La aparición de Jesús

martes, 27 de julio de 2010
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“Después de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades y sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el mellizo, Natanhael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo, voy a pescar, ellos le respondieron, vamos también nosotros. Salieron y subieron a la barca pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer Jesús estaba en la orilla aunque los discípulos no sabían que era El. Jesús les dijo, muchachos ¿tienen algo para comer? Y ellos le respondieron, no. El dijo, tiren las redes a la derecha de la barca y encontrarán. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro, es el Señor. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor se ciñó la túnica que era lo único que llevaba puesto y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces porque estaban solo a unos 100 mt de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan, Jesús les dijo, traigan alguno de los pescados que acaban de sacar. Simón Pedro subió a la barca y sacó las redes llenas de peces grandes. Eran 153 y a pesar de ser tantos la red no se rompió. Jesús les dijo, vengan a comer, y ninguno se atrevió a preguntarle, ¿quien eres? Porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se los dio e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos y después de comer Jesús dijo a Pedro, Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él respondió, si Señor tu sabes que te quiero, Jesús le dijo apacienta mis corderos. Le volvió a decir por segunda vez, Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Él le respondió, si Señor tu sabes que te quiero Jesús le dijo, apacienta mis ovejas. Y le preguntó por tercera vez, Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció que por tercera vez le preguntara si lo quería y le dijo, Señor Tu lo sabes todo, sabes que te quiero. Jesús le dijo, apacienta mis ovejas, te aseguro que cuando eras joven tu mismo te vestías e ibas donde querías pero cuando seas viejo extenderás tus brazos y otro te atará y te llevará adonde no quieras. De esta manera le indicaba con que muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así le dijo, sígueme” Juan 21-1-19

El Señor se aparece junto al mar de Tiberíades, el lugar es el mar, la escena que nos lleva a Galilea y los discípulos han vuelto a sus actividades normales. ¿Qué significa esto? Significaba que después de haber hecho tanto camino, como tantos en la vida, después de haber caminado tantos rumbos. Muchas veces cuando la desilusión gana el corazón uno tiene la tentación de caer en sus propias seguridades y es tan lindo volver a la seguridad. Hasta la naturaleza padece esta tendencia. Nosotros los curas y los que trabajan con los viejitos, los enfermeros, los que trabajan en los geriátricos, muchos podrán decir esto, Las personas cuando se ponen viejitos y ya como para morir, se ponen en una posición fetal, se hacen chiquitos, se doblan y algunos empiezan a llamar a la mamá, es muy común que los viejitos antes de morir quieran volver al útero, volver a ese ámbito calentito, seguro, donde no había problemas, donde había una gran seguridad y una gran protección. Caminar en la fe significa superar también esta tentación de quedarnos en nuestros reductos

De retrotraernos a nuestras medidas, a nuestros límites. Los discípulos no podían ser de otra manera. Donde se ha visto que el hombre con su capacidad humana pueda entender el proyecto de Dios, no se puede. Tiene que venir el Señor a manifestar, a hacerse presente, a hablarnos, a decirnos el sentido y el porque de las cosas. Tiene que ser clara la presencia del Señor y esto es la fe, y esto es el misterio cristiano. Algo que nos hace caminar más allá de todas nuestras seguridades poniendo la confianza en Dios, eso es así, la fe. Y en este momento los discípulos descreídos, ustedes imagínense, al Señor lo habían matado, las mujeres decían que había resucitado, normalmente los hombres decimos que las mujeres están locas, y aquí pasó lo mismo, los discípulos no pueden creer lo que vienen a decir las mujeres, se escuchan comentarios, los discípulos de Emaús, ese camino nos muestra claramente la gran desazón que vivían los discípulos, que fue una experiencia tremenda. Haber dejado todo para seguir al Señor y que ahora lo mataran de esta manera.

