Jesús tiene el poder para librarnos de los males

miércoles, 13 de enero de 2010
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Dispongamos nuestro corazón para invocar al Santo Espíritu, que sea como el viento sur, que ha hecho que nuestro clima sea mas agradable, y que esa fuerza del Espíritu haga que nuestro corazón se sienta agradable frente a la palabra de Jesús.
Le decimos al Santo Espíritu:

“Tú Espíritu Santo das fuerza a todo cuanto vive obrando de un modo extraño e indescriptible, escondido en lo profundo de cada ser como un fermento, como una semilla de fuego, tu eres nuestra voluntad de vida, el amor que nos mantiene en esta tierra y que nos une a nuestro Dios, Tú nos impulsas a avanzar dispuestos a soportar cualquier contrariedad, esperando siempre como el Amor que es paciente. Tú eres el alma de nuestra oración, qué cosa no podremos esperar de ti, sabiduría para podernos entender los unos a los otros, habilidad para ayudarnos mutuamente siempre y en todas partes, eres el don mas preciado de Dios, no nos abandones, permanece con nosotros siendo Dios con nosotros, Amén”

Y a nuestra Madre la Virgen le decimos:

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
María Reina de la Paz, ruega por nosotros. San José bendito, ruega por nosotros.

La palabra de Dios que va a iluminar nuestra catequesis es tomada del evangelio de San Marcos, Capítulo 1, versículos del 21 al 28

“Jesús entró en Cafarnaum y cuando llegó sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres,  el Santo de Dios.»
Pero Jesús le increpó  diciendo: «Cállate y sal de este hombre.» El espíritu impuro lo sacudió violentamente y dando un alarido salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad! Da ordenes a los espíritus impuros y estos le obedecen.»
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea” Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús

Al compartir la catequesis de este día retomamos lo que meditábamos ayer, en esa ilusión de Dios en cada uno de nosotros, porque estuvimos hablando del Bautismo y decíamos que el Bautismo, como regalo del amor de Dios, nos ha hecho sus hijos y nos ha dado aquella ilusión que Dios tiene para con cada uno de nosotros. Qué es lo que Dios pretende y quiere para tu vida en este momento, en esta parte de tu historia, y siguiendo con el texto del evangelio hoy nos encontramos con una realidad a la que tenemos que hacer frente. El proyecto de Dios para con cada uno de nosotros tiene obstáculos, esta gracia de Dios se encuentra con obstáculos, el obstáculo de los males, el obstáculo del demonio, el obstáculo del padre de la mentira que siempre pone sus trabas para romper esa armonía entre el hombre y Dios.
Hoy San Marcos dedica esta parte en el evangelio de una forma exhaustiva para  presentarnos esta realidad a la que nosotros tenemos que hacer frente. En la ilusión que Dios tiene para con nosotros, no todo es color de rosa, no todo va a salir como nosotros nos proponemos, hay realidades que nos hacen tropezar, hay realidades que nos hacen caer, hay realidades que nos hacen asumir nuestra propia miseria. La miseria del pecado, la miseria de nuestra propia limitación, en definitiva la miseria del poder del mal que aparece como triunfante y que hoy nosotros vamos a ver que quien triunfa sobre el mal y sobre el demonio es el mismo Dios, el mismo Cristo, nuestro Salvador y Redentor. Esa es la autoridad de Jesús, no solo enseñar sobre el reino de Dios sino también ejercer el poder para  hacer presente el reino de Dios hoy, actuando en la historia humana. Esta es la novedad, Jesús y su palabra que anuncia el reino de Dios con autoridad propia sigue el rastro de su voz para que  nosotros podamos sentirnos fortalecidos y protegidos por Él. Jesús en Cafarnaun entra en la sinagoga y enseña. Podemos hacernos esta composición de lugar: Aquella gente había escuchado hablar de Jesús y cuando lo tienen frente a frente experimentan esta fuerza especial del hijo de Dios que vence el tormento que causaba el mal. Allí frente a ellos había sucedido este hecho, los demonios empiezan a reprocharle a  Jesús, qué vienes a hacer? Y la sola orden de Cristo que increpa y doblega, presenta su autoridad de hijo de Dios. Aquello cautivó a los conciudadanos de Jesús, “habla como quien tiene autoridad”, que hermosa frase para que podamos abrazarla en nuestro corazón. Cristo no viene a fantasear a nuestra vida, Cristo nos presenta la verdad de la realidad del reino de Dios, por eso no ha dudado en presentarnos aquello que es lo mas difícil del reino de Dios que es cuando nos toca cargar con nuestra propia cruz. También allí Cristo enseño con autoridad, porque nos dijo: el que quiera seguirme que cargue con su cruz y me siga, no nos presentó el seguimiento en el reino de Dios como una cuestión simple y sencilla, vino a presentarnos la total realidad, vino a decirnos que el que lo quiere seguir tiene que cargar con su cruz, vino a decirnos que el reino de Dios entre los hombres se constituye cuando se viven las bienaventuranzas, y las bienaventuranzas no son palabras folklóricas y suaves, son exigencias de vida. Vino a decirnos que él tiene la autoridad para vencer el demonio, el poder del mal, el pecado y hasta la misma muerte, porque su autoridad  de hijo de Dios lo resucitó para que él sea el Señor de la historia y el Señor de todas nuestras vidas. Cristo, ayer, hoy y siempre se muestra con su palabra viva y eficaz, obra lo que dice, perdona, sana, libera. Hacer memoria de este evangelio de San Marcos es percibir la novedad de Jesús y sentir su sanación porque hoy Cristo sigue obrando, la autoridad de Cristo sigue siendo una autoridad real. Nosotros tenemos que confiar en él. Cuantas veces hemos escuchado decir que el mejor triunfo del demonio es hacernos creer  que no existe, es un peligro de nuestra teología y de nuestra fe cristiana pensar que es una cuestión de fuerza de mal, que es una cuestión no tan personalizada, que son cosas que hay que ir sorteando en la vida y hoy nosotros tenemos que volver a lo que el catecismo de la Iglesia Católica nos enseña como verdad de fe, el demonio es un ente personal que quiere el mal entre los hombres y que  se encarga de apartarnos de la gracia y del poder de Dios entre nosotros. Entonces hacernos creer que no existe es el mejor triunfo porque tiene el campo abierto para hacer lo que quiere entre nosotros. Hoy volvemos la mirada a la palabra de Dios, confiamos en esta palabra que es viva y en esta autoridad que el hijo de Dios tiene sobre el poder del mal y el poder del demonio.

