La conversión

lunes, 17 de marzo de 2008
image_pdfimage_print
Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó:  “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.

Jesús respondió:  “El primero es: Escucha, Israel,  el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.  El segundo es:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  No hay otro mandamiento más grande que estos”.

El escriba le dijo:  “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los sacrificios”.

 Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo:  “Tú no estás lejos del Reino de Dios”.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Marcos 12; 28 – 34

El viernes, en el tiempo de la cuaresma, es el principal día penitencial. Por lo tanto, uno de los días de la caridad.

Una penitencia inteligente y adecuada, no sólo de los deseos y necesidades personales, sino también, abriendo la mente y el corazón para comprender como he de vivir este espíritu penitencial y mi respuesta al amor de Jesús en este tiempo. En este tiempo de cuaresma hay que conocer el camino.

Cuarenta días el Jesús vivió en el desierto. Al comenzar el tiempo de cuaresma, el miércoles de cenizas, cada año recordamos aquella situación en la que el Jesús impulsado por el Espíritu se va al desierto. Allí va a prepararse para la hora y a descubrir lo que Dios Padre le pidió a Jesús. Siendo el Hijo de Dios, al hacerse hombre; tiene que descubrir, escuchar, aprender y dejarse conducir por Dios. El espíritu es quien conduce, y Jesús, se deja conducir.

La Palabra del antiguo testamento: “Tu me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”. Es el espíritu quien nos debe impulsar. Debemos nosotros doblegarnos a la acción del Espíritu.

¿A dónde nos quiere impulsar el espíritu en esta cuaresma? A Jesús lo llevó al desierto.

La mayor parte de su existencia, Jesús la pasó escondido. Preparando la misión, madurando en la oración y en el descubrimiento. Se pasó más tiempo preparando que trabajando.

Cuando uno ve la manera de trabajar de Jesús en esos tres años, se da cuenta de la importancia que tiene la preparación para las cosas importantes.

Hay muchas situaciones que manifiestan a modo de signo como el Señor le daba importancia a la “previa”. En la “previa” estaba el diálogo con el Padre. La “previa” era el tiempo de Dios, en el que el espíritu tenía que obrar cosas en él.

Treinta años de raíz y tres de ramas y follaje. ¡Cómo sería la fecundidad del florecimiento de aquellos troncos que aparecieron en la historia con follaje y flores! ¡Cómo habrán sido de importante que terminaron siendo en el árbol perenne de la historia, que es el árbol de la cruz!

Nosotros que estamos viviendo la fe tenemos que hundir raíces, hacer oración y purificar las ganas de vivir. Tenemos que ponerle un freno a esas pasiones desordenadas y a esos sueños pecaminosos y lleno de bondades, pero que no coinciden con el plan de Dios. Que no responden a la dignidad y a la vocación de cada persona. Hay que mirar a Jesús y al misterio de la gracia, a ese esconderse.

Se dice que los santos hacen mucho bien en la tierra pero mucho más bien hacen desde el Cielo.

La Madre Tránsito Cabanillas, les decía a las hermanas cuando se estaba muriendo: “cuando esté en el cielo las voy a poder ayudar, les voy a poder hacer mucho más bien que ahora en la tierra”. La Madre Tránsito Cabanillas tenía fe, estaba segura del Señor. Su confianza estaba puesta en Dios. Esa certeza era su luz.

El Señor le brindó la confianza como diciéndole a su corazón: “quédate tranquila, vos vas a seguir siendo un instrumento mío”.

Es importante hablar de la cruz y de la purificación, entrando en las raíces de nuestra existencia. De pensar nuestra vida espiritual desde la vocación a la fe, que es lo que queremos renovar en esta pascua haciendo un trabajo de purificación. Es Dios quien tiene que hacer la purificación, no nosotros. Nosotros tenemos que tener una gran disponibilidad.

La oración es la primera y gran disponibilidad. Cuando uno reza, se transforma. Dios puede transformar pero hay que rezar.

La oración saca los miedos y, a veces también, los problemas. En ocasiones, Dios se manifiesta liberándonos de algunas cruces cuando oramos con confianza. Eso en el plan de Dios, es un signo de que él está dándonos una misión testimonial para que tengamos más certezas del poder de Dios. Muchas veces permite ser liberado pero normalmente, no es lo que más pasa. Dios no nos libra de algunos males. Podemos pedir que nos libere pero el Señor no siempre lo va ha conceder.

A veces tenemos que pedir también la humildad de aceptar aquello que nos hiere, nos duele y nos humilla. Esas son las cosas que nos purifican.

