“Jesús fue gradual, hasta que me preguntó si lo seguía o no”, dijo el scout Gabriel Do Bento

jueves, 30 de septiembre de 2021
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30/09/2021 – Gabriel Do Bento es jefe de comunidad rover del grupo scout Padre Enrique Contardi de Presidencia Roque Sáenz Peña (Chaco). Gabriel fundó junto a su esposa Patricia este grupo dentro del Colegio Don Orione. “También soy formador en la zona y formador de formadores en la región; y docente como profesión”, agregó. “Mi vida es un “vengan y vean”, como les dijo Jesús a sus discípulos. Y ese encuentro fueron los scouts del grupo General Francisco Bosch, en la parroquia Nuestra Señora de Itatí de Sáenz Peña. Allí conocí al padre Abel, cuando tenía 10 años”, sostuvo Do Bento. “Mi nacimiento vino por accidente. No fui pensado, pero sucedió que mi mamá queda embarazada. Mis padres se casan, pero el matrimonio no duró mucho. Al poco tiempo empezaron las peleas, se separan y cada uno decidió rehacer su vida, y muy pronto voy a vivir a la casa de mis abuelos. Mi familia no era familia. La primera que me juntó las manos para rezar fue mi abuela materna, y me enseñó una oración que hasta el día de hoy la rezo, de la ángel de la guarda. Yo la rezaba, pero no tenía mucha idea de por qué ni quiénes eran Jesús, José y María, particularmente.”, reflexionó.

“En la escuela era un chico normal: jugaba, estudiaba, era un poco travieso, pero no en el mal sentido, sino que era inquieto. Pero algo me caracterizaba: me gustaba leer. Y mucho. Varias veces, al tocar el timbre, me dirigía a la biblioteca y pedía libros de cuentos o enciclopedias. Tenían unas enciclopedias (creo que eran Larousse) con muchas imágenes y datos. Me encantaban. Fue allí en donde, por primera vez, vi una reseña de los “Boy Scouts”, como se llamaba en ese entonces. Y me quedé fascinado. Miré todo lo que hacían, y me imaginé ser un Scout. Recuerdo que una vez, mientras volvía en colectivo a mi casa, pasé por un lugar en donde había un cartel grande que decía que se abría la inscripción para el grupo Sscout. Lo quedé mirando con los ojos grandes, pero no me bajé porque no tenía más dinero para pagar otro pasaje. Pero ese pensamiento quedó en mí”, aseveró Gabriel.

Al tiempo, mi abuela se va a vivir a Buenos Aires y obligadamente vuelvo a vivir con mi mamá. Fue un sufrimiento porque, al criarme con mi abuela, con mi mamá no nos conocíamos y ella me atendía de una manera distinta a como me atendía mi abuela. Eso hizo que me volviera un chico de la calle. Vivía con hambre, pues no teníamos para comer, y siempre era todo de caridad. Yo me escapaba de casa y me iba a jugar a la pelota, a visitar casas de mis amigos, lo que sea con tal de no estar en mi casa. Un buen día, estando jugando en la canchita con mis amigos, llegó las dos y media de la siesta y varios de ellos de pronto cortaron el partido y se empezaron a preparar para salir. Pregunté adónde iban, y me dijeron que a los Scouts. Yo les pedí que me lleven, y así uno de ellos me llevó en el caño de la bici 4 kilómetros hasta llegar a la parroquia en donde estaba el Grupo. Salió un dirigente grandote que me recibió y me preguntó si quería ser Scout. Entusiasmadísimo, le dije que sí. Fue como tocar el cielo con las manos. Esa tarde fue una de las mejores de mi vida. Y fue la tarde que me marcó el rumbo también. Siempre agradecí a los Scouts porque allí aprendí a rezar antes de comer, aprendí una oración que todavía la recito y que fue muy importante en momentos difíciles en mi vida, una oración que me dio ánimos cuando todo era oscuridad. Participé en misas, procesiones, pero todavía no había conocido a Dios. No tenía ese contacto de corazón. Los scouts me salvaron de que yo no empiece a delinquir o a consumir drogas”, indicó el dirigente scout.

