Jesús nos propone optar por la vida

lunes, 17 de marzo de 2008
Jesús les dijo también: “Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”.

Los judíos se preguntaban: ¿Pensará matarse para decir: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?”. Jesús continuó: “Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes  son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso le he dicho: “Ustedes morirán en sus pecados”. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”.

Los judíos le preguntaron: ¿Quién eres tú?”. Jesús les respondió: “Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo”.

Ellos no comprendieron de que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.

El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada”.

Mientras hablaba así muchos creyeron en él.

 

Hay claras diferencias entre Jesús y los fariseos, él enseña como quien tiene autoridad va a decir la Palabra, él no pone pesadas cargas sobre los hombros de los demás sino aquel yugo suave y liviano que se puede llevar y soportar. Hay diferencias que son distancias, que no son meras diferencias que permiten la complementariedad entre unos y otros, hay distancias insalvables entre Jesús y los fariseos y el Señor hoy se encarga de remarcarlas, “De donde yo soy no son ustedes. Yo soy de arriba, ustedes son de abajo. Ustedes son pecadores en su incredulidad, han caído en la ruptura con Dios”. La diferencia es entre ser del Padre como mas adelante va a decir Jesús respecto de ellos, serán ellos de las tinieblas, de la mentira, mientras que Jesús es de la verdad, Jesús viene del Padre, ellos vienen de la sombra de la mentira. Las diferencias son las que marcan la distancia y estas impiden el vínculo, la distancia la marca el hecho de vivir en Dios por la comunión con su gracia, la diferencia está entre vivir de este modo o vivir alejados de Dios, enemistados con él, esto es lo que trae la muerte, ustedes van a morir les dice Jesús, por esta enemistad, por esta distancia, por esta falta de comunión, por este encierro en sus propios criterios argumentando ser los criterios de Dios basándose solo en la Ley, por no tener detrás de ella un vínculo con un Dios que es persona, enemistad de Dios que es una autoeliminación, que es una conducta suicida va a decir Jesús. Cuando nosotros entramos en esa corriente farisaica la distancia de enemistad, de desencuentro nos estamos autoagrediendo y esto es lo que el Señor quiere evitar con su referencia al Padre y con su actitud modélica de ser él el camino a elegir para superar lo que nos aleja del proyecto de Dios que es la comunión de pertenencia a él, de alianza. La doctrina de Jesús se entronca dentro de la enseñanza profética donde la posibilidad de la justificación de estar en plena comunión con Dios y con el Dios de la vida, está directamente vinculada a la persona y a su actuación responsable, personal, de cara a Dios, es decir, es la persona, sos vos, soy yo quienes elegimos, “delante de nosotros está la muerte y la vida, elige”, va a decir el Libro de la Sabiduría. En Ezequiel 18, 21-22 encontramos una referencia a esta necesidad nuestra de caer en la cuenta, que es en la opción de vida que vamos haciendo permanentemente donde se juega nuestro destino de felicidad. Esto es una cuestión de responsabilidad personal va a decir Ezequiel 18, 21-22 “En cuanto al malvado si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá. Sin duda vivirá y no morirá. Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará, vivirá a causa de la justicia que ha practicado. ¡Acaso yo me plazco en la muerte del malvado y no más bien en que se convierta en su conducta y viva!”. Antes se decía que los pecados de los padres los pagaban los hijos, de hecho la liturgia de las horas que hacemos los sacerdotes esta perspectiva en el Libro de los Números. El pecado de los padres recae sobre los hijos, hay algo de verdad en esto, si analizamos y vemos cómo es la psicodinámica familiar podemos descubrir que de un padre y una madre golpeadores posiblemente salgan hijos con conductas violentas y en cierto modo la génesis psicológica de un niño violento este directamente vinculado a como sus padres golpeadores han trasmitido este ser violento en el que sufre de esta inconducta, de padre o madre drogadictos lo mas posibles es que surjan hijos con problemas de dependencia. Igualmente de padres virtuosos, creyentes, de hombres y mujeres de bien surgen hombres y mujeres también de encaminarse en ese sentido. Aquello que dice el Antiguo Testamento de que las culpas de los padres las pagan los hijos tiene algo de verdad, solo que a partir del profetismo y de los grandes profetas comienza como a abrirse una dimensión de personalismo en relación con Dios, de un vínculo personal que permite superar las herencias que hemos recibido y que a veces son cadenas larguísimas de posibilidades de bien o de mal a la que pertenecemos, de virtud o de pecado, es la persona la que decide sobre su propia suerte. Es verdad que los condicionamientos bajo los cuales nos encontramos determinan con mayor o menor grado nuestra posibilidad de ejercer en libertad nuestro destino, sin embargo siempre está en Dios la posibilidad de elegir. Hoy pongo delante tuyo la vida y la muerte, elige.

