Jesús, Señor de la vida

martes, 4 de diciembre de 2007
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En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre , sino el Hijo y aquel el Hijo se lo quiera revelar”.

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.

Lucas 10, 21 – 24

El Adviento que es la época del año en la que nos preparamos para recibir a Jesucristo nuestro salvador nos recuerda que el Señor viene y viene en la pequeñez, en la sencillez y en la humildad, sin embargo el evento de Belén, la pequeñez de Jesús, el hecho de que todo se manifieste en un ambiente sencillo, en un ambiente escondido no podría hacer perder de vista la realidad de que el que viene es el Señor.

El Adviento debe tener una especial dimensión porque cada uno de nosotros tendrá que atreverse a preguntar si Dios es el Señor y el dueño de su vida, en teoría podríamos decir que sí, esto lo proclamamos “El Señor es el dueño de mi vida” pero atrevernos a preguntarnos si realmente creo que el Señor es el dueño de mi vida, cuántas veces no somos capaces de encontrar a nuestro Señor porque no tenemos un corazón sencillo, un corazón abierto, un corazón transparente sino que tenemos un corazón medio enredado, medio dado vuelta por dentro y entonces también damos vuelta a las cosas por fuera.

Permitimos que el egoísmo vaya por mil vericuetos distintos dentro de nuestra vida y aceptamos que nuestra soberbia o nuestra pereza se conviertan en los verdaderos reyes y señores de nuestra existencia, muchas veces la cultura en la que vivimos nos impide reconocer a Dios como Señor porque nos presenta muchas otras cosas que aparentemente son señores de la vida, cuántas veces se nos puede presentar la riqueza como el Señor de la vida, parecería que los bienes materiales pueden lograrlo todo, pero la riqueza lo que no te da es vida.

Cuántas veces ponemos como señor de la vida el poder, sin embargo nos engañamos porque el poder no te realiza como persona sino que te hace usar a las personas por lo que tu mismo acabas perdiendo la dignidad, nos va degradando si no es justamente Jesús el Señor y el dueño de nuestra vida y lo que en teoría te serviría para ser mas libre, en el fondo te va esclavizando cada vez mas.

Cómo podemos saber si nuestra vida está llena de la ciencia del Señor, si Dios es realmente el dueño y el Señor de nuestra vida. El Evangelio nos habla de dos dimensiones fundamentales, por un lado nos dice que tenemos que tener sencillez interior para poder recibir al Señor y por otro lado nos habla de cómo Cristo es el Señor “Te doy gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y se la has revelado a los sencillos” Cristo nos habla de la sencillez del corazón, es decir, el corazón abierto de una forma muy especial de cara al Señor, a reconocer a Dios y pedirle que se haga su voluntad, un corazón sencillo es el que acepta la voluntad de Dios, es el que no se busca así mismo sino que se entrega de una forma generosa sin esperar nada a cambio, es el corazón que es capaz de saber quién es el Padre y quién es el Hijo, es el corazón que es capaz de reconocer a Dios como Señor, es el corazón que permite que Dios sea el que diga cómo quiere la propia vida.

 Para lograr un corazón sencillo es necesario permitir que Dios vaya invadiendo tu corazón, cada ámbito de tu vida, que sea Él, el que va poniendo normas, señalando el camino, el camino concreto de tu vida y de tu existencia de manera particular en este tiempo. Reconocer a Dios como Señor es permitirle que ilumine mis pensamientos y que fortalezca mi voluntad, que oriente mis sentimientos, que marque el criterio de mi comportamiento, si yo acepto esto en cualquier circunstancia de mi vida estoy reconociendo a Dios como el Señor de mi vida pero si no lo hago no puedo decir que Dios es mi Señor, cada uno tendría que entrar en su corazón y en este tiempo de adviento a pesar de los ruidos de afuera, de los cansancios propio de fin de año, pero no tendrían que hacernos perder de vista esto, entrar en el corazón en actitud de recogimiento. Preguntarnos de forma muy sincera ¿Señor dónde todavía no sos mi Señor? ¿Dónde todavía no te dejo reinar?