Hay que recordar las palabras de Pablo: “tengo un aguijón en la carne que me pincha día y noche, y que no me deja tranquilo”. Era para que en algún momento cuando se quejaba, el Señor le dijera estas palabras: “te basta mi gracia”. Tenemos que aprender esto. Lógicamente que nadie nace con esto. No es para sabios. No es cuestión de ser muy inteligente o sabio. Puede ser uno muy capaz, inteligente y con una gran formación pero no tiene nada que ver con el camino de Jesús, y puede tener todo que ver. Todo depende si nos dejamos conducir por el espíritu de Dios. Aprender a dejarnos conducir por Dios.

La purificación empieza por reconocer nuestras faltas y con el desarraigo del pecado. Ir saliendo del pecado.

Por ejemplo: hay personas que viven la experiencia del pecado mortal. Es decir, tienen fe y saben que está mal algo pero siguen aferradas al pecado. Un día reciben una gracia de conversión y dejan el pecado. Reconocen su pecado y se convierten. A veces hacen una muy buena confesión, eso los purifica y empiezan un camino nuevo.

Hay un segundo proceso y es el desprendimiento del afecto al pecado en general. Esta puede ser nuestra oración “Líbrame Señor de la cobardía y falta de ánimo”.

En ocasiones somos flojos. Tengo que cambiar algo pero estoy dando vueltas. Me decía una señora: “usted sabe padre, que tengo que confesarme por que estoy viniendo de vez en cuando a misa. Por que cada vez que me decido ir a misa, parece que hay una mano que me agarra y me tira para atrás”. Me falta superar una cobardía y alcanzar un nuevo ánimo, no hay ninguna duda.

Quizá sea la previa de la ida a misa, del cumplimiento de los deseos de Dios y de la fidelidad al Señor en la prueba. Quizá esa previa sean justamente tiempos de oración, de abandono y de una buena confesión.

En el camino del bien, nadie debe sentirse seguro y debe estar atento por que siempre seremos pecadores. No debemos dormirnos. Hay que estar despiertos y atentos, por que el demonio como un león rugiente anda rondando, buscando a quien devorar (Carta de Pedro). Al enemigo no le gusta la carne muerta. Le gusta la carne viva, la sangre fresca del que está luchando y caminando hacia Dios. Por que el que no camina más hacia Dios ya se le secó la sangre. No tiene espíritu, no tiene vida. El enemigo se dirige a los que caminan, a los que quieren levantarse. No deje de luchar, no deje de orar, no deje de volver a empezar. No pierda el tiempo. Deje de entretenerse en los errores de su vida. Deje de buscar culpas, deje de pensar que es un pecador. Vaya y reconozca su pecado. Sea concreto: levántese, camine y empiece de vuelta.

“Líbrame, Señor, de la cobardía y falta de ánimo”. Es importante para nosotros saber que tenemos que pelear para…..

El Señor nos pide que peleamos, no para vencer. Pelear es hacer lo que está en nuestras manos y que dejemos que Dios se nos manifieste. Que nos manifieste sus proyectos y nos muestre sus caminos. Pelear será elegir nuevamente nuevas manifestaciones de Dios que tendrán nuevas pruebas que nos enseñarán a ser, a comprender que no podemos hacer esos caminos si no es por la gracia de Dios. Todo es gracia. Pelear, tratar de vencer, de superar, de crecer, de afianzarse. Dios necesita que demos pasos y que lo veamos. El nos permite verlos. A veces no nos permite verlos. Entonces, es una prueba más profunda, es una purificación más honda, no nos deja comprender que es lo que él está haciendo y yo siento que lo mío es inútil.

Viene la tentación del desaliento y ahí viene el enemigo. Está atento como lobo con hambre en el gallinero. Afuera del gallinero de tejido, desesperado por donde puede manotear una gallina. El enemigo anda como león rugiente, buscando a quien devorar.

El que entre en la fe no se asuste. Pablo decía: “nuestra verdadera lucha no es con los poderes temporales sino con los poderes espirituales”.

Nuestra vida no se desarrolla sólo en el hacer aquí y en ahora. El aquí y ahora se desarrolla con un sentido profundo y trascendente. Nuestra vida está en Dios, por eso dependemos de la gracia de Dios. No tener miedo. Reconocer a Jesús y adorarlo. Postrarse ante el Señor. Necesitamos de su gracia. Esto es lo que queremos vivir y revivir los bautizados. Que esto sea un estilo de vida. No un momento de rezo en la iglesia y después cuando salgo, hago la vida de cualquier manera.

