Jesús en el Templo

domingo, 3 de abril de 2011
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1.- La oración preparatoria:

Oración Inicial

Queremos unirnos en este viernes de Cuaresma, Señor, y desde tu camino en la cruz, siguiendo tu Vía Crucis, a tu Misterio Pascual, y en esto encontrar la Voluntad del Padre, expresada en este gesto de amor tuyo, grande, por todos, al darla vida. Queremos también nosotros en esta mañana en la búsqueda del querer del Padre y su voluntad, ofrecer nuestras propias vidas y unirnos a tu misterio pascual completando en nuestra carne y en la ofrenda de la propia vida, en las cosas de todos los días, lo que falta a tus padecimientos Jesús. Queremos hacerlo en esta mañana en la que particularmente nos sale al encuentro tu vocación juvenil, adolescente, tu llamado a estar en las cosas del Padre. Les dijiste a tu mamá y a tu papá: ¿”Acaso no saben ustedes que yo debo dedicarme a las cosas de mi Padre?” Queremos con vos Jesús también reencontrar el camino y dedicarnos a las cosas que Dios el Padre en vos nos confía.

A San José, tu padre, a María tu Madre, y a Ignacio de Loyola, a quién inspiraste este ejercicio espiritual le confiamos a ellos la intercesión, para que podamos hacer bien este ejercicio, de vos Jesús, entre los doctores de la Ley.

 

2.- Traer la historia

 

Lucas 2, 41 – ss

“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la Fiesta de la Pascua. Cuando el Niño cumplió doce años subieron como de costumbre y acabada la fiesta María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día lo hallaron en el templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas, y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados. Y su Madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres de Nazareth y vivía sujeto a ellos. Su Madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. ”

 

3.- Composición de lugar

Los padres de Jesús se ubican en esa corriente piadosa judía que hace cada año la peregrinación a Jerusalén con la ocasión particular de la fiesta de la Pascua. En realidad la ley, prescribía estas peregrinaciones para tres grandes fiestas: Pascua, Pentecostés, y la fiesta de los Tabernáculos, pero para los palestinos que habitan lejos de Jerusalén bastaba un viaje anual, y se lo hacía con preferencia para a celebración de la Pascua. Es aquél momento de memoria colectiva donde Israel recuerda lo que significa para él haber sido liberados de la esclavitud del faraón y haber encontrado la tierra de promisión. En este lugar de memoria colectiva el pueblo peregrina para reafirmar su camino y por eso, en el andar peregrinante, el pueblo lo que hace es, en la conciencia memoriosa de lo que aconteció años atrás, recuperar la fuerza de lo que viene para adelante. En esto de peregrinar podemos evocar algunas expresiones del mismo tono y del mismo tipo de práctica en el caso de Samuel, al santuario de Silo y cuando era niño, el también, dice ahí, que se quedó para servir a Yahvé a las órdenes del sacerdote cuando tenía doce años, igual que en el caso de Jesús. Esto está en 1 Samuel 2, 11. Pero acá hay como un acuerdo entre los padres de Samuel y Samuel en que el debe quedarse allí. En el caso de Jesús, no. En la primera parte del episodio 2, 44 resalta el desconcierto, los sentimientos que aparecen en María y José frente a lo que supone haber perdido su hijo, que con tanto cuidado lo han criando, llevando entre sus brazos a este regalo del Hijo de Dios confiado a ellos. De repente se encuentran con que el niño se pierde y comienzan a aparecer sentimientos, que los podemos leer entre líneas, de lo que va ocurriendo entre María y José, comienzan a buscarlos en la caravana y no está, piensan que lo van a encontrar entre todos los que peregrinan de vuelta, los del pueblo que fueron y no aparece, desconcierto, búsqueda, esperanza de encuentro, y al mismo tiempo dolor, ¿dónde está? ¿Cómo es que no nos dimos cuenta? Preguntan también posiblemente. Y esta guía que también Dios les da a María y José en todo el camino de cuidado del niño de ir hacia el Templo. Habrán intuido ellos que era aquél el lugar en donde Jesús más que haberse perdido puede haberse quedado entretenido a los doce años, aunque no son los doce años de ahora sino doce años más crecido de los que estamos hablando. Allá en el templo lo encuentran y en el encuentro, el reproche, como otro sentimiento. “Tu padre y yo te estábamos buscando”. Que no es el enojo, es como el reclamo de por qué nos hiciste esto. Y Jesús, que ubica las cosas en su lugar: “Yo me tengo que dedicar a las cosas de mi Padre”. Y aquí aparece toda una dimensión de novedad en lo que aparece al menos dicho en el texto bíblico, que Jesús hace conciente, en su propio decir, cuál es su lugar de origen. El texto bíblico, antes lo ha mostrado tanto en la Anunciación como en el pedido a José de que tome al Niño, a su Madre y huya a Egipto, todo viene diciendo que el origen de Jesús es un origen divino. Ahora el que dice eso mismo y lo pone en propia boca es Jesús: Yo tengo que dedicarme a las cosas de mi Padre. Esta respuesta ubica las cosas en su lugar, las pone en su sitio, no porque María y José no lo supieran sino porque reafirma algo que ellos lo vienen sobrellevando desde el principio, este es un regalo que Dios ha hecho a toda la humanidad y por tanto es de Dios, es el mismo Dios que está con nosotros y tiene un vínculo de relación filial con un Padre que no somos nosotros, que es el Padre nuestro, y Jesús pone las cosas en esta sintonía, lo cuál también nos invita a nosotros a pensar entre la oscuridad y la alegría de lo que significan a María y José escuharle decir a su hijo esto, porque ellos lo vienen educando también en ese sentido, en esa clave, de ir hacia la oración, la lectura del Pentateuco, los Profetas, en esa dirección desde la reflexión, la oración y el discernimiento a el lugar de encuentro con el diálogo íntimo y trato con su Padre Dios. Hay una conciencia progresiva, creciente, en Jesús, en su humanidad, a la medida del desarrollo humano de Jesús de cuál es su lugar en el mundo, cuál su identidad más claramente divina. Hay un crecimiento en la conciencia humana de Jesús de su condición divina, y hoy la palabra nos lo muestra, Jesús dice que el tiene conciencia de que su vínculo primario es con Dios el Padre, tiene conciencia de divinidad. Esto es un dato que no es menor a la hora de detenernos frente al texto.

