La amistad en Jesús

jueves, 6 de mayo de 2021
image_pdfimage_print

06/05/2021 – En Juan 15, 9-11 Jesús invita a permanecer en el con el mandamiento del amor que deja. Cuando Jesús en la última cena habla del mandamiento lo define en clave de amistad, en un fluir de gratuidad en el vínculo más que en un cumplir con el deber ser. La amistad es don de gratuidad, un regalo inmenso que Dios nos hace.

Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.  Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

San Juan 15,9-11.

 

Así como Jesús renovó y mejoró muchas cosas –comenzando por el vino de Caná, siguiendo por las relaciones sociales y terminando por un nuevo tipo de Alianza con Dios (adorando en espíritu y en verdad)-, también estableció un nuevo tipo de amistad. Humanamente no es posible ser amigos de todos, en Jesús sí es posible. Y es una novedad inmensa y como para saltar de alegría, un tesoro escondido en el campo del cristianismo que no siempre ha sido explotado.

Para cultivar una amistad se requiere poder celebrarla, y la celebración requiere estar en los momentos importantes del otro y también extenderse a lo largo del tiempo en algunos ritos repetidos y que se vuelven una especie de “clásicos cotidianos”.

Esta exigencia propia –paradójicamente- de “lo gratuito”, impide que uno tenga un millón de amigos. No podrá estar en todas las ocasiones especiales ni tampoco sostener una “gozosa rutina” con todos.

Pues bien, la buena noticia es que en Jesús sí se puede. O más bien cómo Él puede, porque ser Dios es justamente (y quizás sólo) eso: poder ser Amigo de todos, al cultivar esta amistad especial que nos brinda el Señor se vuelve fecunda de manera sorprendente esa gracia que ya está presente en la amistad humana: podemos sentirnos “amigos de los amigos de nuestros amigos”.

Una de las gracias más significativas de la amistad es la que se da con los amigos de los amigos. Es como un testimonio interno del grado de amistad que existe con otro (si el otro es amigo, amigo-amigo o amigo-amigo-amigo. El que es amigo-amigo-amigo de mi amigo no puede ser sólo “conocido” mío.
Esta clave es la que nos da Jesús para formar su Iglesia –y nuestras iglesias centradas en torno a un carisma y misión especial, tenemos que resignificar nuestras relaciones en términos de amistad con Él, que es Amigo-Amigo-Amigo, que nos nos brinda la Amistad Mayor, la del que da la vida por sus amigos.
Cada uno tiene que repensar su relación con Dios y con el prójimo desde su vivencia de amistad.

Será distinta en cada uno pero en todos será la más honda. Y esto aún siendo pecadores. Porque, como dice Aristóteles, hay amistad en torno a distintos fines: en la utilidad, en el placer y en la virtud. Son amigos los que buscan el poder y la diversión y los que viven una misión común. Lo que tiene la amistad en torno a lo honesto, al Bien por sí mismo deseado y gozado, es que no corre el riesgo de decaer, como les pasa a las otras, las que se dan tan simpáticamente, y como una flor en el lodo, en torno al dinero o al placer.

Amistad inclusiva

 

Cuando nuestras relaciones se traban, si prima la amistad, todo se resuelve bien, a la larga o a la corta. Pero si alguno cambia el tipo de relación y adopta actitudes en las que la amistad no es el criterio último, tambaleamos. Y aunque haya que irlo corrigiendo siempre, es bueno que nos lleve más tiempo.

Jesús nos mostró ya en carne propia esta vulnerabilidad: su amistad abierta ofrecida a todos le acarreó a un Judas y el Señor manejó la situación con la altura de un Amigo que le marca al otro claramente las cosas pero no se defiende. Y no se defiende porque eso le implicaría cambiar sus códigos, actuar como enemigo, acusar, poner distancia. Embarrar su relación con los otros amigos. El adversario político puede insultar y mentir cuando es acusado e injuriado por su adversario. El amigo traicionado no puede traicionar. Esa es la vulnerabilidad constitutiva de la amistad verdadera.

Si el otro es amigo de Jesús – o mejor, si Jesús es Amigo del otro- ahí tengo una clave que me abre lo más íntimo de su corazón.

A esa amistad puedo apelar para establecer Alianza buena y para resolver los conflictos.

El Señor es Amigo-Amigo-Amigo de esta persona y yo puedo ayudar a que esa amistad crezca y se vuelva más consciente, si está sólo en semilla, o cuidar de que no crezcan cardos y espinas que la sofoquen, y encontrarle el lugar de servicio para que de cómo fruto el 30, el 60 o el ciento por uno.

Así, más allá de Aristóteles, que constataba que se podían tener pocos amigos, en Jesús podemos tener pequeñas “comunidades de amigos” y ser “amigos de las comunidades de amigos de nuestros amigos”. Esta “amistad” es la fuente de agua viva de la hermandad en la que bebemos los que trabajamos siguiendo el espíritu de las bienaventuranzas.

Y desde que el Señor le dijo a Pedro, que preguntaba por la misión de Juan, “Si Yo quiero que este se quede hasta que yo venga, a vos qué te importa. Vos seguime a mí”. En la amistad en el Señor hay lugar para Pedro, para Juan y para Pablo. Y en el “vos seguime a mí” hay una orden de no hacer internas y de profundizar cada uno en su misión, que desembocará en la unión mayor cuando el Señor lo decida.
¡Amigos en el Señor! Qué lindo regalo de Jesús.

¡Amigos de los amigos en el Señor! ¡Qué posibilidad inmensa de incluirse, de crecer y de crear, de incluir a todos y de avanzar, de perdonar y de esperar!

 

 

 

Hoy para seguir Mariathonando, nos fuimos hasta La Rioja. ¿Adivina con quien estuvimos conversando? Hacé clik ACA