¿Quién podía entender esta lógica? ¿Quién podía develar el sentido de estos acontecimientos? ¿Qué recurso le quedaba al discípulo? No le quedaba ningún otro recurso que el de volver a lo seguro, algo con lo cual defenderse, algo que le evite problemas, algo que lo saque de la situación, algo que le devuelva la esperanza. La tentación de buscar la esperanza dentro de las propias seguridades y esto, esta tremenda tentación quizás fue una de las finales grandes tentaciones que padeció el discípulado de Jesús antes de la recepción del Espíritu Santo y que la va a seguir sufriendo el cristiano luego de recibir el Espíritu también. Pero hasta allí esta situación difícil, un montón de discípulos siguiendo a Pedro que dice, me voy a pescar, me voy a mi viejo oficio, me vuelvo para atrás. Ustedes recuerdan cuando Jesús a través de Moisés saca el pueblo hebreo de Egipto, pero ese éxodo, ese camino de libertad, esa manera de llamar Dios al pueblo a otra vida implicaba un trabajo fatigoso del pueblo, implicaba un acto de confianza en Moisés, implicaba creer en una promesa y caminar por el desierto

Cuando empieza a apretar el calor se empieza a sentir la picazón en el cuerpo y entonces empiezan las quejas, para esto salimos de Egipto, por lo menos teníamos cebollas, comíamos carne. Y esa tentación que vivió el pueblo la viven también los discípulos ahora. También la vive el hombre moderno, nosotros hoy. Cuantas veces estamos queriendo retroceder y cuantas gente retrocede, cuanta gente se repliega sobre sí mismo, deja de ponerle el pecho a la esperanza, se cansa de esperar, ya no puede creer como antes, cuando no tiene afectos, cuando no tiene certezas. Este es el momento de la fe, el momento en que ya no creo porque siento, ya no creo porque Jesús está sensible sí no porque El me llamó, lo sigo. Los discípulos tienen que volver atrás, tienen que huir, todos huyen. Hace tiempo que vienen huyendo los discípulos, quizás hace tiempo que vos y yo venimos disparando también, venimos replegándonos sobre nosotros mismos. Cuantas veces queremos volver mal a nuestro pasado porque tenemos miedo del presente, miedo de la espera, miedo de los tiempos, miedo de que nos priven de cosas que son valiosas para nosotros

Nos sentimos inseguros muchas veces. El momento de la fe. Ellos subieron a la barca, se fueron y esa noche, volviendo atrás, fracasaron una vez más en su propio oficio porque esa noche no pescaron nada. El Señor sabe que los discípulos no tienen la capacidad de responderle, el Señor no se olvida de aquellas palabras “ustedes sin Mí no pueden hacer nada” el Señor sabe que en la vida el llamado que El hace es un misterio de la gracia y es posible por la acción del Espíritu, que es posible porque El da la gracia. No existe ninguna cosa al que el Señor llame que no se pueda vivir, todo lo que el Señor pide es posible por la gracia y por la libertad que colabora con la gracia. Por la gracia y por el corazón humano que es conciente de su pobreza. No quiere decir que los discípulos habían renegado del Señor, no todos nuestros retrocesos, nuestras pérdidas de alegría, de ilusión, nuestros cansancios nuestros enojos no son faltas de amor al Señor necesariamente, no es que no vamos a creer más en el Señor, simplemente que nos atrapan las circunstancias

La infidelidad nuestra es algo natural, lo normal del corazón humano es la infidelidad para con Dios. Lo normal en el corazón de Dios para con el hombre es la fidelidad. Cuando el corazón humano puede responder con fidelidad a los grandes o pequeños llamados que el Señor les haga es porque el Señor quiere eso y para eso le dio la gracia. Toda acción humana referida al plan de Dios está asistida por la gracia, no tenemos que olvidarnos nunca de esto, el cristiano nunca está solo para lo que Dios quiere. A veces uno dice “esto es demasiado, yo no puedo más” hay que ver porque no doy más, ¿será que no doy más o será que me olvidé de confiar, me olvidé de esperar, será que no respeté los tiempos de Dios y me desesperé y quise recurrir a mis propias seguridades? Entonces el cansancio viene acompañado del orgullo porque el peso del agobio muchas veces, frente a la tarea y el desánimo está acompañado de una carga importante de soberbia y de autosuficiencia, nos encerramos en nosotros mismos nuevamente.

