir a nosotros y nos invita a que nosotros caminemos con Él. Otro de los obstáculos pueden ser el desaliento y la desesperación. Estamos tentados, hartos y a veces vencidos en la lucha, en lo de todos los días, nos desanimamos y pensamos que en realidad hay cosas nunca van a cambiar, y ahí empezamos como a desesperarnos por aquello que decíamos bueno pero Dios dónde está, frente a un mundo donde a veces parece que va contra pelo de lo que esperamos, porque nos propone una alternativa que nos vacía, ahí podemos caer en la desesperación y puede surgir esta pregunta, ¿Dios dónde estás? Y la respuesta la tenemos si miramos nuestro propio tiempo, en el que estamos viviendo ahora, ¿Dios dónde está? Está en nuestro corazón, porque acaba de nacer, más cerca de lo que nosotros pensamos, entonces cuando sintamos el desaliento y nos sintamos desesperanzados, hasta podemos llegar a la inquietud y la ansiedad de preguntar Dios no estás, la pregunta la tenemos que cambiar por, yo dónde estoy, cambiemos la pregunta, porque Dios está más cerca de lo que nosotros creemos, Dios está en nuestro corazón, nuestro corazón se ha transformado en cuna para poder recibir al Mesías. Por eso ojo con estos obstáculos que son engañosos, el mal espíritu pone como esas cáscaras de banana en el camino para que nosotros patinemos y perdamos de vista que en realidad la desesperanza y el desaliento son como una especie de veneno que termina aniquilando nuestra vida y termina cerrándonos a la presencia de Dios.
La Eucaristía, la esperanza puesta en la celebración de la Eucaristía, es decir la esperanza es la venida del reino que se realiza ya de manera misteriosa y verdadera en la comunión eucarística, es enorme este misterio. Si realmente nosotros fuéramos concientes de lo que significa términos que usamos, como el cordero de Dios y otros, estaríamos impactados. Bueno, la eucaristía es enorme este misterio y a veces también la maldita rutina termina diciendo bueno, es una misa como voy todos los domingos o como voy todos los días, ya estoy acostumbrado. Pero la comunión es empezar a gustar esa promesa del cielo de alimentar el deseo de la posesión eterna. Es brutal esto. Si realmente pasáramos por el corazón lo que celebramos en la eucaristía, nos sentiríamos desbordados del amor de Dios y saldríamos distintos de cómo entré a celebrar la eucaristía, porque no estoy teniendo un encuentro de lo que están hablando de Dios o me están mostrando un librito sobre Dios. Estoy en un encuentro en donde puedo recibir en cuerpo y sangra a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, es decir comemos a Dios porque Él así lo quiso. Es lo máximo que podemos esperar y si realmente viviéramos la eucaristía desde este misterio, no necesitaríamos más nada para poder acercarnos a Dios, porque lo recibimos a Él mismo en la propia eucaristía. Por eso la esperanza está prendida del encuentro eucarístico vivido en función de lo que celebro memorial de Jesucristo que se entrega por amor, con su cuerpo y con su sangre y me da vida para seguir adelante. Entonces desde esta realidad podemos repasar lo que significa para nosotros esto de la virtud teologal de la esperanza. Es la virtud por el cual deseamos a Dios como bien supremo y desde ahí confiamos, esperamos porque así Él lo ha demostrado que lo ha cumplido en recibir la felicidad eterna.  Podemos tener en nuestro corazón el deseo de poseer y de poseernos por Dios, de que nuestras peticiones se hagan realidad, que la esperanza nos da ánimo y constancia, y nos proyecta hacia el encuentro de los demás a nuestro apostolado, a veces podemos esperar con los brazos cruzados, la esperanza implica nuestra acción también porque Dios así lo quiere y a su vez también otros de los venenos que puede haber es el desaliento y la desesperación. Pero cuando nos encontramos en la eucaristía renovamos la fuerza, la esperanza, porque Dios se ha quedado en el cuerpo y en la sangre que recibimos desde el encuentro eucarístico.
