La Ascensión del Señor

miércoles, 23 de mayo de 2012
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El domingo tenemos la fiesta de la Ascensión del Señor, es la Ascensión del Señor y es la Fiesta de la Misión Universal de los Apóstoles. Es una fiesta misteriosa, muy linda. Para los discípulos es la partida del amigo, por eso es una fiesta que tiene una mezcla de alegría y de tristeza. Tristeza porque sienten que el amigo que antes ya prometió irse pero que iba a volver, que es la muerte y la resurrección. Ahora se va definitivamente. Es cierto que ha prometido un Paráclito, el Espíritu Santo, pero como que los discípulos no se conforman. Quizás porque todavía no lo han experimentado, lo quieren a él, quieren al amigo, quieren a aquél a quién conocieron, a quién amaron, por quién trabajaron, con quién se desvelaron tantas veces. Entonces sienten un desgarrón fuerte.

Lo expresa tan lindamente Fray Luís de León, lo expresaba reprochándole al Señor, como si fuera uno de los discípulos. Y entonces le dice:

                                               

"Y dejas, Pastor Santo tu grey en este valle hondo, oscuro, en soledad y llanto. Y tú rompiendo el puro aire te vas al inmortal seguro. Los antes bienadados y los ahora tristes y afligidos, a tus pechos criados, de ti desposeídos, ¿a dónde volverán ya sus sentidos?, ¿qué mirarán los ojos que vieron de tu rostro la hermosura, que no le sea enojos? Quien gustó tu dulzura, ¿qué no tendrá ahora por llanto y amargura?

A este mar turbado, ¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién con cierto al fiero viento, airado, estando tú encubierto? ¿Qué norte guiará la nave al puerto? Hay nube envidiosa, aún de este breve gozo, ¿qué te quejas? ¿Donde vas presurosa? ¿Cuán rica tú te alejas? ¿Cuán pobres y cuán ciegos hay nos dejas?"

 

Esta soledad, esta expresión linda. Podríamos imaginar a los discípulos que al ver que el Señor va ascendiendo van sintiendo esta orfandad, esta soledad y le piden, le expresan todo el sentimiento de soledad, de quedarse solitos, de necesitarlo.

 

Esta soledad de los discípulos frente a la ausencia del Señor, por otro lado, es respondida por otro Himno. Hay un Himno de la Liturgia que en este tiempo de la Ascensión donde podríamos decir que en donde el que contesta es Cristo. Frente a este reproche cariñoso hay que imaginar que el Señor le responde a ellos y le responde a nosotros:

 

"No, yo no dejo la Tierra, no yo no olvido a los hombres. Aquí yo he dejado la guerra. Arriba están vuestros nombres. ¿Qué hacen mirando al cielo varones sin alegría? Lo que ahora parece un vuelo ya es vuelta y es cercanía. El gozo es mi testigo. La Paz mi presencia viva. Que al irme se va conmigo la cautividad cautiva. El cielo ha comenzado, vosotros sois mi cosecha. El Padre los ha sentado conmigo a su derecha. Partid frente a la aurora, salvad a todo el que crea. Vosotros marcáis mi hora. Comienza vuestra tarea. Amen"

 

Como que el Señor contesta diciéndoles y diciéndonos: "No me voy, no dejo la Tierra, no renuncio a la paternidad y al cariño, no me arrepiento de todo lo vivido, no me arrepiento de la encarnación, no me arrepiento de cada una de las cosas que viví en la Tierra, no me arrepiento de la cruz por ustedes, no me arrepiento de las heridas y de las llagas que me llevo al Cielo". curarse, quiso irse llagado por nosotros, y el Señor nos dice: "No, no me voy, yo aquí dejo la guerra, pero arriba conmigo entran sus nombres"

Porque Cristo, paradójicamente, sube al cielo llagado para siempre, no quiso

 

Y esa es la alegría inmensa de esta fiesta de la Ascensión. Es el amigo que vino a salvarnos, a curarnos, y que además nos prepara un lugarcito ya en el Cielo. Es cierto que nos deja en tristeza, pero a la vez nos llena de muchísimo consuelo porque se adelanta a nosotros a preparar la Casa. Qué lindo que es cuando uno llega a un lugar y se da cuenta que lo estaban esperando. Qué lindo que es entrar a una casa y encontrar el "Bienvenido" o el nombre de uno en el cuarto. Y así va a ser el cielo para nosotros, vamos a entrar allí y vamos a descubrir, contra todo pronóstico, que ya estaba el cuartito arreglado. Que ese cuartito llevaba nuestro nombre, y vamos a encontrar la delicadeza de un cuartito armado, y sobre el escritorio quizás, estoy usando una imagen, sobre el escritorio de nuestro cuartito una flor puesta por el Señor y por la Virgen como diciéndonos: "Hace tiempo que vos tenías lista tu casa". Y allí, en ese lugarcito, no nos reemplaza nadie, o lo ocuparé yo o quedará vacío. Y el desafío para mí será llenarlo con mi presencia, para eso no hay sustituto, aquí no hay gente en el bando de suplentes que pueda entrar por mí como en un partido de fútbol. O lo lleno yo o el cuarto seguirá con el nombre puesto y vacío. Y el Señor se va para eso. Dice: "Yo voy a prepararles un sitio".