La presencia de Jesús resucitado es una presencia que convoca a la conversión permanentemente. La sola presencia del Señor en mi vida es una presencia para mi conversión. Todo encuentro, toda circunstancia, toda gracia, todo espacio de crecimiento de propuestas, de desafíos que se me van presentando evidentemente que es una manifestación del Dios que está presente en mi vida, que es misericordioso, comprensivo, compasivo, que comprende mi debilidad humana, que me da su Espíritu que viene en ayuda de mi debilidad ya que no podemos ni pedir ni hacer lo que nos conviene por nosotros mismos. Todo eso significa que Dios está llamándonos a nuevos momentos. Al final del texto recordamos que el Señor le dijo a Pedro, después de las tres preguntas, sígueme, no te olvides de esto. Esa última palabra es muy orientadora para todo este cuadro que estamos contemplando en esta mañana. En este domingo la iglesia nos regala nuevamente esta comprensión, que la presencia del resucitado es una presencia novedosa que a veces no sabemos descubrir

Por eso mismo, superados es que tenemos que ser asistidos y tenemos que ser sorprendidos nuevamente por la novedad del Señor. El Señor es inabarcable, la gracia de Dios es infinita, en cambio nosotros somos limitados, somos finitos, somos criaturas. En nuestro corazón hay algo que va a crecer pero mientras tanto está sometido a los procesos del crecimiento. En la fe, el seguir a Jesús como discípulo, es dejarse sorprender permanentemente, esto es una de las cosas que más ternura y confianza me da al meditar esta palabra del evangelio con ustedes, lo más lindo, saber que el Señor no me abandonará, que lo normal es que yo no entienda la vida, no tengo porque darme cuenta de todas las cosas, no tengo porque exigirme saberlo todo, tenerlo todo, todo contemplado y calculado. Esto no es el camino de la fe. Este camino implica la comprensión de mi pobreza, la invitación a la confianza, invita a un acto de fe, invita a un acto de abandono en Dios, en la providencia, invita a un respeto de los tiempos

El Señor acá se manifiesta y fíjense como la misericordia de Dios es tan manifiesta para los discípulos porque el mismo acontecimiento que cita este cap 21 de San Juan acá, es el acontecimiento que está citado mucho antes, en el comienzo del ministerio público del Señor cuando se subió a la barca de Pedro para poder hablar a la gente. Parece algo simple pero detrás de eso tan simple hay un designio tan grande de Dios para Pedro y los discípulos. Fíjense que el Señor se sube a la barca de Pedro, éste había estado pescando toda la noche, no habían sacado nada, habían fracasado en su propio oficio, en su propia seguridad, en el ámbito de su dominio, estaban cansados y estaban amargados, fracasados como tantos fracasos nuestros que a veces sentimos que hasta Dios nos abandona. Y fíjense ustedes que en esa oportunidad el Señor subió a la barca de Pedro y le dijo, navega mar adentro y tirá la red a la derecha. Señor, dice Pedro, trabajamos toda la noche y no sacamos nada pero si Tu lo dices, eso es lo que me gusta de Pedro, era un hombre que sabía confiar, era brutazo, torpe pero sabía confiar y le creía al Señor. Le tenía veneración y respeto

Es una linda característica de Pedro que podemos tomarla también para nosotros, algo con lo que debemos ir trabajando nuestra actitud frente a Jesús que sería nuestra actitud frente a las circunstancias de la vida. Un poco de obediencia, un poco de aceptación, un poco de docilidad. Recordar lo que quizás el mismo Pedro fue madurando a partir de esta misma experiencia y que posteriormente dijera en el libro de los Hechos de los Apóstoles ante el Senedril, hay que obedecer a Dios ante que a los hombres. La obediencia a su condición humana le trajo fracaso. Ahora había que probar con la obediencia a Dios “pero si Tú lo dices así se hará Señor” que linda la disposición del corazón de Pedro, que lindo cuando nosotros decimos, no entiendo, no le veo la cosa pero si me lo piden acepto, allá voy. Esa simplicidad del creyente, del que vive en la fe actuada, del que realmente está en movimiento de fe, creyente. Yo lo definiría acá a Pedro como el creyente en aquella circunstancia primera y allí el Señor le dio todos esos peces