Consigna:     ¿Que autoridad ejerce la palabra de Jesús en tu vida, en tu mente, en tu corazón? ¿Le permitís a Jesús arrancar de tu corazón todo espíritu de mal?

Normalmente el evangelio de San Marcos presenta  relatos breves, sintéticos, ágiles y en esta narración se detiene más de lo habitual para indicar la importancia de presentarnos a Cristo como aquél que viene a sanar nuestras realidades enfermas interiores y viene a doblegar el poder del mal y del demonio, lo muestra a Jesús actuando para hacernos ver que su predicación no consiste solo en trasmitir  nociones sino que él está lleno del poder de Dios y de esa manera tiene la victoria sobre el mal que oprime y esclaviza a los hombres.
Los espíritus impuros se le someten y  lo proclaman como consagrado, no hay que olvidar que los espíritus del mal no siempre niegan las verdades de la fe, ellos no aceptan al hijo de Dios y en esto nosotros tenemos que ser concientes de esta realidad porque muchas veces se puede disfrazar lo religioso y aparecer la sagacidad y la astucia del maligno que quiere confundirnos, San Pablo nos dice: Satanás se disfraza de ángel luminoso, pero nosotros queremos renovar nuestra fe y confianza  en aquel que vence el poder del mal y que viene a traernos la justicia de Dios.
En un momento de nuestra cultura donde la palabra autoridad está tan manoseada y tan tergiversada  porque creemos que autoridad es sinónimo de autoritarismo, de imposición, de avasallamiento, de trasgresión, del hacer lo que uno quiere, volvemos a pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a entender esta autoridad del hijo de Dios, autoridad que le fue dada a Cristo desde siempre y para siempre por encima de todo dominio, potestad y de todo lo que es creado. Autoridad que le viene por ser Dios, autoridad que está puesta al servicio de nosotros los hombres por amor. De allí que Cristo siempre sale en defensa del hombre, protegiéndolo, y aún así hay una instancia en que este poder de Cristo está sujeto a la libre voluntad del hombre. Cuando nosotros no queremos que el hijo de Dios, su palabra, su poder, su obra, su sanación, entre en nuestro corazón, cuando cerramos la puerta del corazón,  esa autoridad y ese poder de Cristo queda a la espera de que yo quiera abrir mi corazón para que él entre y sea el Señor de toda mi vida.
El hermoso texto del libro del Apocalipsis que nos dice: Yo estoy junto a la puerta y llamo, si me abres entraré y cenaremos juntos… está haciendo referencia a esta instancia del hombre que también es tan poderosa y es  no abrir la puerta del corazón para que Dios actúe, no querer , obstinarnos en nuestro mal, en nuestro defecto, obstinarnos en que el demonio tiene mas poder y confiar y tenerle mas miedo al poder del mal que confianza al poder que el hijo de Dios ha traído en la tierra. Esta lucha está entre nosotros, incluso está muchas veces en los conceptos con los que tenemos que afrontar esta  historia concreta y particular que nos toca  enfrentar. Cuando uno ve la realidad y ve tanto mal, tanta corrupción, tantas situaciones de injusticia,  tanta vehemencia contra la vida,  tanto daño que se realiza en distintos ordenes, uno está tentado en pensar que el poder de Cristo está dominado por el mal. A veces aparece y triunfa y a veces queda sujeto a tanto mal que existe. Hoy nosotros volvemos a reiterar nuestra confianza en este poder de Cristo, el que tiene poder sobre el mal, sobre el demonio,  sobre aquello que es lo dañino es Cristo el hijo de Dios. Y en esto tenemos que ser contundentes. Es el hijo de Dios, Cristo, Dios hecho hombre quien con su autoridad y con su poder de Dios, doblegó, doblega y doblegará el poder del mal entre nosotros los hombres.
Realizar este acto de fe y este acto de confianza es beneficioso para nuestro corazón porque le da a nuestra vida, a nuestra mente y a nuestra voluntad la confianza de saber que somos defendidos por Cristo. Cristo es el que intercede por nosotros delante del Padre.

