Jesús y Belzebul. La blasfemia contra el Espíritu Santo

miércoles, 25 de febrero de 2009
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Los escribas que habían venido de Jerusalén decían:  “Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios”.  Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó:  “¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?.  Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.  Y una familia dividida tampoco puede subsistir.  Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.  Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata.  Sólo así podrá saquear la casa.

Les aseguro que todo será perdonado a los hombres:  todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.  Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás:  es culpable de pecado para siempre”.  Jesús dijo esto porque ellos decían:  “Está poseído por un espíritu impuro”.

Marcos 3, 22 – 30

Esta semana la iniciamos sin ninguna mención de parte de Jesús del paisaje dónde se desenvuelve, vamos al nudo, al centro, dónde empieza a aparecer con más fuerzas las resistencias. Ha pasado el tiempo de la euforia, de fascinación por el señor, dónde el intento y la decisión era darle todo, con el tiempo y la vida empieza a emerger tímidamente primero, con fuerza después las resistencias.

Esta es la proclamación de la palabra de Dios, las resistencias que van apareciendo a la recepción de la palabra, de la persona, del llamado, de la misión dada por Jesús. El texto empieza diciendo que los escribas habían venido de Jerusalén, se habían tomado el trabajo de ir desde Jerusalén hasta esta provincia donde Jesús estaba predicando.

Esta gente que salió como enojada, duros de corazón, Jesús los miraba indignado por la dureza de su corazón. Esta gente estaba convencidos de que tenían razón, convencían y despertaban miedo y fueron haciendo su obra. Este tejido de muerte que ellos empezaron a tramar, llegó hasta Jerusalén, la capital y llegaron a los lugares de influencia y deben haber tenido miedo, se me ocurre que el mismo miedo que tuvo Herodes allá cuando en la navidad veíamos que los magos llegaron preguntando por el que nacía y llamó a todo el mundo y comenzó a consultar, qué de cierto podía haber, porque tuvo miedo de perder su trono.

Acá pasó algo así, tuvieron miedo. Estamos frente a una palabra que viene a darnos consuelo, a una presencia que es luz, que viene a iluminarnos y aparece esta otra trama por detrás, la del miedo, la del resentimiento que va uniendo voluntades y convenciéndose de mentiras como verdades. En la iglesia le decimos el misterio de la iniquidad, el misterio del mal que va haciendo su obra. Así que como tenemos el misterio de bien, de este Jesús que viene y empieza a convocar a los suyos, para luz y verdad, está esta otra parte que también la tenemos dentro de nosotros.

Complot o complicidades en torno a esta palabra que no quiere ser recibida. San Juan terminará diciendo vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Esta síntesis en el evangelio de Juan tiene este desarrollo, digámoslo nosotros así, en el evangelio de Marcos. Si nosotros recordamos la lectura que leíamos el sábado, eran los mismos parientes los que habían recurrido a Él, no desde aquellos primeros que acudían desde sus dolencias para ser sanados, para que expulse esos espíritus impuros que impedían la plenitud de la vida o ser consolados por su palabra.

Estos habían venido para retirarlo, porque habían dicho que Él era un exaltado. Este grupo de persona que viene desde Jerusalén capital viene a decir que Jesús es un poseído. A aquel al que nosotros decimos tu eres mi Señor, mi vida, tu eres el sentido de mis días, y tantos nombres que le damos a Jesús, que brotan desde el amor, desde la experiencia de salvación que hemos tenido, esas personas, los parientes, en la liturgia del sábado, y hoy los fariseos le llaman el exaltado, el poseído.

Miremos como la trama del mal quiere tapar la luz, quiere acallar la voz. Mirando nuestras vidas, qué palabra utiliza el mal para anular el bien. Cuáles son las palabras con las que queremos el bien en nuestra vida o la vida de los otros. El misterio del mal. Eso reflexionamos hoy, pero con la esperanza de que el bien triunfa sobre el mal. Hay que estar atento a lo que este misterio del mal puede llegar a organizar, estar atento para no ser nosotros parte de ello, si hacer una opción profunda, renovada cada vez y cada día mas fuertemente en el misterio del bien y de la buena noticia.

Así que, Jesús para la gente importante de Jerusalén, era un poseído, para sus parientes un exaltado, para quién necesitaba de Él era un sanador, el curador a través de su palabra y frente a esto nosotros nos admiramos y sabemos que tenemos conciencia y cuidado de este poder de aquello malo que cada uno de nosotros tiene y que como siempre proclamamos la necesidad de que los buenos se unan en cadenas de solidaridad, en redes de contención, está también lo otro , estas redes de muerte, estas tramas de muerte que se ciernen sobre todas las realidades y de las que nosotros también podemos ser parte activa o victimas. Jesús que vuelve a su casa y que los suyos vienen a esconderlo porque es un exaltado.