Pedro se tiró a sus pies ¿recuerdan? Se sintió conmocionado, lleno de estupor, se sintió una basura Pedro. “Que poca confianza que tengo, como no le creí al maestro, como no me di cuenta antes” pero no tenía porque, porque uno se da cuenta cuando Dios dispone que se de cuenta. La fe es así, es un don de Dios y lo maneja el Señor. Pedro se tira a los pies del Señor y le dice “aléjate de mí que soy un pecador” y el Señor le ha de decir “de ahora en adelante Pedro, serás pescador de hombres” Y ahora el Señor, y en esto esta el signo de la misericordia, evoca aquella primer instancia donde el Señor le da la vocación a Pedro, donde lo llama a ser pescador de hombres y ahora nuevamente lleno de desilusión, se les aparece a los apóstoles en la costa del mar de Tiberíades, “¿tienen algo para comer muchachos? Llamándolos, miren como los llama el Señor, nuevamente recurriendo a los recursos que están en sus manos, a sus posibilidades y ellos contestan “no tenemos nada” el signo del cansancio, del agobio, del fracaso. Que lástima que tantas veces la gente se cansa, tira la toalla y abandone el camino.

Cuantos matrimonios se han roto, sacerdotes han abandonado su ministerio antes de tiempo, quizás fuera el vado de la fe como dijera el cardenal Martini en ese libro que escribió tan lindo. Es el momento en que la fe pasa por un vado, un bajo donde te hacen tocar fondo, donde te hacen sentir que lo tuyo no tiene fuerza, que no hay suficiente capacidad para la esperanza, que tu corazón necesita mucho más de lo que vos mismo puedes dar. No está en vos la respuesta a tus ambiciones. Cuantas veces el corazón humano toca fondo y cuantas veces volvemos atrás, la tentación de volver a nuestras seguridades para quedarnos reducidos a nuestra orilla sin animarnos a navegar mar adentro. El Señor devuelve la esperanza, se les presenta allí y les vuelve a hacer una buena memoria. Rememora los momentos cuando le dijo a Pedro “te amo, eres elegido, he preparado el camino para ti Pedro, serás pescador de hombres” Ahora nuevamente le vuelve a recordar cuanto lo amaba, “tira la red a la derecha” y sacaron tantos pescados pero Pedro estaba triste como los demás, no se daban cuenta

Y aquí aparece la figura del intuitivo, del que tiene discernimiento, el que sabe leer en las circunstancias más allá de las circunstancias, lo propio del que tiene la fe, del que le interesa hacer la voluntad de Dios, es hacer el discernimiento, por donde anda Dios. El hombre que tiene olfato de la presencia de Dios, el Juan, “es el Señor, le dice” y Pedro se da cuenta. Cuanta misericordia en todo este texto ¿no? que lindo vernos a nosotros en nuestros momentos difíciles, en nuestros desánimos, en nuestras faltas de ganas. Cuantas veces creemos que ya no tiene sentido, queremos tirar la esponja, cuantas veces abandonar la tarea pero el Señor está allí para hacernos crecer. Este evangelio me deja conmocionado, me toca muchas cosas y quisiera compartir otras tantas pero no se puede, solo me quedo con esto, Jesús es el Señor de las cosas, aquello que recordamos “ustedes sin mí no pueden hacer nada” Por otra parte el fracaso de la pesca nos vuelve a confirmar que sin Jesús no se puede hacer nada y además que cuando obedecemos al Señor la pesca es más abundante.