Hacemos una recopilación de todos los contenidos que están expresados en estos pocos versículos que nos pueden ayudar para rearmar la historia y a partir de ahí adentrarnos nosotros también como peregrinos en Jerusalén y podernos descubrir a los personajes y las imágenes y todos lo que nos habla de este misterio de Jesús perdido y hallado en el Templo.

 

4.- Consigna

Antes de volver sobre el texto evangélico y las imágenes que allí están invitándonos a adentrarnos en él, nosotros como humildes ciervos acompañando el camino peregrinante de la familia de Nazareth, antes de eso, alguna reflexión que nos puede ayudar para profundizar aún más el texto y tiene con esto de poner a Dios en el centro, es a lo que nos invita la Palabra. Jesús, al decir que se tiene que dedicar a las cosas de su Padre está diciendo que en su agenda, en el orden de su vida, primero está el Padre Dios, es lo que va a decir después de su predicación apostólica cuando anuncia el Reino de Dios y nos invite a ir primero por ello y que todo lo demás nos va a venir por añadidura y que lo tanto nada nos debe preocupar. Busquen primero el Reino de Dios y todo lo demás vendrá por añadidura. Es una invitación la que hace Jesús a reacomodar la agenda, a poner las cosas en su lugar y a rearmar la agenda. Si yo reviso mi agenda personal posiblemente entre las cosas que priorizo no siempre está en el corazón el querer de Dios. La búsqueda del querer de Dios, las cosas a las que Dios me invita a vincularme de una manera nueva, como trabajar nuestra disposición interior y nuestro orden de vida para que Dios esté en primer lugar, sería como algo que surge de la Palabra, que nos invita a la reflexión y que nos llama a un nuevo orden. En el camino de la vida siempre estamos elaborando nuevas síntesis, vamos avanzando, y lo que nos sirvió para el camino en una etapa de la vida, para otra etapa está suponiendo de parte de nosotros una revisión de nuestros esquemas de vida. Eso es una invitación a un reordenamiento de vida y a veces, en ese reordenamiento de vida, en las distintas etapas por donde la vida va pasando, es bueno tener claro que la brújula nos indica un norte, ese norte que nos indica lo pone a Dios en primer lugar. Posiblemente vos estés atravesando por una de esas etapas de cambio y transformación, como de hecho ocurre en toda la sociedad, y haya perdido el norte. Si revisas tu agenda te vas a dar cuenta que posiblemente esto está ocurriendo. La consigna de hoy es esta justamente: revisar la agenda y ponerlo a Dios en el centro, y para eso sirve ubicar, cuando uno hace una lectura de cómo es su comportamiento a lo largo de los días y cómo está organizada su vida, preguntarnos qué lugar ocupa la oración, preguntarnos qué lugar ocupa el servicio de la caridad en misericordia para con otros donde se expresa nuera voluntad de pertenencia a Dios, qué lugar ocupa la escucha de la Palabra de Dios, cuál es la participación en los sacramentos. La pregunta es “¿Cómo ordenas tu agenda para ponerlo a Dios en el centro?

