17/04/2025 – En este Jueves Santo, nos adentramos en la profundidad del Evangelio de Juan, capítulo 13, versículos 1 al 20, para meditar sobre la institución del orden sagrado y la Eucaristía, cuya expresión más elocuente reside en el servicio. La doctora Verónica Talamé, vicedirectora nacional del departamento de animación bíblica de la pastoral bíblica e integrante de la fundación Manos Abiertas, nos guía en este significativo pasaje.
Verónica contextualiza este texto como un punto de inflexión en el Evangelio de Juan, uniendo el “libro de los signos” (capítulos 2 al 12), donde Jesús manifiesta progresivamente su “hora”, con el “libro de la gloria” (capítulos 13 al 21), que narra su glorificación a través de la muerte y resurrección. La frase inicial, “Habiendo llegado su hora”, marca el inicio de la glorificación, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, del amor sobre el egoísmo, del servicio sobre la indolencia y de la vida sobre la muerte.
En el contexto inmediato de la Última Cena, Jesús realiza una serie de gestos inusuales. Se levanta de la mesa, se quita el manto, toma una toalla y se la ciñe a la cintura para lavar los pies de sus discípulos. Este acto, propio de un esclavo y realizado en un momento inesperado de la cena, trasciende la mera limpieza física. Verónica explica que Jesús, al despojarse de su manto, símbolo de su dignidad como Maestro y Señor, y al humillarse hasta lavar los pies, la parte más baja y considerada impura, nos revela el significado profundo del servicio conectado al misterio pascual. Quitarse el manto representa su muerte y volvérselo a poner, su resurrección, invitándonos a participar de este misterio, a dejarnos lavar, purificar y resucitar por Él.
Este gesto es mucho más que un acto de humildad; es el servicio supremo del Señor y Maestro a toda la humanidad. Nos invita a levantarnos de nuestra comodidad (“la mesa”), a despojarnos de títulos y dignidades, y a ponernos al nivel del otro, llegando hasta lo más bajo, sin prejuicios. Tomar la toalla simboliza la disposición a servir con amor extremo, hasta la muerte y resurrección. Secar los pies con la toalla evoca consuelo, un servicio que alivia la necesidad del otro, sin buscar privilegios.
La entrevistada vincula este servicio con el voluntariado, compartiendo su experiencia en la fundación Manos Abiertas. El gesto de llamar a las personas vulnerables (“debajo de los puentes”) para ofrecerles alimento caliente simboliza el llamado a participar de la mesa de la Eucaristía y del amor extremo de Jesús.
En síntesis, el lavatorio de los pies en la Última Cena no es solo un acto de humildad, sino una profunda lección sobre el servicio como la expresión más auténtica del amor de Jesús, un amor que se entrega hasta la muerte para ofrecernos la resurrección y la participación en su gloria.
Mirá la nota y dejate abrazar por este tríptico de Amor que nos invita a la acción: Lavar los pies, servir y vivir con un corazón de voluntario en la entrega que nos ejemplifica Jesús.