Por eso muchas veces decimos que difícil es vivir la fe. Y ciertamente que más que difícil es imposible mirándolo desde ese punto de vista. Nos quedamos cortos cuando decimos que es difícil vivir la fe, yo creo que la fe desde el punto del ser humano es imposible de ser vivida. El cristianismo no es para el hombre, no es una cosa que el hombre pueda resolver, es una cosa que Dios resuelve en la docilidad del corazón humano, en la obediencia, en la colaboración, en la aceptación de la invitación divina que Dios le hace al corazón. En la pesca el Señor realmente cumple su palabra, ciento por uno, no tengas miedo de obedecer a Dios, donde el Señor te pida, cuando te lo pida, de la manera que te lo pida, te va a sorprender como Jesús resucitado, que no tenía porque ser reconocido como el Señor, porque estaba resucitado y el resucitado es una presencia diferente, El iba haciendo crecer a sus discípulos y los vuelve a sorprender. Es que toda la vida va a ser sorpresa y toda la vida va a estar marcada por la tentación del retroceso

El otro día recordaba lo que le pasó al Santo cura de Art que era un hombre de Dios, realmente un santo y que santazo de su tiempo y de todos los tiempos. El se sentía un gran pecador, un hombre indigno realmente. Y lógico, quien tiene la gracia de percibir el amor del Señor se siente en deuda, se sabe indigno, se sabe que nunca va a poder corresponder, se descubre consciente de que no tiene derechos. El que descubre el amor de Dios comprende que toda la vida va a vivir de la experiencia de la gratuidad. Por eso todo lo que pueda percibir y todo lo que pueda dar es poco. La fecundidad de nuestra entrega depende de la conciencia que se despierte en nosotros del amor que Dios nos tiene, de la gratuidad del don de Dios. Cuanto mayor es nuestra fe, cuanto más nos descubrimos amados por el Señor, cuando más el Señor nos puede manifestar que El se hace cargo de lo nuestro, entonces más en deuda vamos a estar pero nunca le vamos a poder responder al Señor. Pero El es tan grande que nos une al misterio de su eficacia, la eficacia de su amor que a veces tiene el rostro del fracaso, que a veces tiene el rostro de las pérdidas, del despojo, de la renuncia, de la superación de los miedos e inseguridades

El Señor sin embargo sorprende, parece que lo matamos a Dios, le quitamos la vida y lo metimos en una tumba con una piedra que ni entre diez hombres la podían mover. Sin embargo el Señor resucitó, vaya sorpresa, el Señor a vencido el pecado y la muerte. El Señor nos va a decir, en el mundo ustedes tendrán muchas pruebas pero no tengan miedo, yo ya he vencido al mundo. ¿Cómo no vamos a caminar en la confianza? Por eso el hombre que acepta el llamado de Dios depone aunque paulatinamente pero decididamente, confiadamente, generosamente ponerse en las manos del Señor como Pedro. Es hermoso Pedro, amable porque cuando escucha de Juan la palabra “es el Señor” Cuando todos ven el fracaso menos un loco que está a los gritos allá en la orilla y que dice cosas que no tienen sentido como volver a tirar las redes. Se apoyaban en sus propias ilusiones los discípulos, sobre el recuerdo de sus propias seguridades o sus viejas alegrías pero en realidad no volvían a nada, seguro, en realidad lo que hacían era disparar, le disparaban a la vida

Y Juan percibe al Señor, que linda figura también, el percibidor, el olfateador de Dios. Nosotros tenemos que ir convirtiéndonos en ese ser que va captando la presencia de Dios, por donde se le manifiesta Dios. ¿Qué le está diciendo Dios? No es solo desesperarme por los acontecimientos o simplemente sufrir una circunstancia o caratularla como que esto es una cruz. Es más al fondo, esto es una calumnia, esto es una humillación, esto es una desgracia, esto es una cosa injusta de la vida o esto es una gran alegría, que suerte, que bien que estuve, yo hice bien las cosas, está todo bien, puede ser correcto porque la mirada humana puede ser que esté en lo cierto pero no es la última palabra para la búsqueda del corazón. Esa palabra es la presencia de Dios, el designio de Dios, la voluntad de Dios. Tenemos que ir creciendo en esto los cristianos y esto es una gracia ciertamente y el Señor la quiere dar. Que lindo que si nosotros comprendemos esto nos animemos a decir aquella oración que decía Salomón “Señor, mándame la sabiduría asistente de tu trono para que venga yo a saber cual es Tu voluntad cual es tu designio”

