La alegría de ser cristianos

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“Alégrense siempre en el Señor, vuelvo a decirles y a insistirles, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres, el Señor está cerca, no se angustien por nada y en cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, acompañada de acción de gracia para presentar sus peticiones a Dios. Entonces, la paz de Dios que supera todo lo que podamos pensar    tomará bajo su cuidado los corazones de ustedes y sus pensamientos en Cristo Jesús.”

Es el gran mensaje de Jesús: “alégrense, alégrense, ha sido vencida la muerte y el pecado, déjense llevar por la alegría del triunfo mío sobre la muerte”. La alegría está instalada en el corazón de la humanidad y en el universo todo, porque el Dios de la vida ha venido a sacar el sin sentido de la humanidad y a instalar la vida para siempre. Vale la pena despertarse cada mañana y decir “Dios está cerca”. Cuando el Señor está cerca en el despertar, no hay sino un gran motivo para estar alegres en el Señor. El mundo de hoy carece de este don. El don grande de la alegría no está tan presente, de forma conciente en el mundo. Presente está. El Dios en quien creemos, Señor de gozo y de la alegría, ha venido a acampar en medio nuestro. Sin embargo, Él no obtiene como respuesta de los que vivimos en el mundo una conciencia clara de la alegría.

Debemos alegrarnos en el Señor. No tomando pedacitos de alegría, sino una alegría constante y permanente, transformante, que haga relucir nuestro rostro, que nos muestre la luminosidad para afrontar los tiempos difíciles. “Ustedes son la luz del mundo”. Eso debe aparecer en la mirada, con tanto vigor y fuerza que contagie a todos. Esta presencia transformante de la alegría brota del encuentro con el Señor.

Estamos llamados a traslucir la presencia gozosa de sentir a Dios en lo profundo de nuestro ser. Te invito a cerrar la puerta a la angustia y a la depresión, que digas no a los discursos interiores que te invitan a estar triste. Pablo lo pide así