Juan Bautista, un verdadero profeta

miércoles, 13 de febrero de 2013
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Nos encontramos nuevamente en la catequesis de la Radio María, para todos el Señor nos da la fortaleza para peregrinar en nuestro camino.

 

Hoy haremos nuestra catequesis desde el evangelio de San Marcos, disponemos el corazón para que el Señor pueda hablarnos y nos ayude a comprender y a entender todo aquello que nos quiere decir. Dios cada día tiene su palabra oportuna y que nos ayuda a peregrinar con esperanza, fortaleza y alegría de vivir. Le pedimos al Señor el don de su Espíritu.

 

Ven, Espíritu Santo,

Llena los corazones de tus fieles

y enciende en ellos

el fuego de tu amor.

Envía, Señor, tu Espíritu.

Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios,

que llenaste los corazones de tus

fieles con la luz del Espíritu

Santo; concédenos que,

guiados por el mismo Espíritu,

sintamos con rectitud y

gocemos siempre de tu consuelo.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

 

San Marcos capítulo 6 del 14 al 29

 

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, ya que su nombre se había hecho famoso. Algunos decían: «Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes milagrosos.»

Otros decían: «Es Elías», y otros: «Es un profeta como los antiguos profetas».

Herodes, por su parte, pensaba: «Debe de ser Juan, al que le hice cortar la cabeza, que ha resucitado.»

En efecto, Herodes había mandado tomar preso a Juan y lo había encadenado en la cárcel por el asunto de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.

Pues Juan le decía: «No te está permitido tener a la mujer de tu hermano.»

Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía,

pues Herodes veía que Juan era un hombre justo y santo, y le tenía respeto. Por eso lo protegía, y lo escuchaba con gusto, aunque quedaba muy perplejo al oírlo.

Herodías tuvo su oportunidad cuando Herodes, el día de su cumpleaños, dio un banquete a sus nobles, a sus oficiales y a los personajes principales de Galilea.

En esa ocasión entró la hija de Herodías, bailó y gustó mucho a Herodes y a sus invitados. Entonces el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»

Y le prometió con juramento: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»

Salió ella a consultar a su madre: «¿Qué pido?» La madre le respondió: «La cabeza de Juan el Bautista.»

Inmediatamente corrió a donde estaba el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.»

 

El rey se sintió muy molesto, pero no quiso negárselo, porque se había comprometido con juramento delante de los invitados.

Ordenó, pues, a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Este fue a la cárcel y le cortó la cabeza.

Luego, trayéndola en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ésta se la pasó a su madre.

Cuando la noticia llegó a los discípulos de Juan, vinieron a recoger el cuerpo y lo enterraron.

 

La figura de Juan el bautista que se nos presenta en esta mañana es admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y de valentía por la denuncia del mal.

De la muerte del Bautista habla también un famoso y conocido historiador Flavio Josefo que va narrando en la historia de su presencia real en la historia como alguien a quien Herodes le temía por la revuelta política, pero el evangelio de San Marcos nos presenta un motivo más concreto, el Bautista fue ejecutado por el dolor de una mujer a quien le denunciaban también su error. El profeta había denunciado públicamente su unión con Herodes, Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodes apreciaba a Juan a pesar de la denuncia, nos dice el evangelio que lo respetaba porque sabía que era un hombre honrado y santo, pero la debilidad de este rey, las intrigas de esta mujer, la destreza de esta hija al bailar, termina con la vida del último profeta del antiguo testamento, el precursor del Mesías, el mayor de los nacidos de mujer. Como Elías había sido perseguido por Ajab, rey débil, instigado por su mujer Jezabel, ahora Herodes, débil se convierte también en instrumento de una venganza.

Qué raro tener que leer y ponernos frente a esta historia, la de Juan y la del final de su vida. De Juan aprendemos sobre todo su reciedumbre de carácter, la coherencia de su vida con lo que predicaba.

Cuando leemos en el evangelio las apariciones de Juan el bautista, siempre va con la verdad adelante. Cada vez que aparece ante el pueblo predicando, ya sea ante fariseos, publicanos, los soldados, lo único que anuncia es la verdad, es la voz que está gritando en el desierto, es la voz que está llamando a la conversión, es la voz que anuncia la verdad. Preparó los caminos del Mesías, preparó el camino de Jesús, predicó incansablemente, habló permanentemente del camino de la conversión. Cuando apareció el Mesías, Jesús, lo mostró claramente, cómo no hacerlo si ya lo había percibido cuando todavía estaba en el vientre de su madre Isabel.

 

Hay algo que Juan tiene muy claro, no puede usurpar ningún papel que no le corresponde, por eso va a decir Él, el Mesías tiene que crecer y yo tengo que menguar, no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias.

 

Esta es la figura que el evangelio nos propone en esta mañana, cuando fue el caso, Juan denunció el mal, y cuando se hace con personas poderosas suele tener fatales consecuencias.