Los fariseos que se encuentran confrontando con Jesús parecen haber elegido ir en contra de ellos mismos, y Jesús se los advierte, ustedes se están suicidando porque no se dan cuenta de con quién están hablando y de lo que supone vivir en la voluntad del Padre y salir de las tinieblas como les estoy diciendo.

La posibilidad de redención y de revisión, de ruptura de nuestras conductas con las cadenas genéticas que familiarmente hemos recibido como herencia posiblemente de siglos de pertenencia de una determinada manera de ser está delante de nosotros y tal vez sea este el día en donde haya que romper con las ataduras de una forma de ser que sabemos no nos hacen bien, ni hacen bien y comenzar a revertir la historia personal y a partir de allí reconocer que Dios es capaz de transformar las historias en las que estamos como encadenados unos con otros en un modo determinado de ser por esto de que lo que somos, somos con los demás, y lo que podemos llegar a ser también somos con otros.

La opción por la vida de la que hoy nos habla la Palabra va en comunión con Jesús y su propuesta de ser uno con Él, si no creen que Yo Soy, dice Jesús, van a morir en su pecado. Yo Soy es la autorrevelación de Dios a Moisés en Éxodo 3, 14 Dios aparece dando razón de ser de sí mismo, cuando Dios recibe de Moisés la pregunta: ¿Y en nombre de quién voy yo?, ¿Cómo hago para decirle quién me envía? Y entonces, Dios le dice así: “Así dirás a los israelitas: Yo Soy, me envió a ustedes”. Y continuó diciendo a Moisés: “Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre y así seré invocado en todos los tiempos futuros”.

Es el Dios de la vida, Yo Soy el que tiene vida y el que da la vida, en todo el Evangelio de San Juan Jesús va a decirlo de muchas formas a esto, “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “Yo soy el agua viva”. Yo Soy dice Jesús y este es el nombre por el que ustedes no creen y por eso, por no vincularse a este ser con mayúscula no pueden ser, no pueden llegar a ser lo que están llamados a ser, esto es lo que el Señor les está diciendo cuando les dice “Ustedes morirán”, no los esta sentenciando desde el autoritarismo o el capricho sino que está hablando de cómo van perdiendo la oportunidad de vincularse personalmente al Señor de la vida.   “Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”. ¿Quién eres? Preguntan ellos, Yo Soy, dice Jesús. Este Yo Soy que habla del nombre de Jesús está queriendo entrar en nosotros para ponernos en plena comunión con Dios y su proyecto en un trato personal con él, este que los escribas y fariseos no pueden entender porque han reducido su vínculo con el Señor en leyes, normas, pautas, en un modo muy acotado de relación, no a la persona sino a la letra de la Ley de Dios, Jesús viene a establecer vínculo e invita a este trato personal que da un sentido nuevo y en la medida que nosotros permanecemos en él y en comunión con él por el amor, el amor de unos con otros somos capaces de estar en esta dinámica de vida y de ser que Dios nos propone. “Permanezcan en mí”, va a decir Jesús “y ustedes tendrán vida y darán vida”, este permanecer en él Jesús lo invita en Juan 15 a hacerlo desde la caridad, quien elige el amor como estilo de vida produce mucho fruto y da vida y lo que le pedimos al Padre desde este lugar de comunión y de permanencia en la vida el Padre en su amor nos lo otorga. Todo lo que pidan ustedes en mi nombre, en el nombre de Jesús, al que podemos vincularnos por la permanencia con él en el amor fraterno, todo lo que pidan les va a ser concedido, dice Juan 15. Cuando nosotros amamos al modo de Jesús y hasta dar la vida, no solamente permanecemos con él y nos hacemos uno con el misterio de Jesús que vino a dar la vida sino que damos mucho fruto, el amor al que somos invitados es el que da identidad a nuestro ser, el amor al que somos invitados a permanecer es el que da vida al modo de Jesús en la cruz, por eso la identidad de comunión con Jesús se da allí donde el Señor hoy avisa que se produce la atracción de él mismo hacia nosotros, cuando es puesto en lo alto. Cuando yo sea elevado en lo alto, atraeré a todos hacia mí, el elevarse hacia lo alto es ser puesto en la cruz, que es lo máximo del amor, el amor atrae, el amor genera vínculo, comunión, el amor que no se enorgullece, que disculpa todo, el amor que es servicial, paciente, que no se engríe, que no devuelve mal por mal, el amor que nos lleva desde nuestra debilidad a ser uno con Jesús entregando nuestra vida por los demás, es el que congrega, es el que atrae, el que nos vincula de una manera nueva a la vida, esta es la propuesta del Evangelio, es la propuesta que los escribas y los fariseos no entienden, con la que Jesús no puede transar porque es justamente la propuesta nueva la que establece un vínculo nuevo en la vida.