Ahí vienen los escribas atraídos por lo que se decía a cerca de Jesús. Decían que estaba poseído por Bezebul, el espíritu del mal, príncipe de los demonios. Decían que estaba poseído por un espíritu impuro. Desde dónde estaban posicionados para ver la realidad, que sacaban estas conclusiones de lo que cualquier ojo sencillo y simple vería de la realidad. Y cual era esta. Muchedumbre de gente que acudía a Jesús a escuchar su palabra y a ser sanados por Él, que eran alimentados, devueltos a la vida, eso era lo que objetivamente se veía.

Entonces tenemos que intentar descubrir el lugar donde esta gente se posesionaba para ver aquello que nadie veía y para interpretar aquello que se veía desde esta tesitura, de que todo ese bien que se veía era producido por un mal. Le podemos pedir al Señor que nos sane nuestra mirada, esta mirada que interpreta torcidamente todas las cosas.

Toda situación que en nosotros puede despertar una necesidad interior profunda de sanación, Ej.: Señor cúrame de este resentimiento, de esta herida, o lo podemos hacer desde la soberbia del acá no me mueven, y desde este dolor, desde esta herida interpreto todo, y todo intento de bien lo doy vuelta y lo siento como mal. Miremos un aspecto muy oscuro de nuestra vida, cuantas veces nosotros actuando como los parientes de Jesús que van a esconderlo por vergüenza de las cosas que decían de Jesús, mira el tuyo, de que se la da, que está haciendo, mira que las cosas de Él ya están llegando a Jerusalén y están viniendo los jefes de allá, corre peligro de Él que es un inconciente y corren peligro ustedes, su posesiones, su trabajo, su fama.

Las cosas que le habrán ido a llenar la cabeza a los parientes de Jesús para que estos salgan desesperados a querer llevárselo a su casa a sacarlo de circulación o que habrán dicho los que llegaron a Jerusalén que estos a vuelta de correo mandaron esta gente para que venga y determine.

Porque fíjense que el texto dice de inmediato a que estos empezaron a hablar en contra de Jesús, nunca escucharon, nunca vieron, nunca se tomaron el trabajo de llegar y ver, y escuchar, de preguntarle a Jesús y a los que estaban con Él, los fariseos que llegaron de Jerusalén decían de Jesús, o sea que ya venían con una sentencia dada, con una perspectiva asumida, con un juicio dado. Se unieron para acabar con Él, decía el texto de la semana pasada.

Hay una decisión de acabar con Jesús. Y poner todas las energías de una vida, todas las energías personales y las energías de un grupo de personas a generar situaciones de muerte, a generar situaciones de acabar cosas, de decir bueno sobre esta realidad, cómo la podemos hacer pedazo y que cada uno diga y vaya generando estrategias de destrozar un proyecto. Nos puede pasar a nosotros esto. Tantas veces en nuestra familia por algunas situaciones dadas parecería ser que estamos decididos a destruir con ellas, cuando cada uno ve desde su lugar, papá, mamá y cada uno de los hijos, abuelo, etc., están decididos a desarmar, porque cada uno ve del otro lo peor, este es un loco, un vividor, empezamos a pagarnos esos apelativos, que destruyen la relación.

No solamente los fariseos que vienen de Jerusalén están decididos a acabar con Jesús, sino también nosotros tantas veces desde el dolor empezamos a generar y a entrar en este circulo vicioso de dar apelativos y de nombrar al otro con estos nombres destructivos. Poseído y exaltado. Cuáles son los nombres con los que nosotros damos a las otras personas, incluso las que queremos y con las que vivimos cuando estamos enojados.

Tendríamos que pedir perdón, purificarnos, bendecir a esas personas a las cuales llamamos con estos nombres tan despectivos y tan destructivos de la obra de Dios en ellos y de la obra de Dios en nosotros. Esto se da en las familias y en las comunidades e incluso en las cristianas, cuando alrededor empiezan a tratarse así. Que el párroco es esto y que la san cristiana lo otro, empezamos a decirnos cosas horribles que no vienen de Dios.

O también conmigo mismo me digo cosas feas porque no acepto algún aspecto de mi historia o de mi físico o de mi entorno donde me muevo o incluso no acepto algún pecado y me denigro con los nombres que me pongo. Así que miren los ámbitos de aplicación de esto. De esto que hacen los parientes y de esto que hacen los fariseos que vienen de Jerusalén. Pasar por esos lugares donde hemos instalado palabras de muerte, con la fuerza del espíritu y llevar palabras de vida. El querido, el amado, el perdonado, que te regale la luz y vamos poniendo nombre a los vínculos.