 

Un falso profeta, en el antiguo testamento encontramos varios y en la actualidad también, es el que dice lo que halaga el oído de las personas y así tiene asegurada su carrera. Un verdadero profeta es aquel que anuncian la verdad aún ante los poderosos, tienen asegurada la persecución y la muerte.

Tanto si su palabra profética apunta hacia lo social como a la ética de las costumbres. Cuántos mártires siguen habiendo en la historia? Seguramente ninguno de nosotros estamos amenazados de muerte pero sí estamos llamados a dar testimonio de la buena noticia de la salvación, a testimoniarla con las palabras y con nuestra vida.

 

Sin duda cuando lo miramos a Juan el Bautista, cuando miramos su decisión, cuando miramos su palabra, cuando miramos su coraje, cuando miramos el final de su vida, también tenemos que descubrir que en este tiempo tendremos que anunciar la verdad y denunciar lo que está mal. El mal no puede estar en medio nuestro y nosotros permanecer en silencio. Sin duda que lo haremos con palabras valientes en la medida que dejamos que el Señor vaya obrando pero sobre todo con una vida coherente. Es la vida la que anuncia la verdad, es la vida la que va poniendo luz donde está la oscuridad del error, donde está la oscuridad de la mentira, es el gran signo profético en medio del mundo para este tiempo.

 

Cuando tantas veces vemos situaciones donde el bien no aparece, allí tenemos que estar nosotros, cuando tantas veces se levantan altares a dioses falsos allí tenemos nosotros que dar testimonio de este Dios que es Padre, que es Amor, que es Misericordia, que quiere derramar su Amor sobre cada uno de nosotros.

 

Marcos nos cuenta antes del retorno de los doce, de dos en dos, antes de esa primera evangelización, sobre la figura de Juan el Bautista y su muerte.

 

Este evangelio de Marcos nos quiere advertir sobre la clara idea de lo que será la vida de los enviados de Dios, nos habla sobre el aparente fracaso de la misión. Juan el Bautista está fracasando en la cárcel y aparentemente va a fracasar muriendo sin embargo está testimoniando con su vida la verdad de Jesús.

 

Apenas en un capítulo San Marcos nos va ubicando en la realidad, los discípulos enviados, Jesús que advierte del peligro de ser rechazados, Juan el Bautista que tiene que menguar y Jesús que se va convirtiendo en una celebridad por eso Herodes quiere saber de este hombre.

 

Herodes decía es Juan Bautista que ha resucitado, otro decían es Elías y otros es un profeta como uno de tantos.

 

Al principio del evangelio de Marcos vemos claramente que la muchedumbre que iba atrás de él iba buscando los milagros, ahora la gente está admirando, y mientras los adversarios han resuelto la cuestión, es un loco, es un poseso, obra en nombre de Belcebú, la opinión pública comienza a diversificarse. Debe ser Juan el Bautista, debe ser Elías, debe ser un profeta, porque ven en él algo distinto. Es un hombre de Dios, es un hombre inspirado.

 

Por eso en estos días, la palabra de Dios nos hace la pregunta a nosotros, quién decimos que es Jesús, quién es para mí, ante tantas propuestas que hoy escuchamos en el evangelio.

Pero Herodes que había oído hablar de Jesús decía es Juan, aquel a quien hice decapitar y que ha resucitado.

A menudo es a través de la voz de la conciencia que Dios se insinúa a los hombres.

Herodes no está orgulloso de su conducta, ha matado injustamente, esto sin duda le inquieta.

La presencia de Jesús en el pueblo, con sus gestos, con sus palabras, con esta gente que se admiraba con la autoridad con la que hablaba, hace que despierte también la conciencia de él. Herodes escuchará lo que Dios está diciendo en su corazón.

 

Quizá es fácil juzgarlo a Herodes y saber lo que va a responder pero también en esta mañana la palabra de Dios nos presenta este desafío de poder preguntarnos si nosotros escuchamos nuestra conciencia cuando nos va mostrando cuál es el camino que debemos seguir-

 

En la misión que los apóstoles realizan, hablan y hacen hablar de Jesús, la gente se pregunta sobre este personaje, los rumores y las opiniones llegan a Herodes.

 

Juan permaneció fiel a la misión que le habían encomendado y cada uno de nosotros discípulos y misioneros de Jesús, estamos elegidos para llevar a cabo esta misión. Tenemos en Juan un modelo, por su austeridad de vida, por su valentía en el anuncio y en el indicar el camino que lleva a Dios y por la valentía de defender la palabra de Dios hasta la muerte.

 

Supo hacer realidad lo que el Salmo nos dice: El Señor es mi luz y mi salvación, a quién temeré!

 

Debemos preguntarnos si vivimos y expresamos nuestra fe con la misma valentía en un mundo en el que ciertamente no es fácil hacerlo, es todo un desafío para nuestra vida cristiana, es todo un desafío para nuestra relación con nuestros hermanos.

 

¿Cuál es mi experiencia de anunciar la verdad, cuál es mi experiencia de denunciar el error? ¿Por dónde pasa mi valentía? El Señor nos pone ante esta encrucijada, tenemos que hacer opción entre callar o anunciar a viva voz la verdad de Dios, dónde entro yo en esta historia?

