29/05/2017 – ¿Quién es Jesús? ¿Sólo un profeta reconocido? Seguimos profundizando en las verdades básicas de la fe con la ayuda del Catecismo de la Iglesia Católica.
“El Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”. Lucas 2,10-11
“El Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
Lucas 2,10-11
Sin los evangelios no sabríamos que Dios nos envía a su Hijo por su amor eterno, para que, a pesar de nuestros pecados, podamos retornar a la comunión eterna con Dios. [422- 429]
Los relatos acerca de la vida, muerte y resurrección de Jesús son la mejor noticia del mundo.
Testimonian que el judío Jesús de Nazaret, nacido en Belén, es “el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16) hecho hombre. Fue enviado por el Padre para que “todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4).
Jesús en hebreo significa “Dios salva”. [430 435,452]
En los Hechos de los Apóstoles dice san Pedro: “Bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12).
Todos los misioneros, en el fondo, llevaron a los hombres esta noticia.
En la fórmula “Jesús es el Cristo” se expresa el núcleo de la fe cristiana: Jesús, el sencillo hijo del carpintero de Nazaret, es el Mesías esperado y el Salvador. [436440,453]
Tanto la palabra griega “Christos” como la hebrea “Messias” significan “ungido”. En Israel eran ungidos reyes, sacerdotes y profetas. Los APÓSTOLES experimentaron que Jesús está ungido “con la fuerza del Espíritu Santo” (Hch 10,38). Por Cristo nos llamamos cristianos, como expresión de nuestra alta vocación.
Cuando Jesús se denomina a sí mismo “Hijo único de Dios” (Hijo único o Unigénito, Jn 3,16) y así es testimoniado por Pedro y otros, se expresa con ello que entre todos los hombres sólo Jesús es más que un hombre. [441445,454]
En muchos lugares del NUEVO TESTAMENTO (Jn 1.14.18; 1 Jn 4,9; Heb 11,7 entre otros) se llama “Hijo” a Jesús. En el Bautismo y en la Transfiguración una voz celestial designa a Jesús como “el Hijo amado”. Jesús comunica a sus discípulos su relación única con el Padre del cielo: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios se manifiesta en la Resurrección, aunque ya lo era eternamente junto al Padre.
“Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’ y decís bien, porque lo soy” (Jn 13,13) [446451,455]
Los primeros cristianos hablaban con naturalidad de Jesús como el “Señor”, sabiendo que en el ANTIGUO TESTAMENTO esta denominación estaba reservada para dirigirse a Dios. Mediante numerosos signos Jesús les había demostrado que él tiene poder divino sobre la naturaleza, los demonios, el pecado y la muerte. El origen divino de la misión de Jesús se reveló en la Resurrección de los muertos. Santo Tomás confiesa: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Esto quiere decir para nosotros: si Jesús es el Señor, un cristiano no debe doblar su rodilla ante ningún otro poder.
“Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo” (CREDO de Nicea-Constantinopla). [456-460]
En Jesucristo, Dios ha reconciliado al mundo consigo y ha liberado a los hombres de la cautividad del pecado. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito” (Jn 3,16). En Jesús Dios asumió nuestra carne humana mortal (ENCARNACIÓN), compartió nuestro destino terreno, nuestros sufrimientos y muerte y se hizo en todo igual a nosotros, excepto en el pecado.
En Jesús Dios se ha hecho realmente uno de nosotros con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser a la vez Dios y por tanto nuestro Señor. El concilio de Calcedonia, del año 451, declaró que la divinidad y la humanidad están unidas entre sí en la única persona de Jesucristo “sin confusión ni división”. [464467,469]
La Iglesia se ha esforzado durante largo tiempo para poder expresar la relación entre divinidad y humanidad en Jesús. La divinidad y la humanidad no están enfrentadas, de modo que Jesús sólo fuera parcialmente Dios y parcialmente hombre. Como no es cierto que la naturaleza divina y la naturaleza humana se mezclen en Jesús. En Jesús Dios no ha tomado sólo en apariencia un cuerpo humano (docetismo), sino que se hizo realmente hombre. Tampoco se trata en la humanidad y en la divinidad de dos personas diferentes (nestorianismo). Finalmente, tampoco es cierto que en Jesucristo la naturaleza humana desaparezca al ser asumida en la naturaleza divina (monofisismo). Contra todas estas herejías la Iglesia ha mantenido firme la fe en que Jesucristo es, en una persona, a la vez verdadero Dios y verdadero hombre. La conocida fórmula “sin separación y sin confusión” (Concilio de Calcedonia) no pretende explicar lo que es inalcanzable a la inteligencia humana, sino que, por así decir, fija los pilares de la fe. Designa la “dirección” en la que se puede buscar el misterio de la persona de Jesús.
Puesto que Jesús se adentra en el misterio de Dios, no se le puede comprender si excluimos la realidad divina invisible. [525-530,536] El lado visible de Jesús nos remite al invisible. En la vida de Jesús vemos numerosas realidades que están poderosamente presentes, pero que sólo podemos comprender como misterio. Estos misterios (Misterio) son por ejemplo la filiación divina, la Encarnación y la Resurrección de Cristo.
Sí. Jesús “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Concilio Vaticano II, GS 22,2). [470476]
A la humanidad plena de Jesús pertenece también que tuviera un alma y que se desarrollara espiritualmente. En esta alma estaba radicada su identidad humana y su particular auto-conciencia. Jesús conocía su unidad con su Padre celeste en el Espíritu Santo, por quien se dejaba guiar en todas las situaciones de su vida.
Padre Javier Soteras
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