27/12/2023 – El padre Cristian Basterrechea, biblista de la diócesis de Mar del Plata y párroco de en Vivoratá, se refirió al pasaje donde Jesús Niño se pierde y luego es encontrado en el templo de Jerusalén, en el final del capítulo 2 de san Lucas. “Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Al tercer día, lo encontraron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados. Finalmente, Jesús regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos”, relata la Palabra de Dios. El sacerdote marplatense indicó que “el texto bíblico nos pone en una situación de fiesta, nada más y nada menos que la fiesta de la Pascua. Las peregrinaciones en estas fiestas eran en caravanas, grandes grupos de gente conocida, muchos familiares marchaban juntos. Ese gran grupo llega a Jerusalén, celebra la Pascua y se vuelve, pero aquí aparece el inconveniente: se olvidan de Jesús”.
“A la luz de este hecho nos podemos preguntar nosotros por nuestros festejos navideños. Sabemos que la Navidad es una fiesta religiosa, lo central es el nacimiento de Jesús, pero ¿Qué lugar real tiene Él? Si nos ponemos a pensar vamos a observar que un montón de cuestiones accesorias van ganando cada vez más terreno y Dios es solamente la excusa para festejar. Nos ocupamos de la comida, la bebida, la vestimenta y cuando el alcohol comienza a surtir efecto, en muchos hogares inicial las viejas peleas familiares, y lamentablemente en algunas familias, esas peleas ya están inconscientemente “agendadas” como parte del festejo. ¿Dónde quedó Jesús? El texto evangélico nos dice que habían subido “como de costumbre”. ¿La navidad la celebramos porque simplemente llegó el 25 de diciembre? ¿Porque hay que festejar? En ese contexto, María y José comenzaron a buscarlo y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén. Nadie busca lo que no sabe que ha perdido, lo primero que es necesario es reconocer que Jesús está faltando, que no es posible caminar sin Él. Después de esto hace falta tomar alguna decisión concreta”, sostuvo el padre Cristian.
“La decisión de volver a Jerusalén era una decisión arriesgada pero necesaria. Significaba separarse de la caravana y de sus seguridades y comodidades, salir del lugar de confort para tomar riesgos, riesgos que se justificaban porque estaba en juego un amor mayor a las comodidades y la costumbre. Algunos se animan a ver en estos tres días de búsqueda una alusión a la Pascua, en definitiva, es ahí donde nos reencontraremos plenamente con Él. La escena final es tan cotidiana que toda familia puede tener una. Angustia e incomprensión por lo que el niño había hecho, como les pasa a tantos padres que quedan desconcertados ante las decisiones de sus hijos. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? Muchas veces he escuchado que, para los padres, sus hijos siempre van a ser “sus hijitos”. Esto encierra una gran muestra de cariño, pero a veces puede engañar porque los hijitos un día crecen, toman rumbo, hacen sus vidas. Quizás la solución esté de pasar de la actitud sobreprotectora a la actitud contemplativa, como María. Una cierta y sana distancia que nos hace comprender que los hijos son de Dios, que Él es quien los cuida mientras nosotros acompañamos”, cerró el padre Basterrechea.