Jesús, el Señor de la historia, el liberador

miércoles, 13 de enero de 2010
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Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

Comenzamos ésta jornada con la Palabra de Dios del Evangelio de San Marcos que nos presenta ésta acción propia del Hijo de Dios que es liberadora redentora y salvadora que es también liberadora para nuestra vida. Jesús es el Señor de la historia y nos libera de la misma forma que liberó a los endemoniados enfermos que necesitaban de la sanación por eso la predisposición de nuestro corazón tiene que ser hoy abierta a ésta profesión de fe de Cristo que es el Señor y liberador de nuestra vida . Precisamente al comienzo del año tiene que ser ésta Palabra de Dios que escuchamos cada día y va iluminando nuestro quehacer descubrir que ésta Palabra de Dios es un programa de vida, de fe para nosotros los cristianos porque todo lo que hemos ido meditando en el tiempo de Navidad, ahora en los Evangelio de éste tiempo durante el año nos hace ver lo que tiene que ser toda nuestra vida. Es allí donde nosotros proclamamos ésta Palabra de Dios viva y eficaz y pedimos que el Señor ilumine toda nuestra vida, nuestro acontecer. Cuando comenzamos el año decíamos lo ponemos bajo la providencia de Dios y queremos que así sea vivido por todos nosotros para que éste año nuevo que estamos empezando cuente con la fuerza de Dios para poder remarlo.
Este texto del Evangelio de San Marcos que compartimos como hermanos nos permite compartir como era un día de Jesús. San Ignacio de Loyola cuando nos regala los ejercicios espirituales nos dice un gran elemento que ayuda a nuestra oración y a nuestra relación íntima de amistad con Jesús. El nos habla que es importante en nuestra oración poder vivir y hacer la composición de lugar porque nos ambienta en el momento en que Cristo el Señor de la historia obró sus milagros y vivió su vida de redentor. Ayudar a nuestra mente, nuestra inteligencia haciendo la composición de lugar .De hecho cuando rezamos el Santo Rosario y al anunciar los misterios estamos proponiendo un momento de reflexión para que uno se componga interiormente el lugar en el que se desarrolló ese misterio del rosario y ayudar así a nuestra inteligencia que muchas veces al decir de Santa Teresa es como la loca de la casa que se nos escapa se distrae y va para cualquier lado. El componer el lugar en el que ocurrió éste hecho bíblico o éste pasaje del Evangelio. El evangelista San Marcos nos da ésta pauta. Darnos la posibilidad de que compongamos como era un día en la vida de Jesús que se levanta temprano, el sábado enseña en la sinagoga, que cura a la suegra de Pedro, que vive en la casa de Pedro por eso la suegra comienza a servirlos es decir que come entre ellos, que comparte lo que la familia compartía y Jesús que al atardecer recibe a otros enfermos, agobiados, expulsa demonios. Ese Jesús que después del descanso de la noche bien temprano se levanta para orar Un Jesús que enseña, que camina, que se dirige a otros pueblos y aldeas para llevar el mensaje de la Palabra de Dios, la Buena Noticia que El nos ha traído, de Cristo que comparte no solo nuestra propia limitación en las enfermedades, en las dolencias sino también de Cristo que comparte las comidas, el descanso, la oración, toda la vida de Jesús hace presente el Reino entre nosotros y es bueno componer éste lugar porque nos ayuda a meternos también y a descubrir que Jesús forma parte de nuestra vida, de lo que nosotros hacemos ayudándonos a hacer el bien. Forma parte de nuestros dolores porque El viene a sanarlos, forma parte de ésta intimidad de cada uno de nosotros, nuestras fibras más íntimas. El Concilio Vaticano II dice ese sagrario que es la conciencia del hombre al que solo tiene acceso la persona humana y Dios, sagrario especialísimo de nuestro interior. Jesús entra en éste sagrario nuestro para sanar, liberar, curarnos y para caminar con nosotros lo que nosotros tenemos que caminar. El va a nuestro lado en nuestro caminar como dice una canción que utilizamos en nuestra liturgia y ésta presencia de Cristo que nos ayuda y nos permite que compongamos un día de El porque también es un día nuestro también nos hace ver como su presencia atrae al pueblo, lo subyuga especialmente a aquellos que estaban más necesitados porque Jesús los mira con amor y los atiende con amor especial. Esta actitud que tanta falta nos hace especialmente cuando nos sentimos necesitados que se nos trate con amor. A veces en nuestros lugares de servicios asistenciales de salud también en las oficinas, en los lugares de trabajo que importante es