Te invito a que puedas renovarte en el amor, el Espíritu Santo es el que capacita para vivir este misterio de ser en Dios de una manera nueva por el amor.

Cómo elegimos este vivir por sobre la muerte, por sobre el odio, por encima del egoísmo, cómo elegimos el amor por sobre la comodidad. ¿Cómo elegimos el amor, la vida? Pongo delante de ti la vida y la muerte, elige la vida y vivirás. La vida la elegimos cada día, cuando nos hacemos uno con Jesús en la cruz por el amor dejándonos atraer por él. Hacerse uno con Jesús en la cruz por amor es dejarse atraer por Jesús desde la cruz, “Cuando yo sea puesto en lo alto atraeré a todos hacia mí”. Entonces nos soltemos desde adentro, nos aflojemos desde lo más interior, dejemos que se desaten los nudos que nos impiden ir hacia donde Dios nos invita a ir que es hacernos uno con él en el misterio pascual, ese que vamos a celebrar en la pasión, muerte y resurrección de Jesús que queremos vivir en plenitud atraídos por la fuerza del amor. La vivencia en el amor hasta dar la vida siendo crucificados con Jesús, es la que da vida en abundancia, allí se esconde el misterio de la vida. Dice Pablo en 1 Corintios 2, 1 “Yo, hermanos, cuando fui a ustedes no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciarles el misterio de Dios, no quise saber solo entre ustedes a Cristo y este el crucificado”. Es en la cruz la predicación del apóstol, es en la cruz donde nos invita en 2 Corintios 12, 2 a ser débiles para que opere, actúe, obre en nosotros el misterio del amor de Dios. Así dice la Palabra: “Conozco a un discípulo de Cristo que hace catorce años –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!- fue arrebatado al tercer cielo. Y sé que este hombre es incapaz de repetir. De ese hombre podría jactarme, pero en cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades. Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de mí una idea superior a lo que ve o me oye decir.

Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad”. Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Entre Jesús y los fariseos hay distancias, entre la vida y la muerte, entre la luz y las sombras, entre Jesús que viene del Padre y ellos que vienen de las tinieblas, estas distancias son insuperables si ellos no sueltan su corazón y se adhieren a la propuesta de Jesús, que es capaz de ponernos frente a la vida y alejarnos de la muerte, sólo cuando nosotros optamos personalmente por la vida y esta que ofrece Jesús en su amor máximo en la cruz podemos romper con las cadenas de muerte que nos atan posiblemente de manera histórica en los vínculos, particularmente en los familiares, la opción por la vida en la propuesta de Jesús es un llamado a la comunión, tienen vida los que permanecen en él y se permanece en él por la gracia de la caridad, la caridad que nos hace vivir en torno a Jesús y en comunión con nuestros hermanos es lo que hace que nosotros demos mucho frutos, elegir la vida, elegir a Jesús, elegir el misterio de la pascua, de la caridad, sabiendo que nuestra fuerza está en la debilidad reconocida, en nuestra propia debilidad asumida, allí donde somos débiles allí Dios nos hace fuertes.

 Padre Javier Soteras