 

El martirio es la mayor expresión de la virtud de la fortaleza, el martirio es el testimonio supremo de una verdad que se confiesa hasta dar la propia vida por ella, sin embargo el Señor no nos pide a la mayoría de los cristianos que derramen su sangre en testimonio de su fe pero claramente reclama con toda firmeza que debemos proclamar la verdad con la vida, que debemos proclamar la palabra en ambientes, a veces difíciles. Para vivir con plenitud la vida cristiana el Señor es el que nos da la fortaleza y acompaña nuestra vida, como acompañó a los doce cuando salieron de dos en dos, como acompañó a este hombre, testigo fiel que es Juan el Bautista y que hoy contemplamos.

 

Santo Tomás de Aquino nos enseña que la virtud de la fortaleza se manifiesta en dos tipos de actos: acometer el bien sin detenerse ante las dificultades y peligros que pueda comportar y resistir los males y dificultades de modo que no nos lleven a la tristeza.

 

 

Esta fortaleza se la pedimos al Señor al contemplar la vida y la muerte de Juan el Bautista. Nunca fue tarea cómoda seguir a Jesús, es una tarea inmensamente alegre pero es sacrificada y después de la primera decisión está el sí de cada día, necesitamos la virtud de la fortaleza para emprender el camino de la santidad y para reemprenderlo a diario sin acobardarnos ante el primer obstáculo.

Necesitamos la fortaleza para ser fieles en lo pequeño de cada día porque en la fidelidad diaria experimentamos que nos acercamos a Dios o por el contrario nos alejamos de él. Necesitamos la fortaleza para no apegarnos a las cosas de la tierra, para no olvidar que Cristo es el tesoro escondido, que Jesús es la perla preciosa y que por esta perla y este tesoro vale la pena no llenar el corazón de bienes pequeños y relativos. La virtud de la fortaleza nos lleva a ser pacientes ante los acontecimientos, pacientes ante los obstáculos, pacientes con nosotros mismos. Cuando hablamos de ser fuertes y pacientes pensamos en los demás pero también lo tenemos que ser con nosotros mismos, no podemos permanecer pasivos cuando se quiere poner al Señor entre paréntesis en la vida del hermano, en la vida pública, en la sociedad.

 

Tenemos que anunciar que vale la pena que el Señor esté en el corazón del hombre y vaya transformando las realidades de cada día.

 

No podemos permanecer callados cuando tantas personas esperan un testimonio coherente con la fe que profesamos.

 

Este evangelio nos tiene que ayudar a seguir reflexionando durante toda la jornada, el testimonio de Juan al final de su vida, el testimonio de su martirio.

 

Nos dice San Gregorio: era la mala conciencia lo que atormentaba a Herodes, por eso veía en Jesucristo al Bautista a quien había matado.

 

No hay pena comparable a una conciencia cargada de errores porque cuando el hombre sufre exteriormente se refugia en Dios pero una conciencia desarreglada, dice San Gregorio, no encuentra a Dios dentro de sí misma entonces dónde puede hallar consuelo, dónde puede encontrar el reposo y la paz? Me llamó la atención esta expresión y por eso lo quería compartir.

 

Cuanta certeza y cuanta luz para nosotros hoy porque también cuando miramos nuestro interior seguro con la certeza que nos da el ser débiles y pecadores vamos a encontrar gestos y palabras de cobardes, como le pasó a Herodes, pero no nos desanimamos, lo tenemos a Cristo Jesús que intercede por nosotros, que nos libra del pecado, que nos pone en los brazos del Padre Misericordioso.

 

Qué bueno poder ubicarnos nosotros desde esta perspectiva, el sabernos débiles, el sabernos pecadores, el saber que tantas veces ocupamos el lugar de Herodes, pero nosotros sabemos dónde encontrar el consuelo, dónde encontrar el reposo y dónde encontrar la paz.

 

Este Jesús verdadero Dios y verdadero hombre, presente entre los hombres nos puede comprender y como Dios nos puede conceder lo que necesitamos.

 

Hoy le pedimos al Señor la virtud de la fortaleza para no tener miedo de anunciar la verdad y para no tener miedo de denunciar la injusticia.

Con valentía le pedimos al Señor poder anunciar y comprometernos en vivir la justicia y la vida en abundancia que nos trae Jesús se va a derramar sobre nosotros.

 

Juan Bautista no vivió para sí mismo ni murió para el mismo, a cuántos hombres cargados de pecados habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera, cuántos volvieron a Dios cuando comenzó a llamar a la conversión en el desierto y en el Jordán, cuántos se habrán visto confortados en sus penas cuando contemplaron la muerte del Bautista, cuántos se habrán fortalecido de su mismo testimonio, no solamente nosotros en este tiempo, también los contemporáneos del Bautista.

 

Su ejemplo nos muestra que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios.

 

Gracias a todos, que Dios los bendiga y les regale una hermosa jornada.