Es tan grave esta la realidad cuando el vínculo es más fuerte, cuando yo trato así a mi mujer o a mi marido o a mis hijos, o los fieles a su pastor, o viceversa, o yo a mi mismo. Pedirle a Dios que me quite el convencimiento de estar yo en la verdad. Pidamos al Señor que nos haga recorrer estos caminos de los grupos a los que pertenecemos y ver si entraron redes de muerte para que nosotros desde hoy con la fuerza del Espíritu Santo podamos pedir que se incorporen redes de vida. Pedir perdón de las palabras muertas que hemos pronunciado y reaprender a hacer palabras de bendición.

Es después de una reunión cuando aparecen los complots, los comentarios, y cada uno lamentablemente estamos convencidos de que tenemos la razón y de que el otro es así. Y lo bautizamos. Cómo esto de ponerles nombre a las personas es muy propio nuestro. Jesús lo conoció a Simón y le puso el nombre de Pedro.

A Santiago y a Juan les puso hijos del trueno, eran nombres que descubrían una potencia del otro y que esa potencia podría ser trabajada para la misión, descubrir lo más profundo del otro y llamarlo desde ahí, convocarlo desde aquello que es más profundo, por lo tanto más de Dios, por lo tanto más verdadero y más permanente. Esa tendencia nuestra también de nombrar al otro pero como medio de posesión, nombrarlo desde el defecto, desde lo que le falta, entonces nos volvemos marginadores, clasistas, muy de mostrar el defecto físico, intelectual, muy de ironizar. Y la ironía respecto del otro siempre va en la línea de denigrarlo, de ponerle por encima de perderle el miedo, de dominarlo. Y así está este grupo de personas.

Estos lo llaman a Jesús el exaltado, el poseído. Y son un grupo de personas, en diverso orden pero muy cercana con Jesús. Unos porque eran familiares, es decir compartían la misma sangre, esta resistencia a Jesús y a sus mensajes, también brota desde su misma sangre, no lo entienden.

Somos nosotros los que tenemos que pedir un corazón que pueda contener esta buena noticia y de esta buena noticia contenerlo en nuestro corazón tan viejo, tan organizado con cosas que no son de Dios. Entonces los parientes también tienen que hacer el proceso de conversión, de apertura a la fe. No es el parentesco según la sangre lo que lo hace cercano a Jesús, es la recepción de la misión de la persona de Jesús de su palabra.

No es la cercanía al estudio de su palabra, a los espacios de ministerio de gobierno dentro de un grupo de parroquia o de iglesia es otra la cosa que nos pone en sintonía con esta red de vida, con esta iglesia que Jesús está convocando alrededor de la palabra del padre. Entonces no creernos que nuestra salvación, nuestra cercanía al espacio de salvación al reino que viene de Jesús, venga por el título que ostentamos dentro de la iglesia o por el parentesco que tengamos con Jesús. A eso hay que buscarlo por otro lado, hay que buscarlo por la docilidad a esta palabra que Él viene a dar.

Hoy pedimos el don de la bendición, de poder ser personas bendecidoras. Que aquello que nos cae mal, porque lo que estoy diciendo no es que automáticamente va ha hacer desaparecer estos sentimientos como más negativos, que brotan de nuestro corazón, yo no elijo sentir antipatía hacia una persona, no elijo sentir que lo que él hizo, su presencia me remueven otras presencias, otras cosas y genera resistencia. Esto sale como automático.

Entonces el problema no es lo que yo siento sino que es lo que hago con aquello que siento. Y si la presencia de Jesús con su franqueza, invita a posicionarse de otro lado y yo siento que me mueve el piso o al menos me hace querer romper con aquel que me mueve el piso o pedirle que Él sea el nuevo fundamento. Esto implica humildad, docilidad.

No es problema que sintamos miedo frente a la presencia de Jesús, no hay problema que sintamos el resentimiento de una palabra de Él que me resuenan a otras cosas, sino que haces con ese miedo, con ese resentimiento, con ese odio, con esa antipatía. Haces fuerza de mal para unirte a otros y pasar de lo que despierta en vos la otra persona, a una decisión sobre la otra persona, un juicio sobre la otra persona, de cual banquillo de acusado no lo saca nadie, porque la verdad es lo que yo sentí, eso es la cosa.

Miren cuando nosotros ponemos como verdadero mi sentimiento o mi perspectiva y no como verdadero la suma de perspectivas, de objetividad, escuchando la palabra, escuchando otras personas, escuchando desde el afuera y no dándonos manija todo lo que sentimos, desde el mismo dolor.

El dolor no es automáticamente redentor, hay cosas que a mi me han dolido durante la vida y con la docilidad del espíritu yo lo puedo poner al servicio del reino.

