La alegría de ser cristiano

lunes, 24 de noviembre de 2008
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Jesús se fue acercando a Jerusalén, y al ver la ciudad, lloró por ella y dijo:  “si en este día comprendieras tú también los caminos de la paz… pero tus ojos siguen cerrados.  Llegará un día en que tus enemigos te rodearán con trincheras, te cercarán y te atacarán por todas partes, te aplastarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas, no dejarán piedra sobre piedra en tu recinto por no haber reconocido el momento en que Dios ha venido a salvarte.

Lucas 19, 41 – 44

El Señor ha venido caminando. Jericó, los encuentros con Zaqueo, ese encuentro maravilloso antes con el ciego del camino; luego hablándoles en parábolas. Luego la Palabra de Dios relata cuando Jesús entra en Jerusalén.

Va llegando al punto culminante de la realización del plan de Dios. Va Jerusalén para terminar de hacer el llamado a la conversión. Porque en el plan de Dios, su obra, había elegido un pueblo. Y Dios no se cansaba de buscar la fidelidad de ese pueblo. No se cansaba de llamarlo a la fidelidad.

Dios es incansablemente el buscador del amor del corazón humano.

Y lo más maravilloso que nos descubre la fe, es que Dios no necesita absolutamente nada de nosotros.

Yo siempre digo:  “ El Señor tiene todo resuelto ya, ahora, los que faltamos somos nosotros”.  Es una manera de decir muy humana, pero que ayuda a comprender un poquitito.  En realidad no podríamos entender esto si el Señor no nos da una gracia que nos permite descubrir que en realidad los únicos necesitados y los únicos mendigos de la verdad, de la plenitud, de la realización de los deseos del corazón humano, somos nosotros.

Es el corazón humano.

Sin embargo la Palabra nos presenta al Hijo de Dios, haciéndose mendigo del corazón humano.  Esa palabra de Apocalipsis, donde le habla a las Iglesias. Estoy a la puerta y llamo. Si alguno me abre, entraré y cenaremos juntos. Como un mendigo. “Sentado las noche enteras cubierto de rocío” dice el poeta.

El Señor a la puerta de mi casa. Esperando y muriéndose de frío por mí.

Esta es la locura de Dios. Por eso es apasionante vivir el misterio de la fe, vivir la alegría de ser cristiano. Porque realmente es sorprendente hasta que punto es capas de amar Dios. La locura de Dios es capas de cualquier cosa. Es más, Dios es capas de matar hasta a su propio Hijo, para que yo algún día diga; perdón, soy pecador, estoy dispuesto a cambiar, para que algún día yo también diga, “daré la mitad de mis bienes a los pobres”

Y lloró sobre Jerusalén. Cuanto dolor tiene el amor del Señor. El corazón del Señor está lleno de la Caridad del Padre.

La conciencia. No simplemente la conciencia en el sentido de responsabilidad, de intuición, de capacidad de comprender, sino el Amor, es lo que da la verdadera y adecuada capacidad de comprensión.

Por eso la misericordia es tan esencial. Jesús muestra las fibras de su corazón, y aparte estremece contemplar al Señor, llorando sobre mí.

¿Qué es Jerusalén? Es el lugar del cumplimiento de la voluntad del Padre, donde Jesús va a vivir la Pascua. Su muerte y su Resurrección por mí. Lo que decía Pablo; me amó y se entregó por mí.

Entonces esta Jerusalén puedo ser y