Sin duda que nosotros sabemos de la autoridad de Cristo, pero a veces cuando estamos angustiados o deprimidos creemos que son más fuertes los poderes del mal que los de Cristo.

El número 543 del documento de Aparecida dice: “una autentica evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la radicalidad del amor cristiano que se concreta en el seguimiento de Cristo en la cruz, en el padecer por Cristo a causa de la justicia, en el perdón y amor a los enemigos”

Gracias por los testimonios de vida, y volviendo a la autoridad en el amor decimos que nosotros podemos ejercer esta autoridad desde nuestra propia vida, porque cuando uno vive la autoridad de Cristo, por el amor tenemos actitudes de autoridad y servicio. En el documento logrado en el Sínodo de obispos argentinos “Hacia el Bicentenario” dice:

“La nueva cuestión social, abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia. «Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios» (29). Los nuevos fenómenos «a menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido de la vida, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social» (30). Ello se manifiesta, por ejemplo, en el crecimiento del individualismo y en el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios (31). Nos preocupan especialmente las graves carencias afectivas y emocionales (32). Contemplamos un gran anhelo de encontrar razones para la existencia (33). La deuda social es también una deuda existencial de crisis del sentido de la vida: «se puede legítimamente pensar que la suerte de la humanidad está en manos de quienes sepan dar razones para vivir» (34). Ello nos debería interpelar a todos e invitarnos a discernir y promover nuevos vínculos de pertenencia y convivencia y nuevos estilos de vida más fraternos y solidarios.
Además, la situación actual del país y de la economía global nos demuestra que el desarrollo no se limita al simple crecimiento económico (35). Reconocemos una recuperación en la reducción de los niveles de pobreza e indigencia después de la crisis de 2001-2002. Pero también es verdad que no se ha logrado reducir sustancialmente el grado de la inequidad social. Junto a una mejora en los índices de desempleo, el flagelo del trabajo informal sigue siendo un escollo agobiante para la real promoción de millones de argentinos.
Es grave la situación de la educación en nuestra patria. Constituye un bien público prioritario muy deteriorado, tanto por los magros resultados en el aspecto instructivo como en la ausencia de un horizonte trascendente de la misma. Nos hallamos ante una profunda emergencia educativa que, en caso de no revertirse con inteligencia y celeridad, gravitará negativamente en el porvenir de las jóvenes generaciones.
Nos preocupa la subsistencia del gravísimo problema del endeudamiento del Estado. Los pagos de la deuda externa constituyen un rubro estructural del gasto público y condicionan gravemente los esfuerzos que debieran realizarse para saldar la deuda social.
Lamentablemente no se ha podido erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del clientelismo político, alimentado por la distribución de subsidios que no siempre llegan a los que menos tienen. En muchos casos continúa la margi­nación de los aborígenes y de los inmigrantes pobres. Es particularmente preocupante la situación de los adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que la pobreza les dificulta el desarrollo integral de sus capacidades, quedando a merced de propuestas fáciles o escapistas. Es escandaloso el creciente consumo de drogas que hace estragos cada vez a más temprana edad. En todo el país se ha multiplicado la oferta del juego. La población se ve afectada por la violencia y la inseguridad que se manifiestan de variadas maneras.
En tiempos recientes, especialmente en la crisis de la última década, hubo numerosas iniciativas en diversos sectores de la sociedad, cuya experiencia puede ayudar a la construcción de un nuevo proyecto de país. Se propusieron variados temas en orden al desarrollo integral de todos y a la superación de los males de nuestra Nación. En particular recordamos la inmensa tarea iniciada en aquellos días por las mesas del Diálogo Argentino. Pero hoy, especialmente en medio de la actual crisis de la economía global, una vez más necesitamos discernir los caminos para superar las nuevas angustias que nos desafían. Debemos enfrentar estos desafíos confiando en las reservas morales y en los profundos valores que son el sustento de nuestra convivencia, porque la falta de verdad despierta profunda desconfianza y termina dañando el tejido social.

Finalizamos  esta catequesis encomendándonos al Espíritu Santo

Señor Jesús que tienes poder para liberarnos de los males que nos oprimen y sobre todo de los que  atormentan el corazón a veces trastornado, te ruego que manifiestes tu poder en mis seres queridos. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amen

Padre Daniel Cavallo