 

5.- Reflectir para sacar provecho

Lo encontraron en el Templo a Jesús dedicado a las cosas del Padre, y lo encontraron inteligentemente dialogando con los maestros de la Ley. Jesús tiene doce años recién y su puesto no es en medio sino a los pies de ellos, como dice Hechos 22, 3. Hay un precedente de esto en la historia, Susana, cuando tiene que ser salvada de la situación de ella, es convocado Daniel, que todavía no tiene doce años, es jovencito, se le pide que se acerque a él para dilucidar, en su capacidad de discernimiento, lo que ocurre con esta mujer. “Ven a sentarte en medio de nosotros le dicen los maestros, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad”, siendo joven tiene el don de la sabiduría, de los sabios. La analogía, es bueno destacarlo, tiene su correlación fuerte porque Daniel tiene doce años. Recordemos siempre que estos textos que encontramos en la Sagrada Escritura son, en parte una verdad histórica del cuál el autor se vale y también una construcción que pone en sintonía al lector con acontecimientos bíblicos que ya están referidos en el Antiguo Testamento. Son textos miráshicos, en este sentido. Toman una parte de la historia que bien vale rescatar por el acontecimiento ocurrido, y al mismo tiempo se lo pone en correlación con un cúmulo de textos alrededor de él o de la misma historia que nos ponen en sintonía del acontecer con lo que está ocurriendo y con lo que ya ocurrió en otros momentos. Aquí lo que se pone en evidencia es el lugar que ocupa para Jesús la relación con el Padre y la inteligencia con la que Jesús se vincula con la realidad que tiene que afrontar. Esto es, Jesús, con mucha clarividencia y sabiduría afronta la relación con los maestros de la Ley moviéndose con amplitud para dialogar con ellos, le hacían preguntas y dialogaba con ellos. Dice el texto, además, que María y José quedaron admirados de lo que estaban viendo. Es como si de repente algo de lo que ellos ya conocían de su hijo hubiera explotado y ahora era público. Posiblemente hasta aquí todo acontecía en un ambiente mucho más reducido, la familia, los vecinos, algo en la sinagoga de Nazaret, cosas que hablaban ya sorprendentemente de la condición de Jesús, pero ahora en Jerusalén tiene otra connotación, es el templo, y es entre los doctores y maestros de la Ley donde Jesús se encuentra dialogando. Todo esto nos invita a nosotros a adentrarnos en el lugar donde estamos, en la contemplación de hoy, para que como humildes servidores, como siervos, estar allí en la escena, dejándonos mirar por ella y contemplándola. Es parte del ejercicio que hacemos cada vez que meditamos la Palabra de Dios en los ejercicios ignacianos. No solamente armamos el texto, reflexionamos sobre él como lo hemos hecho ahora, hablando de la primacía del Padre en la vida de Jesús, en la conciencia crecida de su divinidad, la relación con sus padres, lo desconcertante para sus padres en todos los sentimientos que le genera la ausencia de Jesús en la caravana, los datos que nos da la Sagrada Escritura del texto comparado con otros textos, Samuel, a los doce años, Daniel a los doce años también en el Templo, un texto miráshico decíamos en cuanto que recoge parte de la historia y la relaciona con otros textos para traer al lector la conciencia de que esto es un modo habitual del modo de estar Dios con su pueblo. Todo esto que decimos nos sirve, nos ayuda, pero ahora, con el texto armado en alguna de sus partes, o en todo lo más exhaustivo que podamos, pero nunca queriéndolo agotar, ahora sí, nosotros nos adentramos en lo que estamos trabajando y contemplamos allí lo que ocurre, y entonces me ubico, yo. ¿Dónde me ubico? No me ubico como un