Que hermosa oración, que quiere Dios de mí, para que estoy en la vida, que tengo que hacer frente a tal circunstancia. Ser dóciles, percibidores de Dios y solo así, también, anunciadores. El Señor entonces, se presenta despierta la visión de Juan, la visión del que tiene que intuir, el que tiene que discernir, no todos pueden discernir con profundidad, hay algunos que tienen la misión de tener ese olfato, ese don de consejo, ese don de percepción de las realidades, esa capacidad de escucha, esa serena intuición para orientar a los demás y es una misión linda ¿no? evangelizar desde el consejo, como Juan que también estaba herido por la desilusión, no hace esto porque sea un gran sabio eh, sí no simplemente porque el Señor le ha dado la gracia y le ha dado el carisma, le ha dado ese lugar en la comunidad a Juan. A Pedro lo hizo cabeza de la comunidad y permitió que cayera en la desilusión y en el fracaso. A Juan le dio el don de consejo, de discernimiento, de orientar, de aconsejar y de ayudar al hermano, su misión en la iglesia

Otra misión distinta pero también ambos heridos por la desilusión. La desilusión va contagiando y va arrastrando como los males, como la sensación del mal también y a veces nos dejamos llevar. Que lindo, intuir a Dios y Pedro es el que se arroja al agua, deja todo, deja la barca, se ciñe, estaba medio desnudo, abandonado, despojado de todo, sin ganas de nada, no le interesaba nada pero cuando le dicen es el Señor, enseguida despierta su memoria aquel acontecimiento cuando le dijo el Señor, de ahora en adelante serás pescador de hombres. Que lindo recurrir a la memoria en el dolor, en el cansancio, en los fracasos, cuando no nos sentimos amados, cuando  nos sentimos que nadie nos tiene en cuenta, cuando sentimos que nos han pisoteado un poquito, que nos han dejado de lado, que ni siquiera se han molestado en avisarnos aunque tuviéramos derechos sentimos profundamente ese desasosiego de nuestro corazón humano, que lindo recordar que hay alguien que nos amó y nos eligió y que ese amor esta ahí hasta la muerte

Pedro nada hacia el Señor, Pedro siempre va al encuentro del Señor, Pedro está llamado a ser el hombre del Señor, estará llamado a ser el Cristo vivo en la tierra, la presencia viviente de Jesús en la tierra. Que hermosa lección la de Pedro. Tres fueron la preguntas “me amas más que estos”. Yo diría finalmente, dejemos que el Señor también vaya purificando nuestro corazón. Espero que la contemplación de esta palabra nos ayude a vivir una fe más encarnada, sencilla, confiada en la que Dios sea el protagonista de nuestras vidas. Y finalmente yo diría que nos dejemos también pulir por el Señor, El nos va a ir purificando en la vida. El amor de Pedro debería ser mayor que el de los demás discípulos, “me amas más que estos, apacienta mis ovejas” le pule el pasado lo purifica de su miseria, de sus negaciones, de su cobardía, lo purifica de su pecado. Es necesario estar purificado para apacentar y todos tenemos que apacentar. Así que no asustarse de las purificaciones, ser humildes, saber esperar, saber confiar

“Me amas más que estos” tiene que ser un amor más grande que el de los demás ya que Pedro debía presidirlos en la caridad a los demás. Debería ser el que preside en el amor. Ese amor más grande se manifestará cuando Pedro pueda manifestar que es capaz de dar la vida por Jesús. No hay amor más grande que dar la vida, dirá el Señor. Para apreciar en la comunidad Pedro debe amar con un amor semejante al de Jesús. Jesús nos dejaba entonces así a su vicario a Pedro, vicario de  su amor, el que preside en el amor. Pedro lleno de amor por Jesús podrá trasmitir su amor y hacer su voluntad, Pedro el pecador, renovado en el amor de Jesús y lleno del Espíritu podrá llevar a cabo la misión a la que se lo llama hasta el fin

                                                                                                       Padre Mario José Taborda