Porque Dios también llama que desde mi dolor, desde las cosas que me pasaron de las cuales yo fui víctima, las ponga al servicio del reino y sean evangelizadoras.

También estas cosas las puedo poner al servicio del mal y lo que yo viví alguna vez, enojarme con los otros, vivir en el reclamo, hacerles pagar a los otros por lo que yo viví.

Lo que estamos diciendo es que nada es automáticamente, no por yo ser pariente de Jesús, no por yo tener algún título dentro de la Iglesia, no por haber padecido algún mal, automáticamente, eso me hace cercano a Jesús.

Sino aquello que ostentas como título, como ministerio, aquella cercanía con Jesús lo pones al servicio del reino, con humildad, con alegría, ahí estás muy cercano a Jesús.

Sino tristemente nos veremos sorprendidos, en que nos estamos uniendo con otros en la misma situación para generar redes de muerte, redes de juicio a otros hermanos o al mismo Jesús.

Le pidamos al Señor esa gracia de que todas las situaciones que ya hemos vivido, buenas y malas, que todas sean vividas desde esta mirada pastoral, que todo se convierta en nuestra vida en una posibilidad de evangelizar.

Lo que te paso de bueno y de malo, lo que posees de bueno y de malo, todo tiene que ser reconvertido al reino de Dios.

Lo que no se convierte se une con otros en una trama de mal y pasa así, les paso a los parientes de Jesús que se juntaron para esconderlo, les paso a los fariseos que fueron a neutralizar la palabra, diciéndole que era una palabra poseída, no del espíritu de Dios, sino el espíritu del mal.

Cuando Jesús se enfrenta a esta red de mal que se va formando en torno a El, se van armando las nubes de tormenta alrededor del sol, que nace de lo alto, Jesús se sienta con ellos, se pone cercano y les explica con parábolas, con comparaciones, no puede el bien ponerse en contra del bien y ahí está el pecado con el Espíritu Santo, es la soberbia, es la cerrazón. El estaba tan convencido de lo que yo digo que no lo puedo absorber al otro o a mi mismo de una situación, no el otro es así y haga lo que haga el otro, yo se que es así o yo se que ya soy así, no tengo cura, no tengo arreglo, ni Dios me puede salvar, porque yo ya soy así, he hecho de una rigidez total esa postura y desde esa rigidez no salvo ni al otro ni a mi mismo.

Es la fuerza de lo que está ideologizado, tan ideologizado que no hay otra manera de mirar la cosa.

Cuantas veces nosotros determinadas cosas de una persona y otro dice no pero fíjate esta otra perspectiva o mira esta otra cosa y no hay palabras de nadie que nos quiten de nuestra postura, una de esas posturas de mal, de convencimiento que el otro es mal y que en el fondo nos lleva a esto, aunque lo digamos de palabra, pero en el corazón estamos convencidos que el mal está en el otro.

Entonces yo quedo libre de eso o en todo caso que el mal está en mi y en mi no hay nada que sea inocente, que sea bueno, ni siquiera la fuerza de Dios y del espíritu.

Si yo he pecado y lo reconozco y humildemente me arrepiento, aunque vuelva a caer y me vuelva a arrepentir setenta veces siete, como dice Jesús en otro momento del evangelio, todo es perdonado, porque es la misericordia.

Que es lo que Dios no perdona, aquello de lo cual yo no quiero ser perdonado, porque no creo en el poder del perdón de Dios.

Creo en el poder del mal, en el poder de que ya está así, de lo que el mal está en el otro y el mal está en mí y eso es insalvable.

Ese es el pecado, porque neutraliza la fuerza de Dios.

Le pidamos entonces el reconocimiento de nuestras faltas, también la lucidez del reconocimiento de las faltas del otro, pero también en la posibilidad de redención, la tuya, la mía y la del otro.

Todos podemos redimirnos, todos tenemos semillas de bien, a las que hay que sembrar, cultivar y cuidar, para que nazca con fuerza este reino nuevo que Jesús vino a inaugurar.

Es la fuerza de El, lo que hace nuevas todas las cosas y todas las cosas pueden ser nuevas, no hay nada que quede ajeno a este reino que el inauguró.

Ese es el mensaje de esperanza, no nos quedemos pensando que el mal ha triunfado y que la respuesta de esto es más mal.

La respuesta del mundo y la esperanza del amor, la docilidad del Espíritu Santo, el construir el reino que Jesús viene, que empieza desde abajo, desde lo chico, esa es la docilidad al Espíritu, no nos ideologicemos entonces en posturas del mal, condenando a otros, sino que pidamos el don al espíritu de la docilidad y de la humildad de reconocer que hay mal, pero hay mucho mas bien y que nosotros queremos ser, no dos nudos de este bien que Jesús trae.