“Jesús nos va a proponer actitudes y posturas ante la vida desde las bienaventuranzas”, dijo el padre Fernando Cervera

martes, 21 de mayo de 2019
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21/05/2019 – Retomamos el ciclo con el padre Fernando Cervera de espiritualidad ignaciana donde reflexionó sobre la Espiritualidad como camino de felicidad. “El tema de la felicidad hoy cobra matices especiales, nos vuelve a surgir la pregunta acerca de la felicidad: ¿Estamos en este mundo para disfrutar? ¿Cuál es el precio de la felicidad?”, expresó.

En torno a este tema comenzó diciendo que “Jesús habla expresamente de la dicha, es el centro del mensaje, esto es lo que nos dice el Catecismo de la iglesia católica”, indicó.

“El centro de la predicación del sermón del monte empieza indicando quiénes son los dichosos, este texto de las bienaventuranzas es muy valorado por todas las religiones”, agregó el sacerdote jesuita.

La dictadura del objeto

En este contexto, dijo que “El tema de la dicha no es tan evidente, por esta razón, ha sido siempre cuestionada”. Y completó diciendo que “Todos comprobamos que tenemos una carrera tecnológica que nos ha invadido hasta lo privado y a una velocidad arrolladora, esto nos ha ofrecido una cantidad de objetos, un supuesto conocimiento donde no hay límites ni parámetros, y donde toda referencia local, regional, familiar, incluso entre nosotros, se desdibuja y esta invasión empieza a ser una especie de dictadura”.

“Hay una dictadura que relativiza y es la dictadura del objeto, el objeto que debe ser comprado o consumido y hay leyes del mercado que han invadido la vida privada”.

“Estamos en un mundo adictivo donde tantas cosas provocan adicción porque lo importante es consumir un objeto, eso que me va a calmar, que me va a mejorar, que me va a hacer sentir bien, es decir, signos de una supuesta felicidad, que cada uno dirá si lo logra o no, pero pareciera que no, porque por la forma en que vivimos parece que esa felicidad no se alcanza”, señaló el padre Fernando.

“Entonces, las creencias, los valores, todo parece discutible, negociable”. “Como yo puedo inventar en este mundo de información, es decir, yo puedo decir o mostrar cualquier cosa, o como decían los nazis, miente, miente, miente, que algo va a quedar, entonces estoy más pendiente de lo que van a decir de mí de lo que realmente quiero ser”, explicó.

“Estamos angustiados porque esta búsqueda de consumo de afectos se recicla con estas ansiedades entre otras cosas”, describió.

“Jesús nos va a proponer actitudes y posturas ante la vida, muy claras y muy trabajosas, pero las va a proponer desde las bienaventuranzas, hay tres palabras que toma Jesús, una es el reino, empieza y cierra las bienaventuranzas con esta palabra, todos estamos incluidos en el reino, el reino es para todos, el reino es Dios, viene, está entre nosotros y obra”.

“Otra palabra clave -dijo- es la justicia, la medida que Dios tiene para todo lo que es nuestra dignidad y nuestro valor personal”. “Lo justo es la medida del amor de Dios sobre uno y por lo tanto lo que uno debiera amar de sí y de los demás”.

“La tercer palabra es bienaventurados, Jesús nos invita a fijarnos en esta actitud porque es la que nos lleva a la verdadera dicha -explicó el sacerdote- que ya no es consumir, poseer, tener, ser valorado o ser visto de tal forma, sino que te animes a vivir esto, que confíes que esto trae algo a tu vida que otras cosas no te van a dar”, señaló.

“Es toda una postura que Jesús nos propone en las bienaventuranzas de cómo pararnos en la vida, frente a nosotros mismos y a los demás y ante el mundo, compleja, trabajosa, expresada maravillosamente”.

“Es la propuesta de estos días empezar a considerar juntos y rezar cómo frente a los demás, frente a mí mismo, frente al mundo y por supuesto frente a Dios, empiezo a pararme en este camino de la dicha que no se satisface inmediatamente pero que tiene un despliegue y un modo de ser que Jesús nos propone y que nosotros, mucho más los que creemos, debemos animarnos a vivir, dar testimonio de esa alegría de la Pascua, de lo que significa vivir estas bienaventuranzas”, concluyó el padre Fernando Cervera, sacerdote jesuita.