cuando nos tratan con amor y somos tratados y nos sentimos tratados con amor porque también allí hay una acción de Cristo que en medio de una necesidad sale con la primera respuesta que es la respuesta liberadora del amor. Cuando uno se siente tratado con amor especialmente cuando tenemos una dolencia física o una necesidad sea cual fuere y que se nos trate con amor inmediatamente suaviza esa necesidad, la aminora, la achica. Cristo no solo miró con amor sino atendió con amor especial y ésta acción de la suegra de Pedro que recupera la salud con un solo gesto de ayuda inmediatamente la hace reaccionar con el servicio. Se pone a servirlo a Jesús y a todos los que estaban con El. Jesús de aldea en aldea pasa, anuncia y sigue su camino porque El comunica éste amor del Padre. El oró al Padre tenía un momento de intimidad con el Padre y su acción liberadora es para todos por eso invita que lo acompañen para ir a otros lugares a predicar allí porque El vino para eso y ésta acción de Cristo es también la acción de la Iglesia, la acción nuestra de bautizados. La Iglesia proclama éste Evangelio de salvación y lo asume. Nuestra misión son los demás, los de la periferia, lo de las otras aldeas. La Iglesia no se tiene que encerrar en si misma, ni es para si misma. Su servicio es alcanzar a todos con el mensaje de la salvación de Jesús. Este Reino de Dios se construye con palabras que dan vida, con acciones que transmiten la vida nueva que Cristo nos trajo. Un Evangelio vacío no tiene consistencia en la construcción de la civilización del amor. Aquello que Pablo VI deseaba tanto entre nosotros los hombres: los cristianos llamados a construir la civilización del amor. Esta composición de lugar hoy nos permite mirar el Evangelio con otros ojos que posibilita que nosotros podamos incluirlo a Jesús, el Señor de la historia y el liberador en el hoy de nuestra vida. Invitarlo a que El venga a caminar con nosotros, a que se venga a poner a nuestro lado, a que comparta nuestra intimidad aquella intimidad que es tan nuestra que muchas veces a lo largo de la historia nadie se entera de ésta intimidad que reclama un grito liberador y que lo tiene a Jesús como liberador y por eso lo proclamamos y le decimos que Jesús al compartir nuestro lugar, nuestra historia, nuestra vida sea nuestro liberador. De que necesitas que te libere Jesús hoy? Con que acción concreta manifestas tu compromiso con el mundo de hoy siendo parte de éste Reino que se está construyendo? Cual es tu acción concreta así como la suegra de Pedro se puso a servirlo a Jesús y así como la Iglesia tiene que ser la servidora de la historia de los hombres. Con que acción concreta comprometes tu vida con el mundo de hoy para hacer presente el Reino?
El Evangelio de San Marcos que la liturgia hoy nos presenta como éstas tres bases concretas de una acción de Cristo. La acción de Cristo que libera y que cura, que está al lado de aquella multitud de sufrientes, de enfermos que los llevaban para que El los tocara, la acción de liberación. También la acción de Cristo que vive en intimidad con el Padre porque temprano sale a orar y también la actitud de la suegra de Pedro que curada se pone a servirlo imagen también de la Iglesia que tiene que hacer presente el servicio entre aquellos que por la Gracia de Dios, por el Bautismo, somos curados y formamos parte de ésta comunidad servidora en medio de la historia y del mundo. Tan importante es esto que inmediatamente los primeros cristianos veían en éstas acciones de Cristo la mano fuerte de Dios. Aquello que se menciona en el Antiguo Testamento en el salmo 62 es la mano fuerte de Dios que interviene en la historia, que interviene en nuestra vida cuando a veces humanamente parece todo oscuro o cuando los horizontes se cierran la mano fuerte de Dios que interviene abriendo ese camino con la luz y el amor que solo Dios nos puede dar. Estas narraciones de las curaciones es interrumpida para decir que Jesús se apartaba para orar y ésta mención de Jesús de levantándose muy temprano para asegurarse el tiempo de oración destaca también en nosotros la necesidad de alimentarnos en el encuentro íntimo con el Padre en medio de la actividad y preocupaciones de la vida que todos tenemos y luego también se manifiesta ésta acción universal de Cristo. El no quiere clausurarse en un lugar porque tenía que llegar a todos. Desde el encuentro del Padre sacaba una libertad interior que le permitía no aferrarse a nada y lanzarse a lo que el Padre le indicara. Inmediatamente el Evangelio aclara que la misión consistía también en expulsar demonios. Esa expulsión que simboliza la liberación