Se los dice explícitamente: "Yo voy al Padre, yo estaré con ustedes, nos volveremos a ver, me voy, pero para que después la unidad, la unión, sea mucho más grande".

 

Por otro lado es muy lindo lo que dice al comienzo del Libro de los Hechos de los Apóstoles: "Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo?” Como diciendo: "Ya no es el tiempo de quedarse mirando, hay que volver a Galilea, que es símbolo de la memoria y de las cosas cotidianas. Vuelvan, vuelvan y esperen en la ciudad. Vuelvan y espérenme allí donde les toca vivir cada día".

 

Que hoy podamos sentir estas palabras cariñosas del Señor que nos dice: "No se queden mirando al Cielo. Hay que bajar la mirada, porque a la altura de la tierra nos esperan muchos rostros que necesitan nuestro testimonio".

Las últimas palabras de Jesús son una recomendación, un mandato difícil, una orden. "Vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio a todos los hombres". Terminó su misión sobre la tierra poniendo en las manos de los discípulos una misión. Los hace y nos hace misioneros a todos nosotros.

 

Ascensión es la fiesta de la separación del Amigo, pero es también la fiesta de madurez, porque es cuando el Señor ya puede dejar en las manos de los discípulos, de la Iglesia, la misión de ir a anunciar el evangelio a toda la gente. Y en el corazón de estos hombres se habrán mezclado seguramente, por un lado el dolor, por otro lado el orgullo de la misión recibida, por otro lado el miedo grande a un encargo demasiado serio que hace que el corazón sienta la exigencia.

 

El Señor se va pero por otro lado les promete el Espíritu Santo, una promesa que por ahora ellos dirán: "Está muy linda tu promesa pero preferiríamos que te quedes vos". Quizás porque todavía no han experimentado la gracia del Espíritu Santo. Cuando lo experimenten lo entenderán, y entenderán que no es distinto el Espíritu Santo al amor de Cristo sino que, justamente es el amor de Cristo y del Padre hecho persona y que viene de un modo especial y con más fuerza incluso, a nuestro propio corazón. Les dice el Señor: "Les voy a mandar Otro”, Otro con mayúscula, y ellos dicen: "No, otro no, queremos que te quedes vos".

 

Esta es una fiesta donde se sienten muchas cosas muy humanas y por eso es tan linda. Hoy el Señor inaugura el Cielo para el género humano. Es el primer hombre que entra al Cielo, a la Gloria del Padre y consigo lleva a todos: "Atraeré a todos hacia mí" dijo cuando comenzó el Camino de la Cruz. En la cruz comenzó la Ascensión y aquí el Señor la lleva a cabo definitivamente. Fíjense que en Semana Santa lo leíamos: "Cuando sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí". Y hoy esto se lleva a cabo de un modo pleno, porque el Señor abre las puertas del Cielo para el género humano y se lleva a todos los que estuvieron antes de él y prepara un sitio para todos nosotros hasta el fin de los tiempos.

 

Fíjense que es interesante porque no hay ninguna ausencia de Cristo que no sea salvífica y fecunda. Así como tantas ausencias nuestras a veces son tan dolorosas, pero más que dolorosas les diría a veces tan infecundas, y ese es un desafío para los cristianos, la vida nuestra es una especie como de va- y -ven entre ausencias y presencias, como que uno vive en carne propia este misterio de ausencias y presencias, pero también se vive misteriosa, dolorosa y gratamente esa verdad tan grande: "Toda ausencia, si es cristiana, es fecunda, y toda ausencia siempre prepara una presencia, misteriosa y distinta". ¡Cuántos de nosotros hemos necesitado a veces ciertas ausencias para entender hasta qué punto están presentes! Se suele decir que la grandeza de una presencia se mide casi siempre con la ausencia.

 

Que esta fiesta de la Ascensión que tenemos ahora el domingo, en donde el señor, entre comillas, "se ausenta" de la Tierra, nos haga pensar en nuestra llegada al Cielo en donde el Dueño de la Casa se anticipó a prepararnos un lugar. ¡Qué lindo que es saber que al llegar nos abrirá la puerta un Hombre llagado por nosotros!

 

Les dejo un saludo cariñoso y que vivamos muy hondamente esta fiesta tan hermosa y vayamos preparando el corazón para Pentecostés. Que Dios los bendiga. Será si Dios quiere hasta el viernes que viene.