personaje central, no son un doctor de la Ley, tampoco María, ni José, menos el Niños Jesús, soy un humilde servidor que acompaña lo que acontece. Entonces miro las personas, puedo imaginarme el peregrinar, sentir el ruido de los pasos de los que peregrinan hacia Jerusalén y los carros de la caravana, y ellos conversando, cantando y bailando, van a la fiesta de la Pascua. Al mismo tiempo los veo a María, José, con Jesús Niño entre amigos y parientes parando en algún lugar para un pequeño picnic mientras van en su marcha, lo que ahí dialogan, y ya después, metidos en la escena central, en el Templo, lo veo a Jesús sintiéndose como en su propia casa. Está como en Nazareth, y más todavía, como que el es el mismo lugar, el y el templo tienen una simbiosis muy particular. Me llama la atención eso y me detengo, y recuerdo lo que Jesús ha dicho. Ustedes destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré. Y me llama la atención cómo Jesús hablaba de sí mismo, empieza ya a sentir desde ahora esa particular pertenencia al templo. Y ahí me quedo y con eso voy rumiando y me digo a mí mismo que soy también yo templo de Dios. Cómo permanecer más en mi mismo y como Dios poder permanecer en mí que me quiere viviendo como en su casa, él viviendo en casa. También después de ahí, mi imaginación, lo que yo veo, yo también me volví con la caravana, veo la vuelta, la alegría que hay en la caravana y de repente observo que María y José están sorprendidos de la ausencia de Jesús, están como altamente impactados porque no lo encuentran, y lo empiezan a buscar, y yo también con ellos lo busco y no lo encuentro. Y ahí me quedo también y me pregunto cuántas veces lo busco y no lo encuentro. ¿En donde lo busco que no lo encuentro? Y entonces en ese momento veo que María y José comienzan a ir en el lugar en donde siempre lo van a encontrar a Jesús porque está en la respuesta de Jesús: ¿No saben que debo dedicarme a las cosas de mi Padre? Como diciendo que si ustedes me buscaran entre las cosas de mi Padre me habrían encontrado. A veces no lo busco en donde lo tengo que buscar, me doy cuenta, lo busco mal, me vinculo mal en la búsqueda del Señor, entonces eso me llama la atención y con eso rezo, por ejemplo, o no, continúo, y en mi continuar me encuentro de golpe con que María y José han encontrado al Niño, veo que María no tiene enojo sino sorpresa, expresa un reproche, no es una corrección sino una pregunta que surge de su desconcierto, y se ve una vez más superada por el misterio de Dios que en su Hijo se revela como cuando en la anunciación Dios le dijo que iba a ser madre del hijo del Altísimo: Yo me tengo que dedicar a las cosas de mi Padre. Y es como si toda la historia, cuando Jesús dice esto, comienza a sacudirse porque me instala en el corazón Jesús, lo que es lo primero. Y me pregunto cuántas veces yo no me dedico a lo más importante. ¿Cuántas veces pueden más las urgencias que lo importante? Reviso mi agenda y veo que mi agenda está llena de urgencias y no está tan poblada de cosas importantes y ahí me quedo y con eso rezo y contemplo y ahí hago lo que Ignacio llama reflectir para sacar algún provecho que es, desde la imagen contemplada, lo que ella me trae, como me mira, lo que me genera desde la contemplación, lo que moviliza desde mis potencias interiores, lo que hace a la reestructuración que contemplo y me mueve por dentro, desde ese lugar lo que busco es sacar algún provecho que lo termino por traducir en un diálogo con el Señor, un diálogo sencillo, un coloquio, como le llama Ignacio. Y ahí me quedo. ¿Cómo es que me quedo en el coloquio y qué aprovecho de lo que en el coloquio se me ofrece en el diálogo con el Señor?

