28/03/2019 – Esta vez, la profesora en ciencias sagradas María Gloria Ladislao eligió a Juan Bautista, el profeta que vino del desierto, como el personaje bíblico de “Una Nube de Testigos” y recomendó leer sobe él en el evangelio de Lucas. “El anuncio del nacimiento de Juan como consagrado y profeta está en el capítulo 1, también su nacimiento y circuncisión, y como fue formado en la austeridad del desierto. Allí se cuenta que ´el niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel`. Y como el pueblo judío estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: ´Yo los bautizo con agua, pero viene uno más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego`”, indicó la biblista.
Ladislao agregó que “el tiempo de Jesús fue efervescente en expectativas mesiánicas. Los años de las ocupaciones, primero griega y después romana, habían potenciado en el pueblo la espera de un Ungido que viniera, finalmente, a realizar las promesas de Dios. Cada grupo religioso y cada corriente interna del judaísmo guardaba su propia expectativa mesiánica. Y hasta tanto la manifestación del Mesías se realizara, cada uno de estos grupos tenía su propia receta sobre la forma de acelerar los tiempos de la justicia. Para la clase sacerdotal era la multiplicación de los sacrificios del Templo, para fariseos y escribas la observancia estricta de la Toráh, para los esenios el apartarse de los pecadores; para los celotes no había que esperar, había que realizar la justicia por la lucha armada. Estas tendencias bastan para hacernos una idea del panorama que presentaba, además de estas principales, otras corrientes y tendencias, y que generaba disputas y oposiciones entre los representantes de cada una de ellas”.
Por otra parte, se preguntó: “¿En qué grupo inscribir a Juan Bautista? Este personaje aparece como representante de un movimiento religioso que hunde sus raíces unos años atrás. El movimiento bautista había surgido durante el siglo 2 antes de Cristo, como un movimiento de purificación interior, que exhortaba a la conversión del corazón y a adherir a una salvación que no dependía de rituales exteriores sino de una actitud sincera. Su signo era la inmersión en el agua, el bautismo. Esta propuesta ¿era simplemente una más dentro del convulsionado panorama de aquellos años? Mientras saduceos, fariseos, maestros y escribas discuten entre ellos sus propias doctrinas, el pueblo está a la espera. ¿Cuándo llegará la salvación? ¿Cuándo Dios se acordará de nosotros? El pueblo, en gran parte excluido de muchos de aquellos sistemas y estructuras religiosas signadas por el Templo, el conocimiento de la Toráh y las normas de la pureza, pone su expectativa en horizontes más amplios: el movimiento bautista, que señala como única condición la conversión del corazón, es una respuesta para estos impuros e impuras, excluidos de la vida religiosa administrada por otros. Una buena señal de esta no exclusión la tenemos dada por la clase de gente que se acerca y recibe el bautismo de Juan: publicanos, soldados romanos, prostitutas”.
Ladislao dijo además que “Jesús adhiere al movimiento de Juan Bautista. Vive y sufre con la espera de su pueblo. Como Juan, Jesús no espera que Dios reine desde el Templo ni desde la pureza ni desde la legalidad, sino en los corazones. En su práctica, Jesús asume aspectos del movimiento bautista. Esto es claro sobre todo en dos puntos. El primer es el movimiento que surja a partir de Jesús será, como el movimiento bautista, una llamada a todos sin exclusiones. Y la participación en el Reino de Dios no estará ligada a ningún rito o pureza exterior, sino al cambio de corazón, del cual el bautismo de Juan era signo. Jesús se bautizó cuando se estaba bautizando todo el pueblo. Como todo el pueblo, Jesús espera que se cumpla el tiempo en el que Dios venga a reinar. Toda su vida será expresión de que ese reinado ya se está realizando”.
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