Jesús nos da alas de libertad

viernes, 15 de enero de 2021
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15/01/2021 – El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar junto al P. Sebastian García en la catequesis sobre las parálisis que Jesús quiere sanar:

Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: “¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?” Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate, toma tu camilla y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.

 

San Marcos 2,1-12

 

 

El texto de hoy de Marcos nos relata uno de los milagros de Jesús, cuando no solo cura de su dolencia y enfermedad al paralítico, sino que además le perdona sus pecados. El auditorio que nos presenta el texto de Marcos es también variado y de lo más selecto: escribas, fariseos, discípulos de Juan, herodianos. Distinta gente, pero a quienes no les va a entrar en el corazón tan fácil la Buena Noticia que nos viene a traer Jesús. Entendimientos recios y corazones duros.

En este contexto es que se produce la curación del paralítico. Que además va a tener un hermoso condimento: los cuatro amigos que levantan el techo para acercarle Jesús a su amigo en la camilla.

Nosotros podemos hacer una linda lectura simbólica también del texto y de sus implicancias y su significación. Cuando solemos hablar de parálisis, hablamos de algo que es signo del pecado, símbolo del endurecimiento del corazón, de nuestros corazones. La parálisis es la imposibilidad de andar, de caminar, de moverse libremente. Condiciona. Aprieta. Asfixia. Endurece. La parálisis es signo de la incapacidad de poder ser en definitiva nosotros mismos, dando así espacio y lugar a nuestra propia originalidad. La parálisis puede ser entendida como todo aquello que albergamos en nuestra historia y nuestro corazón que no nos deja ser verdaderamente libres, es decir, no nos deja ser nosotros mismos, la mejor versión de nosotros mismos. Podemos entonces hacer espacio para poder pensar y rezar con las parálisis de nuestra vida, todo aquello que no nos deja andar en libertad, que nos asfixia el don de Dios y que es espejo de nuestra originalidad más linda y más nuestra.

Y no es menor la narración de los cuatro amigos. Esta persona quería encontrarse con Jesús para poder ser curado y poder andar, reincorporarse sobre sí y reincorporarse a la comunidad. En una palabra, volver a vivir. Sin embargo todo esto se va a ver truncado por la gran muchedumbre que se agolpaba para ver a Jesús, además de la chusma eclesiástica que mencionábamos más arriba, que ya quería empezar a perseguir a Jesús y que no van a dudar en escandalizarse y rasgarse las vestiduras cuando Jesús perdone los pecados. Ahí entra la creatividad de los amigos. Deciden pasar por encima -literalmente- a la multitud, lo suben al techo, hacen un agujero, -sí, ¡perforan el techo!- y bajan al amigo para que sus ojos se encuentren con los ojos de Jesús. Si uno lo piensa en frío dos minutos, es una locura. Sí. Es verdad. No obstante, a veces podemos confundir creatividad apasionada con locura… Quizás este episodio de la vida de Jesús narrada por el evangelista nos lleve a hacer memoria agradecida por esos amigos que también se portaron de la misma manera que estos cuatro. Es decir, de todos aquellos varones y mujeres que nos han precedido con el signo de la fe y que nos ha ayudado, -han subido al techo, hecho un agujero y descolgado- para que nosotros pudiésemos encontrarnos con la persona de Jesús, hacer experiencia de Dios, de su ternura y misericordia. Lindo día para pensar y reparar en sus nombres, en sus historias, en tantos encuentros que nos han permitido de tantas maneras diferentes, hacer que nos encontremos con Jesús. Poder dar gracias. Por ellos y ellas. Por sus vidas. Y si han hecho su Pascua, evocarlos, rezar por ellos, y no dejar nunca de tenerlos presentes.

Es así, que haciendo un boquete en el techo de la casa, descuelgan al amigo y se produce el doble milagro: curación y perdón de los pecados. Y el desconcierto: el que iba por una curación, termina perdonado de sus pecados. Uno se puede preguntar porqué. ¿Por qué antes de curarlo le perdona los pecados? Creo que por varios motivos. Uno, porque enfermedad y pecado no tienen nada que ver. El pecado no genera enfermedades. La gran enfermedad es el pecado. Es decir que las grandes tragedias de la vida no ocurren a las personas malas y lo bueno a las buenas. Así Jesús deja sin argumentos a los que pensaban que la parálisis es consecuencia de un pecado personal o familiar. Y destroza la (no) teología de la prosperidad, que enuncia más o menos que Dios bendice a los buenos con la prosperidad y el éxito y no bendice (es decir, maldice) a los malos con el sufrimiento y el fracaso. Además, también podemos decir que de nada sirve una mera curación externa y corporal, sino se cambia y se transforma lo de adentro, lo del corazón y del alma. Por eso, hay más milagro en el perdón de los pecados que en la disolución de la parálisis.

Incluso hoy acudimos al milagro de la ciencia que es capaz, con algunos tratamientos muy específicos, de hacer que un lisiado camine, pero no puede sanar internamente de lo que significa la separación total del hombre de Dios, la verdadera perdición, la no-vida sin Dios… Hay más acción salvadora de Dios en el perdón de los pecados que en la curación de una enfermedad. Esto es así.

Jesús, que hace todo con autoridad, porque en definitiva es al autor de la Vida, es aquel capaz de vencer a la Muerte: derrota al pecado, lo disuelve, lo arranca para siempre y nos da alas de libertad.

Quizás sea una última enseñanza la de este texto lo que decíamos más arriba: no basta solo con reconocer las parálisis de nuestra vida. Una vez reconocidas, dárselas y ofrecérselas a Jesús. Con la ayuda de mediaciones que nos descuelguen del techo, y así podamos adquirir el mayor de los milagros: esas parálisis que son signo del pecado, dejar que sean perdonadas por Aquel que solo puede hacerlo y en quien hemos depositado toda la esperanza de nuestra vida.

 

En el Evangelio de hoy, cuatro amigos hacen hasta lo imposible por llevar a su amigo paralítico ante Jesús. En la…

Publicado por Radio María Argentina en Viernes, 15 de enero de 2021