 

6.- El Señor, centro de nuestra agenda

 En nuestras búsquedas, ¿Cómo ponerlo a Dios en el primer lugar? El corazón humano tiene esta inquietud de ser un peregrino. Nosotros somos viajantes en el mundo, somos peregrinos, andantes en la historia, y siempre estamos buscando en el fondo, buscamos la verdad, buscamos la plenitud, buscamos lo que verdaderamente satisface todas nuestras necesidades y hace trascender nuestra vida, buscamos lo que nos hace madurar, lo que nos hace crecer, buscamos vínculos que sean fuertes y sanos, siempre estamos como en peregrinación, en búsqueda, de esto nos habla la Palabra de hoy, pero llega un momento en donde la búsqueda se detiene, y es lo que Jesús nos muestra. En el peregrinar hay un punto de encuentro con lo que buscamos y ahí tenemos que detenernos. Es lo que Ignacio dice buscar hasta encontrar donde está la voluntad del Padre, que es lo que he hecho yo. “Ustedes todos han peregrinados de vuelta y no se han quedado, en el peregrinar, con lo más importante que es el querer del Padre, en todo caso, yo quiero reafirmar que aquí está el sentido del peregrinar, de la búsqueda, en hallar la voluntad del Padre. Yo me dedico a las cosas del Padre”. Cuando nosotros dialogamos con el Señor en nuestra escucha, particularmente, y en nuestro decir, hay un momento en la escucha y en el decir, donde es como si uno descansara, reposara, se liberara de todas las tensiones y de repente se encuentra en un lugar en donde no quiere moverse, es más, dice Teresa de Jesús que hay una cierta experiencia estática en algunos momentos del encuentro con el que buscamos, con el Señor. Ignacio dice que cuando llegamos a esos lugares tenemos que detenernos, no pasar delante. Entonces, en el coloquio, es muy importante saber que hay momentos en donde el Espíritu nos lleva a reposar. Ya no corren las palabras, han desaparecido ciertas imágenes, la reflexión está apaciguada, nuestra inquietud, que podríamos haber tenido como tentación de salir de ese lugar, también, cosas que se nos cruzan en el momento de la oración también apaciguadas, todo es como un envoltorio de presencia de Dios que por sí misma nos contiene y nos dice, en un decir muy sereno, tranquilo, reposado, contundente, en torno a algo que hace a nuestra vida, y por eso no hay que pasar delante. Ahí en donde nosotros encontramos gracia de Dios, ahí nos quedamos a degustar de esa gracia de Dios. Jesús ha encontrado esto en el templo y se ha quedado allí. Se ha quedado en la Casa del Padre, donde hay muchas moradas. Jesús encontró el corazón de la morada, el Padre, en el templo que es su casa, y ahí se quedó. A esto también nos invita el ejercicio ignaciano, a descubrir que somos peregrinos, como la familia de Nazareth, que somos buscadores permanentes, pero que en ese buscar, cuando encontramos o hallamos algo de lo buscado, hay que aprender a permanecer en aquél lugar, a no adelantar, a no movernos, a saber gozar y disfrutar interiormente, gustar lo de Dios. No el mucho hablar harta y satisface el alma sino el gustar interiormente las cosas que Dios nos pone en el corazón. Y en ese gustar, saborear, y en ese saborear comprender con la sabiduría propia del que comprende con todo su ser con el corazón, no con la inteligencia, no con alguna imagen, no con alguna cosa escuchada, vista, sino con todo su ser, dejarnos penetrar por lo que estamos contemplando o por donde nos hemos detenido, que puede ser una palabra, que puede ser desde una imagen. La palabra y la imagen nos meten dentro del misterio. Es mucho más que esa palabra y esa imagen, y ahí nos quedamos, es la presencia de Dios, que es por donde empezamos el ejercicio. En el lapso de la oración de un Padrenuestro, el primer movimiento interior del ejercitante es entrar en la presencia de Dios. Y terminar en la presencia de Dios sería el ejercicio final. Y el ejercitante, el orante, debe en realidad de tal manera ubicarse frente a lo buscado que hasta que no lo haya no detiene su ejercitarse, su buscar, su movilización, y habiéndolo hallado, allí quedarse.

Padre Javier Soteras