La crisis como oportunidad

lunes, 17 de mayo de 2021
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17/05/2021 – En Juan 16, 29-33 Jesús nos invita a estar confiados en medio de las dificultades porque su presencia siempre nos guía y acompaña.

Dice un viejo proverbio chino: “Si hay un árbol plantado, hay un viento que atenta con su firmeza.” es decir si hay una vida surgiendo, aparecen dificultades que son oportunidades para crecer y fortalecernos. A través de las crisis, avanzamos más allá de lo que hasta acá que hemos logrado y conquistado.

 

 

Los discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”. Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”.

Juan 16,29-33

 

 

Tengan valor; yo he vencido al mundo

Con frecuencia, se escucha afirmar: si en mi vida no hubiese sucedido tal o cual cosa, yo estaría tranquilo y no habría perdido la paz.

Sin embargo, pensar que en la vida no habrá luchas y dificultades es una ingenuidad.

Cuando alguien te pregunta: ¿Cómo andas? Quizás tu respuesta suele ser: sin problemas. Ésta es en casi todas las personas, una respuesta automática y convencional, que no es del todo cierta, ya que todos en esta vida, tenemos alguna que otra dificultad. Cada día surge algún problemita.

Vivimos en un mundo donde abundan luchas, tensiones e inseguridades. Se generan situaciones que no podemos controlar y por las que nos sentimos superados.

Un proverbio chino dice: El árbol quiere la paz pero el viento no se la concede.

Los conflictos son parte de la vida, y nunca podremos escapar del todo de ellos, en nuestro vivir cotidiano.

En algunos momentos, te encuentras con que, en tu trabajo hay alguien que está en contra tuyo; otras veces un gasto inesperado rompe el precario equilibrio de la economía familiar; un hijo está atravesando una situación una etapa especialmente difícil, y no sabes cómo hacer para ayudarlo; has discutido con tu esposo o esposa; en tu comunidad las cosas no se presentan como vos desearías… Miles de situaciones pueden atentar contra tu paz interior.

Es fundamental que observes cómo estás encarando, desde tu interioridad, estos pequeños inconvenientes cotidianos, o los grandes problemas que aparecen en algunos momentos de la vida.

Dios nos ofrece una paz que puede permanecer, incluso, en medio de los conflictos. Aunque los vientos de la adversidad soplen furiosamente, podemos descansar en paz, porque no estamos solos.

“Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” Mt 28,20

La paz es un tema que predomina en toda la Biblia. En el antiguo Testamento, se la menciona doscientos noventa veces, y, en el Nuevo Testamento, noventa veces; sin tener en cuenta la gran cantidad de ocasiones en que se hace referencia a la paz, pero utilizando otras palabras.

La Biblia nos dice que hemos sido llamados a una vida de paz, y que, en ella, debemos caminar. Pero, en la mayoría de los versículos, cuando se alude a la paz, no se apunta a la ausencia de problemas y conflictos, sino que se habla de experimentar una sensación de plenitud, de serenidad, de quietud, de descanso y de estabilidad interna, más allá de lo que esté sucediendo afuera.

Muchas personas carecen de la profundidad necesaria para afrontar los acontecimientos que los rodean, sin inquietarse.

Para poder mirar mas allá de las circunstancias adversas o imprevisibles que atraviesas, es esencial aprender a ver los acontecimientos con la mirada del Señor, quien te enseñará a ver lo cotidiano de tu vida con mayor profundidad.

Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12,4)

Muchas personas asocian la paz con la ausencia de conflictos, con tener buena salud y un buen trabajo, que no se originen problemas en la vida, y que se pueda tener todas las cosas que se desean.

San Agustín afirma que muchas personas basan su paz y su alegría en poseer las cosas que quieren, y caen en la tristeza por no alcanzar lo que anhelan.

Es cierto que, según nuestra naturaleza, no hay nadie que no huya del dolor y que apetezca el placer.
Cuando Dios se refiere a la paz, y la promete a sus amigos, nos está hablando de una paz mucho más profunda y duradera: “Yavé dará poder a su pueblo; Yahvé bendecirá a su pueblo con paz” Salmo 29, 11.
Hay un cuento que ilustra la paz pero sin abstraerla de la realidad de la vida:

“Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar; en una pintura, la paz perfecta.

Muchos artistas lo intentaron…

El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron, y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejan unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas, había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo, parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero, cuando el rey observó cuidadosamente, observó, tras la cascada, un delicado arbusto que crecía en una grieta de la roca. En este arbusto, se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pájaro en su nido.

¿Cuál crees que fue la pintura ganadora? El rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? Porque, explicaba el rey, paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de estas dificultades, permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.

Que maravilloso es poder hallar esta paz en los momentos difíciles de la vida!

 

Miren las aves del cielo (Mt 6,26)

Será de gran ayuda para nosotros para conservar la paz interior, aprender a mirar todo lo que nos rodea, con la mirada sencilla, pura y profunda de Jesús, nuestro Maestro.

Que importante es saber ver, más allá de las apariencias del momento, y de ciertas situaciones pasajeras de la vida.

Captar todo lo que acontece con una mirada semejante a la del rey del cuento. Él supo descubrir, en la pintura, detrás del impetuoso torrente de agua, un delicado arbusto que había logrado crecer arraigado a una grieta de la roca. Logró ver lo más maravilloso de toda la escena: que allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado, plácidamente, en su nido, un pajarito…

Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? (Mt 6,24-34).

 

El combate y la vigilancia

“No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).” GetE 159

Despiertos y confiados

“La Palabra de Dios nos invita claramente a «afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11) y a detener «las flechas incendiarias del maligno» (Ef 6,16). No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, «¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?” GetE 162