La Adolesencia II

jueves, 13 de agosto de 2009
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CANCIÓN PARA VERÓNICA Sergio Denis
Hija mía, mi amor que linda estabas,  cuando fui a despertarte esta mañana,
tantas cosas pensé y no dije nada,  que crecida te vi, mi amor que larga,
Las palabras ya vez jamás alcanzan  si lo que hay que decir desborda el alma
pero atiéndeme bien cuando haga falta a tú lado estaré por si me llamas
pequeña mía, hay por si me llamas.

El país que soñé que tú habitaras aún nos cuesta dolor, sudor y lágrimas
pero existe mi bien, con tantas ganas en tus ojos lo vi esta mañana,

No lo olvides jamás pequeña y canta, es hermoso vivir con esperanzas.
El amor puede más que lo que pasa eso quise decir, no hallé palabras
pequeña mía, no hallé palabras

Tengo un adolescente en mi casa. ¿Qué hacemos? En el vínculo con los adolescentes, algunas ideas recogidas de una multitud de libros de investigadores que nos pueden dar una mano sobre todo a los padres, ya que esa relación se ha tornado más compleja de lo habitual, más conflictiva por varias causas. Actualmente son muchos los padres que no saben cómo educar a sus hijos,  desestructuran fuertemente sus proyectos personales por lo complicada que les resulta su relación con los adolescentes. Muchos padres hasta se deprimen porque no encuentran el modo, si no es látigo en mano todo el tiempo hay casos de chicos que se van, en otros casos los padres los echan, en otros casos los chicos se convierten en algo así como tiranos y tenemos cada vez padres “rehenes” en su casa de sus propios hijos.
Se ha descripto últimamente un síndrome que se llama “síndrome del Emperador” (síndrome es un conjunto de síntomas de origen inexplicable al menos a nivel fisiológicamente, manifestaciones de características de origen policausal que algunos manifiestan ya a veces desde chicos), en que se advierte la “tiranía” del hijo con sus caprichos, sus berrinches, con su temperamento, con su personalidad sobre la voluntad de los padres. Y hay dos modos de abordar esto: hay quien se ‘rasga las vestiduras’ por el desorden cuando estuvimos acostumbrados a un orden durante décadas donde la autoridad y la jerarquía estaban muy marcadas, entonces los padres manifiestan un enojo muy grande por una estructura ideológica que se rompe. Pero la otra forma de abordarlo es tomar conciencia del daño que le hace a los propios hijos y a la sociedad, crecer sin límites, sin autoridad, sin contención. En estos chicos crece insatisfacción y culpa y cuando son más grande sufren mucho.
En este tiempo los chicos son muy hábiles para manipular a los padres, manejos emocionales, los chicos rápidamente descubren cómo hacer. Y llegan a la adolescencia ¡con unas ínfulas!, y caprichos, y manejos que tornan las cosas más difíciles y a veces graves. Lo que antes era un capricho por un juguete o por un poquito más de tele, se transforma en chicos que vuelven a cualquier hora, vuelven con cualquier clase de personas, disfrutan de tomar decisiones , de derechos sin ninguna clase de deber, no asumen sus responsabilidades, o hacen cosas peligrosas como exceso de velocidad, alcohol, droga, vida nocturna muy intensa. Los padres naturalmente comienzan a preocuparse y a sentir mucha angustia porque saben que acá lo que está en riesgo no son cosas menores –tampoco son menores los caprichos por un juguete u otros, porque así se va formando la personalidad-: ahora está en riesgo la vida del hijo. Los padres llegan a un grado de desgaste tal que manifiestan no saber