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Jesús hace nuevos los vínculos
martes, 21 de noviembre de 2006
Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: “¡Feliz la que te dio a luz y te crió!”. Jesús replicó: “¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!”.
Lucas 11, 27 – 28
Este Evangelio nos presenta aquella situación donde una mujer alza la voz de entre la multitud y dirigiéndose a Jesús le dice: “Dichoso el seno que te llevó, dichosos los pechos que te criaron”, estas palabras constituían una alabanza para María como madre de Jesús según la carne, a través de aquellas palabras ha pasado rápidamente por la mente de la muchedumbre, al menos por un instante, el Evangelio de la infancia de Jesús, el Evangelio en el que María está presente como la madre que concibe en su seno, le da a luz, le amamanta maternalmente, la madre nodriza a la que se refiere aquella mujer del pueblo, gracias a esta maternidad Jesús, el Hijo del Altísimo, es uno de los nuestros, verdadero hijo del hombre, es carne como todo hombre, es el verbo que se hizo uno de nosotros, se hizo carne y puso su morada, se quedó en medio nuestro, es carne y sangre de María, Jesús el nacido de su vientre, pero la bendición proclamada por aquella mujer respecto a su madre según la carne Jesús responde manera significativa, “Dichosos mas bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” quiere quitar atención Jesús a la maternidad entendida solo como vínculo de carne para orientarla hacia aquella misteriosa realidad de vínculo en el espíritu, que si viene a establecer a partir de la presencia de Jesús que todo lo renueva con la gracia de su estar en medio de nosotros, el misterio de la encarnación de Dios que se hace uno de nosotros da a las relaciones humanas un sentido distinto y es en torno a esta dimensión de lo vincular y de lo relacional en donde nos detenemos para intentar redescubrir el sentido y la significación que tienen las relaciones familiares mas profundas, las que vienen de la sangre y que la presencia de Jesús en medio nuestro tienen un llamado interior a ser transformadas, Jesús lo ha dicho en términos negativos de otra manera “he venido a traer fuego sobre la tierra, no he venido a traer la paz, he venido a enfrentar a unos con otros.
Al padre con el hijo, al hijo con el padre…” el enfrentamiento del que Jesús habla es el de la ruptura de las relaciones en términos de simpatía o antipatía, gustos o disgustos, placer o displacer, la ruptura que Jesús viene a generar es la que se establece por lo que en la carne es vínculo familiar y pertenencia a un grupo determinado, al que pertenecemos por llevar el mismo apellido o por formar parte de la misma realidad comunitaria bajo el signo que marca nuestro ser, nuestra identidad, viene a romper Jesús las barreras que se establecen entre los pueblos, la dignidad de la presencia del Señor en el corazón nuestro y la presencia suya en la relación entre nosotros, viene a generar un nuevo modo de vínculo, el ejemplo mas claro lo tenemos en la referencia que Jesús hace a la relación entre Él y la carne, de donde nació su propia carne como hijo de Dios y María, “Feliz el pecho que te amamanto, el vientre que te llevó” no feliz mas bien el que se vincula a esta otra dimensión de la vida, la que nace del espíritu, el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica, el que ha entendido el mensaje del reino que no es comida ni bebida sino justicia y paz en el gozo del Espíritu Santo.
Que el Señor nos abra en las relaciones desgastadas por el paso del tiempo, por los conflictos, por los encuentros y los desencuentros a esta nueva dimensión, la que viene del Espíritu Santo donde Él nos ubica como familia viviendo al ejemplo de María, en la escucha de la Palabra y poniéndola en práctica.
Por allí cuando las relaciones en la vida matrimonial, en la vida familiar, en las relaciones de amistad, en el ámbito de la vida comunitaria sufren el desgaste del paso del tiempo, se van naturalizando, es decir vamos leyendo la historia en clave solo horizontal y perdemos dimensión de trascendencia, no hay perspectivas, el desgaste nos hace rutinarios en las relaciones, todo se repite y nada nuevo aparece, aquello que nos encantaba compartir se ha desdibujado y el sol de nuestros compartires y de nuestros encuentros ha sido tapado por la nube que le llamamos rutina pero que en realidad tiene origen en otro lugar, se llama sobrenaturalización de las relaciones o naturalización de las relaciones, ausencia de trascendencia, propio de un tiempo como el que vivimos nosotros donde en realidad el futuro es hoy, no hay mañana y la trascendencia solo existe en el nivel del consumo donde el tener determina lo que una persona es, incluso también lo que una comunidad es, cuando las cosas son así nos viene bien este mensaje de Jesús que se separa aparentemente de su Madre bajo el signo de la carne y une profundamente a ella en lo que dio origen al vínculo primero que se estableció entre ellos, fue en el Espíritu que engendró en María el misterio de Dios.
Toda relación humana cuando aparece bajo el signo de la riqueza, cuando uno encuentra un amigo que dice este es parte de mi ser, cuando uno encuentra en el ámbito del la familia el lugar donde me siento contenido, disfruto, gozo, cuando en el ámbito de la comunidad, uno a los que nunca había visto dice a este es como si lo conociera desde hace tiempo y aquella pareciera que forma parte de mi propia historia, cuando eso está presente en las relaciones es porque hay un misterio escondido de una gracia que se nos ofrece donde Dios que hace nuevas, cercanas y familiares todas las cosas esta presente, cuando eso se pierde hay que volver a aquel amor del principio, del principio, que vuelva a devolver la frescura, que nos retrotraiga a la frescura del encuentro con el gozo que suponía estar con fulano, gozar de la presencia de mengana, para que la rutina no nos gane y el bostezo no forme parte de nuestra convivencia cotidiana hay que volver al principio, hay que volver al primer amor, cuando en el ámbito de la vida matrimonial, la llegada de los chicos y los conflictos que devienen de los procesos que las personas hacen en los matrimonios y las dificultades que surgen por el lado de los trabajos, aparecen los desencuentros, cuando en medio del vínculo amenazó meterse un tercero que no tenía nada que ver con lo que habían decidido compartir juntos la vida, cuando todo esto ocurre en el fondo del corazón surge la llamada primera, a volver al primer amor.
