La caridad es proactiva, comunitaria, persistente, creativa, silenciosa.

viernes, 18 de enero de 2019
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18/01/19.- Un nuevo milagro del Maestro Bueno que a lo largo de la semana nos ha ido regalando su presencia sanadora y dando pistas para nuestro itinerario discipular. Hoy el milagro acontece en Cafarnaun, en una casa. Me rectifico en “la casa”… Seguramente en la de Pedro, en la misma que curo a su suegra. Y parece que el ejemplo de aquella mujer que asumió el servicio como un modo de seguir al Maestro empieza a socializarse, a crear escuela. Es muy lindo ver que aparecen cuatro voluntarios, cuatro personas de buena voluntad que se hacen cargo de la necesidad de ese paralitico. Pero lo que más me asombra de este milagro es que el Señor se queda impactado de la fe de ellos, de aquellos que traen al paralítico a su presencia: Dice el texto del evangelio: “Al ver la fe de esos hombres». Silenciosamente, ellos no solo posibilitaron el encuentro, sino que fueron intercesores y facilitadores del milagro.

Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?» Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina?” Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual.»

Mc. 2, 1-12