de todo tipo de males sobre todo de los males más profundos del corazón humano a través de su Palabra que es viva y eficaz  Esos males profundos que están en ese sagrario íntimo que es nuestra conciencia y nuestro corazón del que muchas veces necesitamos también ser liberados y experimentar éste señorío de Cristo que es el liberador y el que rompe la esclavitud de todo aquello que nos atormenta o lo malo que esclaviza nuestra vida pero éste título de Jesús liberador, Jesús Señor es algo que forma parte de nuestra fe cristiana. Creemos y proclamamos que Jesús es el Cristo, el Mesías, el Ungido de Dios, el liberador de todas nuestras vidas y proclamarlo a Cristo de ésta forma no es solamente un título nobiliario que lo enaltece ha sido puesto al servicio nuestro, de los hombres. Cristo, el Hijo de Dios, Palabra eterna del Padre, no necesita que nosotros lo proclamemos con títulos. Muestra que en esos títulos hace su servicio a la humanidad porque el Hijo de Dios vino para servirnos no para ser servido. Proclamarlo al Señor de la historia, liberador de nuestra vida nos involucra porque somos nosotros los beneficiarios de éstas acciones y de estos títulos que el Hijo de Dios tiene. Somos nosotros los que nos beneficiamos de ésta acción concreta del Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación. El nombre de Jesucristo es solo liberador y el que doblega el poder de los espíritus impuros, todo mal, toda enfermedad. El nombre de Jesús, corriente en el pueblo de Israel significa Dios salva, permite que nosotros descubramos que se cumple la promesa y entonces El es el Salvador y aporta la salvación para toda nuestra vida. Jesús el Mesías habla de Dios como no lo hace nadie en forma directa, íntima. En todo lo que El dice o hace está unido con el Padre, conoce la voluntad de Dios por eso Jesús puede contradecir a los doctores de la ley cuando en nombre de Dios restringen la libertad de las personas que les han sido confiadas y les hacen la vida más difícil .Jesús acerca a los hombres a Dios Padre, cura a los enfermos, come con publicanos, no rehuye a quienes por sus deficiencias fueron excluidos de la comunidad y de las ceremonias religiosas por las enfermedades, perdona en nombre de Dios a quienes han cometido faltas, confía en que cambiaran de vida. Muchos hombres y mujeres se encuentran con Jesús y se preguntan quien es éste hombre. Será un profeta de Dios, otros se asombran y creen en El, otros preguntan con desconfianza quien le dio éster poder, otros escandalizados dicen que blasfema y algunos se interrogan el Mesías cuando llegue va a hacer signos mayores que éste, pero nosotros sabemos y profesamos que Cristo es nuestro Señor, Señor de la historia y de nuestra vida, viene a traernos la liberación que nuestros corazones necesitan para vivir la realidad total de ser todos de Dios e identificarnos con El. El Señorío de Cristo es el de nuestro corazón de allí que El es el que viene a liberarnos de aquello que nos esclaviza, que no es de Dios: el pecado que es el mal, el dolor, la angustia que son esos demonios que nos tironean. En Todos los Evangelios de estos días vamos recibiendo de manera gradual como recibirlo al Hijo de Dios permite que nosotros en el lugar de nuestra historia le demos sitio a El porque El viene a poner su morada entre nosotros y hacer la composición de lugar hoy no es pensar solamente en la época que ocurre esto, histórica, evangélica, sino que es mirar el lugar de mi vida, componer el lugar en mi historia de mi infancia, adolescencia, de mi juventud, de mis decisiones como hombre o mujer adulto y en esa composición de lugar de mi vida allí Cristo Señor de la historia tenga su lugar porque El viene a liberar, sanar, a ayudarme a tener intimidad con el Padre en la oración. Jesús orante ora conmigo, Jesús sanador sana lo que en ti está enfermo, Jesús liberador libera lo que en éste lugar y en mi necesita liberación. Jesús que va a otros lugares a predicar el Reino de Dios en mi me transforma en predicador y evangelizador para que lleve el Reino de Dios entre los hombres y en el mundo. Jesús que pasa haciendo el bien en el lugar de mi vida me da fuerza para que yo también pueda obrar el bien en los lugares concretos donde yo me desenvuelvo allí el Señor de la historia, Cristo el liberador, es el que viene al lugar de mi vida para que mi vida se transforme en un don para los demás. Como la suegra de Pedro se puso a servirlos también la Iglesia en la historia y yo bautizado en éste lugar donde me toca actuar yo también sea un servidor del Reino de Dios entre los hombres y lo prolongue y lo transmita en los demás.