La fe y la esperanza no tienen ningún sentido sino desembocan en el amor sobrenatural o lo que conocemos como caridad cristiana, quedarían en el aire la fe y la esperanza. ¿Cómo hago para que se haga carne, se concretice en la realidad? Por la fe tenemos el conocimiento de Dios, y por la esperanza confiamos en el cumplimiento de las promesas de Cristo y por la caridad obramos de acuerdo a las enseñanzas del evangelio. Por eso a la caridad podríamos definirla como la virtud por la que podemos amar a Dios y a nuestros hermanos por Dios. Por la caridad y en la caridad Dios nos hace partícipe de su propio ser que es amor, AMOR. Esto es muy importante, son frases que son para anotarlas y pegarlas en la heladera, como yo digo, uno va a la heladera varias veces al día, bueno esas frases, por la caridad Dios nos hace partícipes de su propio ser que es amor, por la caridad y en la caridad, Dios se hace presente como Dios de amor. La experiencia del amor de Dios la Han vivido muchas personas a lo largo de la historia. San Pablo dice, me amó y se entregó por mí. Y quienes han experimentado ese amor han quedado llenos de la presencia de Dios y han dejado todo para corresponderlo. Miremos a San Francisco de Asís, entre otros. Lo demás queda como basura frente al amor de Dios.
El amor de Dios es tal vez lo más cierto y lo más seguro, existiendo desde siempre, estábamos antes de que nosotros naciéramos, una vez que es encontrado se tiene la sensación de que anteriormente fue una pérdida de tiempo. “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva” decía San Agustín, tú estabas dentro de mí, yo fuera. El amor de Dios es sólido, es firme, es una roca que nos habla desde su palabra, desde el evangelio, el amor de Dios es siempre nuevo, es fresco, es bello, se hace presente a cada instante, es perpetuo, no se acaba, no tiene límites, si hay dificultades con el amor de Dios no es por Dios, sino por nosotros, el amor de Dios es permanente, Dios es fiel. Podemos tener características de este amor, de esta caridad, la sinceridad y la pureza, el servicio al necesitado, el perdón y la misericordia, la universalidad, y la delicadeza del amor de Dios. Que lindo si pudiéramos hoy a lo largo del día, se los recomiendo, si pudiéramos meditar el himno a la caridad de San Pablo, este texto que conocemos. 1 Corintios 13, 1, El himno al amor, dónde el amor es paciente, no se irrita, no hace gestos malos, es benigno, engendra el bien, la dulzura, no es envidioso. La caridad no se hincha, no se agranda porque se da, la caridad la tolera, lo excusa, se complace en la verdad, no pasará jamás. Por lo tanto desde esta perspectiva debemos tener en cuenta de que Jesucristo en el evangelio predica el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como así mismo, como es el principal mandamiento. Predica las dos reglas como único mandamiento. Esto quiere decir que el amor de Dios y a Dios cuando es verdadero evidentemente que hace brotar, transformar el amor hacia los hombres, nuestros hermanos. Por eso la caridad tiene en esta virtud la peculariedad de vaciarnos del egoísmo y de vivir en toda la entrega y la generosidad, es decir el verdadero amor. El amor al prójimo significa búsqueda del bien de todos los hombres, el otro es presencia de Cristo, el otro es presencia de ese Dios, por lo tanto mi vida hacia el otro tiene que ser con las virtudes, con la fe, la esperanza, con la caridad. Ese amor que se entrega y que hace que yo me tenga que descalzar en la vida del otro porque es tierra sagrada. El amor a Dios está llamado a crecer en nuestro corazón, se hace de la manera más concreta, practicándolo. Cuánto hace que no le digo a alguien te quiero, que no le doy el abrazo que está esperando, que no voy a pedirle perdón a quien tengo que pedir perdón, cuánto hace que sigo sin dejar de lado mi orgullo, cuánto hace. Tiempo de navidad, tiempo de nacimiento, tiempo para poder vivir esto que es aire puro para el cristiano, la fe, la esperanza y la caridad.

                       

Padre Fabián Rovere