“El tiempo pasó y a mis 13 años jugando en la esquina de la casa de mi abuela con los chicos del barrio, algunos empezaron a contar de que iban a catequesis. Y hablaban de ello de tal forma que yo me sentí intrigado. Yo también quería ir a catequesis. Un sábado me levanté a las 9 de la mañana y me fui a la parroquia. Ahí me encontré con mis amigos de juegos y me formé en las filas. Nos recibió el cura y las catequistas, quien extrañado me preguntó qué hacía allí: “Quiero venir”, le dije. Me preguntó la edad, y cuando escuchó que le dije que tenía 13 le dijo a la catequista que ya era muy grande. Se da vuelta, me mira fijamente y me pregunta: “¿Sabés el Padrenuestro, los Mandamientos, el Ave María?”. ¡Si! Le respondí, aunque no sabía de qué estaba hablando. Así fue que me mandaron al último año de catequesis en mitad del año, y a fin de año tomé la Comunión. Todavía no tenía esa conexión con Dios. Recibí la comunión, pero no con la solemnidad que se merecía”, comentó el chaqueño.

“Mi adolescencia fue dura. Fue un tiempo de rebeldía, en la cual salía y volvía a los Scouts. Siempre lo asocio con el cuento de la burra y los dos burritos de Menapace, de su libro “Cantos Rodados”. Por más que me alejaba, siempre estaban los scouts en la parroquia que me acercaba a Dios. Ya en mi juventud, cuando tenía a mis 20 años, mi antiguo Jefe Scout seguía en contacto conmigo, me escuchaba con paciencia y me hablaba, me ayudaba, me aconsejaba, y un día me invitó a un retiro de impacto. Yo, la verdad, no tenía muchas ganas de ir, pero como me lo había pagado, y aparte no tenía nada que hacer (mi vida iba cuesta abajo), y le podía decir a todo el mundo que no pero no a mi Jefe, me fui. Y fue allí que conocí a Jesús. Por primera vez en mi vida, lo miré cara a cara. Tantas veces lo esquivaba, le restaba importancia, pero con el tiempo comprendí que siempre estuvo conmigo, siempre me buscó, aún en mis peores momentos. Fue muy, muy importante ese fin de semana para mí. Lloré muchísimo, me arrepentí muchísimo, y sentí por primera vez el amor de Dios en mi corazón. Obviamente, no soy un santo ni mucho menos, y como ser humano tenemos altibajos, pero desde ese fin de semana no me olvidé jamás de Jesús. Mi encuentro con el Señor fue gradual, hasta que me dijo. “Tenés que decidirte si me seguís o no”. Me siguen pasando cosas, pero ahora tengo la mirada puesta en Él”, afirmó.

Tuve la suerte de cruzarme varias veces con mi Jefe Scout después de eso, de trabajar con él, de charlar, de escucharlo. Fue como un padre para mí. Siempre hablaba de Jesús y de María, de los Evangelios, todo en tonada scout. Me hacía ver muchas cosas desde esa perspectiva para que pudiera entender mejor. Fue el Jefe que necesité cuando era niño y joven. Con él aprendí muchas cosas sobre el amor al prójimo, la caridad, el servicio a los demás, cumplir la palabra empeñada, vivir mi Promesa Scout. Me casé a los 27 años, y hoy ya tengo 18 años de casado con Patricia. Siempre digo que a ella me la mandó Dios. Es una persona maravillosa, que me ayuda mucho a ser mejor. Tenemos dos hijos maravillosos: Pablo y Fernando. Y volvemos a los Scouts: en casa es costumbre rezar en la mesa antes de comer. Para ellos es algo normal. Para mí nunca lo fue. Yo aprendí a rezar antes de comer en los Scouts, y lo llevé a mi familia. Mi señora se contagió del amor al Movimiento Scout a través de mí y de todo lo que le contaba que sentía por el Scoutismo, y hoy tenemos una familia Scout. Todos formamos parte del Grupo Scout “Padre Enrique Contardi” del cual somos fundadores. Hoy vivo mi espiritualidad con devoción. Participo en las Misas, rezo, mi señora a la par mía en la iglesia, ayudando, rezando, viviendo la pasión de ser scouts dentro de la parroquia y viviendo nuestra fe”, especificó Do Bento.

Por último, Gabriel compartió esta oración misionera:

Señor Jesús, gracias por tu Misericordia, por tu Amor,

por la Santa Eucaristía, gracias por tu Madre.

Gracias por amarnos con nuestras miserias.

Tú que ves el corazón de los hombres,

ven en ayuda de mi pobre fe.

Que cada día aprenda a morir a lo mío

para que prevalezca lo nuestro.

Ayúdame a vivir mi promesa scout

y ayúdame a ser santo.

Amén.