En el Evangelio veíamos la actitud de la suegra de Pedro que es también la actitud de la Iglesia que tiene que ser servidora. Uno es conciente que cuando decimos la Iglesia no estamos hablando de alguien de afuera o de nosotros .La Iglesia la formamos todos los bautizados por lo tanto por el propio Bautismo formando parte del cuerpo místico de Cristo todos somos Iglesia. La Iglesia tenemos que hacer presente el servicio de Cristo en la historia cada uno al decir de Pablo en esa teología del cuerpo místico de Cristo cada uno según su carisma, sus funciones en mayor o menor grado todos hacemos presentes ésta actitud servidora de Cristo el Señor en la historia y en múltiples formas podemos ver éste servicio de la Iglesia que hace presente la liberación que Cristo trae de muchas maneras, con muchos gestos, obras la acción servidora de la Iglesia en Cáritas, liturgia, ministerios, pastoral de la salud o tantas otras realidades de las que nosotros somos concientes sirve para hacer presente el misterio de Cristo liberador que a través de la Iglesia sirve a los hombres según las necesidades que los hombres tenemos. El Documento de Aparecida en el número 534 hace referencia a un servicio muy concreto de la Iglesia: la historia en el tiempo presente como Cristo viene a liberarte en el lugar de tu vida en éstas circunstancias concretas Cristo a través de la Iglesia viene a liberar, a sanar de muchas realidades humanas que están presentes en nuestra historia y mundo y allí los obispos dicen que la Iglesia tiene que animar a cada pueblo para construir en su patria una casa de hermanos donde todos tengan una morada para vivir y convivir con dignidad. Esa vocación requiere la alegría de querer ser y hacer una nación, un proyecto histórico sugerente de vida en común. La Iglesia ha de educar y conducir cada vez más a la reconciliación con Dios y los hermanos. El gran servicio de la Iglesia en el mudo es la reconciliación. Hay que sumar y no dividir. Importa cicatrizar heridas, evitar maniqueísmos, peligrosas exasperaciones y polarizaciones. Los dinamismos de integración digna justa y equitativa en el seno de cada uno de los países favorece la integración regional y a la vez es incentivada por ella. En el corazón y la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza no obstante las condiciones de vida que parecen ocultar toda esperanza. Ella se experimenta y alimenta en el presente gracias a los dones y signos de vida nueva que se comparten. Comprometen la construcción de un futuro de mayor dignidad y justicia y ansía los cielos nuevos y las tierras nuevas que Dios nos ha prometido en su morada eterna. Todas las auténticas transformaciones se forjan en el corazón de las personas e irradian en todas las dimensiones de su existencia y convivencia. No hay nuevas estructuras sino hay hombres nuevos y mujeres nuevas que movilicen y hagan converger en los pueblos ideales y poderosas energías morales y religiosas formando discípulos y misioneros la Iglesia da respuesta a ésta exigencia. La Iglesia alienta y favorece la reconstrucción de la persona y de sus vínculos de pertenencia y convivencia desde un dinamismo de amistad, gratuidad y comunión de éste modo se contra restan los procesos de desintegración y atomización social. Es decir formas que la Iglesia como cuerpo místico de Cristo hace presente éste servicio que Cristo liberador quiere llevar adelante entre nosotros los hombres. Por eso somos nosotros los cristianos no solo los que recibimos éste beneficio del Señor de la historia que nos libera de aquello que ata nuestro corazón o nuestra vida sino también lo que a través de nuestras acciones compartimos con los demás la liberación que Cristo nos trae, el servicio de liberación, de ayuda y compromiso en la caridad, de ayudar a la reconciliación. Ese es el gran paso liberador que Cristo quiere hacer entre nosotros

                                                                                       Padre Daniel Cavallo