La ballena

martes, 12 de marzo de 2013

 

 

 

La Biblia habla en diferentes ocasiones de los grandes peces y monstruos marinos (Gén 1,21; Dn 3,79). Popularmente, se ha identificado al “gran pez” que devora a Jonás con una ballena.

 

En la cultura semita, la simbología de los “grandes peces”  está asociada a la simbología del mar. Este es un lugar de peligros, donde el ser humano se enfrenta a lo desconocido. Los grandes peces participan de este sentido, que atemoriza al ser humano. Yavé, como señor del universo, no sólo vence al mar (cruce del Mar Rojo) sino que también vence a los monstruos marinos (victoria sobre Leviatán Sal 74,14) o usa de los grandes peces (ballena) a su servicio, como en la historia de Jonás.

 

En algunos pueblos originarios de América y Australia, las ballenas son respetadas como animales sagrados. Según la mitología eslava y rusa, la Tierra descansa sobre la espalda de una inmensa ballena.

 

Jonás y la ballena

 

Argumento:

El libro de Jonás es una novela didáctica que busca instruir sobre la respuesta del ser humano ante el llamado de Dios para una misión,  la necesidad de la conversión y el arrepentimiento, y el amor de Dios por toda la humanidad, sin distinción.

Jonás es llamado por Dios para ir a evangelizar en tierra extranjera, a la ciudad de Nínive. Pero el profeta, ligado a una concepción exclusivista de la salvación, se niega a ir a predicar entre paganos. Se embarca para ir en sentido contrario al indicado por Dios, pero naufraga y va a parar al vientre de un gran pez. Una vez expulsado por el pez, cumple la misión de predicar en Nínive. Contrariamente a lo que él esperaba, toda la ciudad de Nínive se convierte. Cumplida la misión, el profeta descansa bajo un arbusto. Cuando el arbusto se seca, el profeta se desea la muerte. Entonces Dios le responde:

 

“Tú tienes compasión de un arbusto por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú crecer, que en el término de una noche fue y en el término de una noche pereció. ¿Y yo no voy a tener compasión de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?” (Jon 4,10)

 

Sentido del libro

 

Este libro se escribió durante el período del post-exilio, al regreso de la cautividad en Babilonia. En aquel momento, buscaba imponerse una teología fuertemente exclusivista, que designaba al “verdadero Israel” como el único depositario de la salvación. Con la conversión de los ninivitas, el libro cuestiona esa teología de la exclusividad.

 

La ballena, como gran devoradora, simboliza el cuerpo-sepulcro, y es, a la vez, ámbito de vida y resurrección. En la historia de Jonás, estar en el vientre del gran pez indica un ritual iniciático, ya que luego de tres días de oscuridad, emerge un hombre nuevo que va a cumplir con su misión.  

 

Jonás oró a Yavé su Dios desde el vientre del pez:

“Desde mi angustia clamé a Yavé
y él me respondió:

desde el seno del sheol grité
y tú oíste mi voz”.
(Jon 2,2-3)

 

“Este viaje de Jonás a través del mar lo conduce al vientre de un enorme pez. Allí, ante aquel inmenso peligro, Jonás descubre una moral más elevada, un yo superior, y renaciendo así prodigiosamente, vuelve dispuesto ya a enfrentarse a las rigurosas exigencias de su conciencia. No obstante, este renacimiento solo no completa su verdadera existencia humana… Jonás solo consigue su completa calidad humana después de liberarse de las instancias de su mente. Al abandonar la ciega obediencia a su placer y comodidad, logra reconocer la sabiduría de Dios. Cuando la ballena se come a Jonás en el episodio bíblico, éste no es “realmente” su final. Todos los que escuchan la historia saben por intuición que Jonás está en el vientre de la ballena con un objetivo, el de volver a la vida siendo mejor que antes.”

(Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas)

 

Jesús y la señal de Jonás

 

 

38 Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo». 39 Él les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. 40 Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.

41 El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. 42 El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón. (Mt 12,39-41)

 

 

29 Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. 30 Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.

31 El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.

32 El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás. (Lc 11,29-32)

 

Jesús hace referencia a la señal de Jonás en dos sentidos:

 

* por un lado, la oscuridad del interior de la ballena, donde Jonás pasó tres días y tres noches, es figura del sepulcro donde estará Jesús, y del cual surgirá victorioso. Esta “señal” necesita ser leída e interpretada con fe. Los enemigos de Jesús quieren “pruebas”; en cambio los creyentes interpretan las señales.

 

* por otro lado, la conversión de los ninivitas es un reto a los compatriotas y a los que se creen ya salvados. Aquellos extranjeros, politeístas, alejados de Dios, fueron capaces de cambiar ante el anuncio recibido. ¿Y nosotros? Con la señal de Jonás Jesús confirma la buena noticia de que Dios quiere la salvación de TODA la humanidad, sin hacer diferencias de raza, color, sexo o clase.