¿Que debe Dios transformar en mi vida? Mi camino y mis relaciones, pensamientos, trabajos y juegos.

Los encuentros con Dios transforman, y si no lo hacen, es que no nos hemos encontrado con el Señor. No hay otra lógica. Va más allá de la superación de los defectos. A veces creemos que los defectos son lo esencial pero no, lo esencial es el pecado.

La conversión es por la gracia de Dios, querer y desear lo que Dios quiere y desea desde siempre para mí y para el mundo. Esa conversión de los afectos es muy importante.

Yo soy un buen cristiano, rezo todo pero sigo mirando ciertos programas de televisión, por ejemplo. Tengo un cierto apego desordenado a ciertas imágenes o cosas. Entonces, tengo como una doble vida. Soy como un casado como con dos o tres mujeres, dos o tres afectos fundamentales en el corazón. No puedo vivir sin ellos ¿Qué pasó allí? No avanza esa alma.

La oración y la fe se hacen algo aburrido, por eso tanta gente está aburrida de la religión. No le gusta la fe, el culto y la liturgia. La Iglesia Católica tiene tanta crítica. Quiere decir que en su interior está insatisfecho. Es que tiene miedo a amar a Dios.

Estamos llamados a amar de verdad a Dios. Ese llamado al amor es un llamado a la elección. Dios elige y llama al amor, sólo a la persona humana.

Decimos somos humanos cuando pecamos y cometemos errores: “Y bueno, uno es humano”. Siempre somos humanos para el error y la debilidad. Y tenemos que comprender y justificar, pero nunca somos humanos para elegir y cambiar. Nosotros popularmente en el trato diario tenemos un estilo de frases que expresan nuestro paganismo y nuestra falta de conversión. Soy humano para el error pero no soy humano ahora por que elijo, enfrento las cosas y me pongo las pilas. Por que soy sincero, y reconozco que he vuelto a caer y que necesito ayuda para eso no soy humano. Soy humano sólo si pequé y los demás me tienen que comprender.

Esa mezquindad habla del afecto al pecado y de una falta de conversión auténtica. Dios dialoga con la persona, con el hombre que sufre. Dios habla con el corazón de la persona y en el corazón radica la repuesta del amor de Dios. Ahí está el tema de la raíz. Entrar a hacer más raíz para que haya frutos diferentes en la vida. Cuando no hay frutos suficientes, muchas veces quizá es por que Dios quiere probar al alma. Pero también muchas veces es signo de una falta de conversión y una falta de entrega.

¿Qué conversión tengo que hacer yo en la raíz de mi corazón que todavía tengo afectos que no me dejan volar? Decía una vieja imagen: “Un ave puede no volar por que tiene una cadena atada a la pata. Entonces, quiere volar, aletea y queda ahí nomás por que tiene una cadena”. El pobre animal tiene una cadena pero puede que el ave tenga un hilo de coser ropa y eso tampoco, no lo deja volar. Puede ser una cadena o un hilo pero si no te deja volar, estas muerto.

La conversión es el desapego a esas pequeñas conversaciones del corazón que dedico demasiado tiempo a… Quizá no sean necesarias y me impiden dedicar tiempo a otras responsabilidades.

Ciertos tipos de relaciones no están en el plan de Dios, no son convenientes para mí. Ciertas imágenes que no me dejan crecer en la oración y que me hacen caer en el pecado a cada rato disponiéndome a otra cosa, y no hacia Dios. Es decir, yo puedo rezar pero miro ciertas películas o voy a ciertos ambientes y me comparto de determinada manera, lógicamente después no puedo decir: “Señor, te amo. Aquí estoy, que deseas de mí”. Que le voy a decir al Señor, no tengo ganas de nada. Yo quiero más vale mi humanidad. Mis pasiones se exaltan y tengo ganas de hacer otras cosas. Estoy lleno de ira, de concupiscencia, lleno de odio, de pulsaciones que no controlo ¿Por qué? Por que estoy disponiendo mi ánimo a otra cosa.

La conversión no es sólo por que estoy en el pecado, por que tengo una doble vida, por que maté. También es el desapego a cosas muy simples que me alejan de Dios y que me cuesta dejar.

El cristianismo es amor y sacrificio. Si el amor no está lleno de desapegos y renuncias no es amor. Jesús amó en la cruz. Hay necesidad de purificación y de ir desinfectando el corazón.

Capaz que hace rato me vengo confesando y hay algunas cosas que por ahí no las confieso. Eso es una costumbre de los cristianos. No hay que tener miedo de perder una cosa con tal de salvar todo el cuerpo.