En el primer amor de tu esposo, de tu esposa, en el primer amor en la alegría del primer hijo y todo lo que se compartía alrededor de la vida que nacía, en el primer amor de la amistad que te despertó a decir es otro en mi propio cuerpo, en el primer amor que surgió en relación de la vida de la comunidad cuando dijiste este lugar es mi lugar y de aquí no me muevo, a ese primer amor cuando se va desgastando se vuelve haciendo memoria de él, haciendo recuerdo de él, recordá todo lo que se te perdió, no con la nostalgia de lo que fue sino con la memoria de quien agradece lo que ocurrió y vas a ver cómo el corazón se refresca, como el alma se revitaliza, cuando la oración misma en el vínculo con Dios se ha desgastado, se ha hecho rutinaria se hace una repetición incansable, se hace dura, árida como en el desierto es bueno tener memoria de aquellas oraciones de quietud interior, de paz, de gozo, de alegría, de simple mirada, la oración sin palabras para que la presencia, solo la presencia colme el alma y llene el corazón de lo que el corazón necesita, lo único para lo que estuvo hecho, desde siempre lo esperó el amor de Dios que todo lo colma y todo lo llena.
Qué hace hoy María con Jesús sino en aquel encuentro destacado como un encuentro profundamente humano y de alabanza para los dos, volvernos a los vínculos en el Espíritu, en el fondo nos están llamando María y Jesús a volver a lo que nos da vida. Uno puede encontrar en cosas muy simples lo que da vida pero por sobre todas las cosas en cualquiera sea el espacio interior o físico de memoria o de hechos en la cotidianeidad donde respiramos vida en ese lugar hay presencia de amor, en realidad los vínculos se renuevan solo desde aquí, desde el amor, cuando Jesús dice “Feliz el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica y se refiere a María está estableciendo con ella un vínculo de alianza, un vínculo de amor, lo mismo que espera de nosotros en todas nuestras relaciones.
En la infancia de Jesús cuando le dice a María y a José “no saben que tengo que dedicarme a las cosas de mi Padre” cuando Jesús dice “Quiénes son mi Madre y mis hermanos, y extendiendo la mano Jesús dice estos, que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, los discípulos, los que hacen camino, los que permanecen en el ámbito de la casa que Jesús ha venido a construir la del Padre en la cual hay muchas moradas, estos son los que pertenecen familiarmente a la familiaridad del vínculo nuevo que ha venido derramar sobre el mundo y a derramar crisis sobre otros vínculos constituidos sobre lazos que estaban heridos o enfermos y que por eso solo en el Espíritu que está cerca ante la carne que es débil es posible, de verdad, encontrar la transformación de aquellos otros que piden un cambio, tu matrimonio, tu vida de convivencia familiar, pide cambios, no es que vayas a tener que cambiar muchas cosas, pide cambios desde adentro, tal vez esta sea la invitación de la Palabra, comenzar a cambiar el aire, el ambiente , todo tiene que comenzar a ser distinto iniciando los cambios por uno mismo, cómo y de qué manera, sencillamente a través del Espíritu Santo que ha venido a derramarse para establecer un vinculo nuevo con vos, en familiaridad de alianza con el Espíritu, tu vida puede ser distinta, puede cambiar, puede trastocarse en una vida llena de vida, de alegría, basta de quejas, basta de intolerancias, una vida llena de paz no mas gritos, una vida llena de mirada esperanzadora, una vida llena de esperanza en el tiempo que vendrá y por eso ya no mas llanto o en todo caso si el dolor te golpea fuerte el corazón lo acompaña una sonrisa de que este en el fondo lejos de matar como en el parto de la mujer que engendra vida, aquel vínculo del Espíritu que Jesús ha establecido con su Madre, en esta la alabanza que tiene María el que escucha la Palabra y la pone en práctica, la quiere el Señor para nosotros, a él le dijeron ahí tienes a tu Madre y Él ha venido a decirnos lo mismo a nosotros ahí tienes a tu Madre, ahí tienes a tu hijo, la vida en el Espíritu, la vida nueva que el Señor nos regala para tener vínculos nuevos, para cambiar el aire de la propia casa para modificar el ambiente en el que estamos en el que compartimos la vida si estamos con María es posible, si vamos con ella es posible, cuando nos unimos profundamente a María en la contemplación de los misterios de su Hijo, la Madre de Dios nos acompaña como a los discípulos en Pentecostés para que seamos testigos de un tiempo nuevo, nos emborracha del Espíritu Santo, lo cual es de la alegría que puede contra toda sombra, contra toda soledad, contra toda muerte, contra toda sensación de que la vida se nos va entre las manos y que ha perdido todo su sentido, contra el mismo cansancio, contra la percepción interior de que estamos partidos, de que nuestra vida ha estallado en mil pedazos, contra todo eso puede el Espíritu de Dios que con María ora en nosotros para que seamos criaturas nuevas y a partir de querer cambiar el mundo descubrimos que es posible solo si primero nosotros nos transformamos y nos convertimos, la vida nueva en el Espíritu nos trae gracia de conversión, que en tu corazón se arraigue fuerte y descubras que en la lucha cotidiana el Espíritu te asiste para esto, para hacer de tu vida una vida mejor.
Padre Javier Soteras
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