La abeja, símbolo de trabajo, humildad y dulzura

martes, 30 de julio de 2013
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Abejas y apicultura en la antigüedad

 

La primera referencia a las abejas se encuentra en una pintura rupestre hallada sobre una roca de las cuevas de la Araña, en Valencia (probablemente del 7000 a.C.) Representa dos personas (¿varones o mujeres?) trepando, con ayuda de largas sogas, hasta una pequeña abertura natural en la roca. A una de las personas se la ve retirando un panal del hueco y colocándolo en una canasta. Se ven abejas revoloteando alrededor.

Desde la primera dinastía de los faraones egipcios (3200-2780 a.C.) hasta la época romana, los títulos reales egipcios siempre estuvieron asociados al emblema de la abeja. El cartel con el nombre del rey está precedido por una abeja, es decir, el signo de la abeja cumplía la función de determinativo de los nombres reales.

En general, la abeja es símbolo de laboriosidad, pureza y  humildad:

 

            ¡Pequeño animalito es la abeja,

pero nada hay tan dulce como la miel que produce!(Eclo 11,3)

 

Mira la abeja, cuan diligente es, y que importante es el trabajo que hace. La miel que produce la usan reyes y pueblos para su salud, todos la buscan y aprecian. Aunque la abeja sea débil, la respetan por honrar a la sabiduría. (Prov 6, 8 agregado de la versión de los LXX)

 

Como símbolo de trabajo y obediencia, la colmena es figura de un grupo de gente organizada, y puede ser símbolo de los monasterios.

 

Simbología cristiana

 

En la Edad Media la alegoría cristiana identifica a la abeja reina con la Virgen María, que brinda la miel más dulce al mundo: Jesucristo.

 

La cera de la abeja también es símbolo de pureza, y así aparece en la liturgia católica en el Pregón Pascual al encender el cirio. La misma palabra “cirio” proviene de “cereus”, es decir, “cera”:

 

En esta noche de gracia recibe, Padre Santo, el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te presenta por medio de sus ministros, en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas. Ya sabemos lo que anuncia esta columna de fuego que encendió la llama viva para gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz no disminuye su claridad al repartirla, porque se alimenta de la cera que elaboraron las abejas para hacer esta lámpara preciosa. ¡Noche verdaderamente dichosa…!

 

Las abejas como peligro

Por sus picaduras, son también un símbolo de los ataques enemigos. Los pueblos invasores son descriptos como enjambre que ataca. Ante esto, el creyente se refugia en Dios. En este sentido, en la Biblia hay una similitud en cómo se describen los ataques de abejas con los de las avispas.

 

Entonces los amorreos, que vivían en aquellos montes, salieron al encuentro de ustedes y, como abejas, los persiguieron y los derrotaron en Seír y hasta Hormá. (Dt 1,44)

 

18          En ese tiempo el Señor hará venir como moscas

a los que viven en los lejanos ríos de Egipto,

y hará venir como abejas

a los que viven en Asiria.

            19         Todos ellos vendrán a instalarse

en las cañadas profundas

y en las cuevas de las rocas,

en todos los matorrales espinosos

y en los sitios donde bebe el ganado. (Is 7,18-19)

 

            10         Todas las naciones me rodearon,

pero en el nombre del Señor las derroté.

            11         Me rodearon por todos lados,

pero en el nombre del Señor las derroté.

            12         Me rodearon como avispas,

pero su furia se apagó como fuego de espinos;

¡en el nombre del Señor las derroté!

            13         Me empujaron con violencia, para que cayera,

pero el Señor vino en mi ayuda. (Salmo 118)

 

Déborah, la abeja jueza  Libro de los Jueces cap. 4 y 5

 

4En aquel tiempo juzgaba a Israel una profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot. 5Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera (conocida como “la palmera de Débora”), que había en los montes de Efraín, entre Ramá y Betel, y los israelitas acudían a ella para resolver sus pleitos.

 

El nombre Débora significa “abeja”. Esta mujer está llena del Espíritu Santo, porque tiene carisma profético. En su función de jueza resuelve litigios de la tribu de Efraím. En tiempos de los jueces (1200-1000 a.C.), los asuntos comunes a varias tribus deben resolverse por acuerdos.

Ante el peligro de un ataque desde el norte, es Débora quien convoca a los jueces de otras tribus para organizar la defensa.

 

6Un día, Débora mandó llamar a un hombre llamado Barac, hijo de Abinóam, que vivía en Quedes, un pueblo de la tribu de Neftalí, y le dijo:

—El Señor, el Dios de Israel, te ordena lo siguiente: ‘Ve al monte Tabor, y reúne allí a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón. 7Yo voy a hacer que Sísara, jefe del ejército de Jabín, venga al arroyo de Quisón para atacarte con sus carros y su ejército. Pero yo voy a entregarlos en tus manos.’

 

El triunfo frente a los enemigos se celebra en uno de los cánticos más antiguos de toda la Biblia:

 

            3          ¡Escúchenme, ustedes los reyes!

¡Óiganme, ustedes los gobernantes!

¡Voy a cantarle al Señor!,

¡voy a cantar al Dios de Israel!

 

Vacíos en Israel quedaron los poblados,

vacíos hasta tu despertar, ¡oh Débora!

hasta tu despertar, oh madre de Israel.

¡Despierta, Débora, despierta!

¡Despierta, Débora, entona un cantar!

 

Débora es una de las heroínas del Antiguo Testamento que es considerada figura de la Virgen María.

 

¿Quién es esta que avanza cual la aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como ejército en orden de batalla? (Ct 2,3) María es más bella que Rebeca, más santa que Ana, más prudente que Abigaíl, más esforzada que Judit, más sabia que Débora. María vino a este mundo como ejército en orden de batalla. Por eso, cuando el diablo, acompañado de una gran muchedumbre de demonios, se acercó a María y experimentó lo que ella era, comenzó a huir gritando: “Estos son los campamentos de Dios, huyamos ante Israel” (Ex 14,25).

San Roberto Belarmino, Sermón sobre la natividad de la Bienaventurada Virgen María